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Las tres maldiciones colombianas

Nuestro país es hermoso, un territorio privilegiado. Bañado por dos océanos, grandes ríos, montañas, selva, trópico, playa, desierto… y también gente buena y autentica.

Pero a Colombia le cayeron tres maldiciones que cambiaron su historia, su rumbo y la esencia de su sociedad. Transformándola en la Colombia que es hoy, la que me avergüenza, me indigna, me sorprende negativamente y hace que me pregunte constantemente ¿Cómo es posible que nuestra sociedad sea así?

No sé quien invocó esas maldiciones o si será algún karma colectivo que tenemos que saldar como país, pero aquí estamos sufriendo los estragos, las consecuencias y los efectos de tres maldiciones siniestras. Cada una de estas maldiciones están representadas en personas que las encarnan, Colombia ha tenido sus tres propios “anticristos”.

La primera maldición es el narcotráfico, encarnado en Pablo Escobar Gaviria, el primer “anticristo” que llegó a ejecutar esta maldición de manera trágicamente exitosa. La década de los 80 y principios de los 90 fue dolorosa y siniestra para nuestra nación.

Escobar sembró miedo, terror y muerte. Creó el sicariato y convirtió la muerte en ley. Tenía un dicho, que aplicaba a la perfección, “plata o plomo”. Fue de esta manera que sobornó a todo el poder público o en su defecto mató a todo el que no tenía precio.

Pablo Escobar, asesinó a todos los políticos y funcionarios honestos que tenía Colombia. Mató a todos los que su moral y ética estaba primero que el dinero. A todos los que podían generar un verdadero cambio en este país, exterminó a los que iban a dirigir a Colombia hacía un desarrollo social.

Y con su frase “Dios manda en el cielo, yo mando en Colombia”, sumió al país a la ley del terror. Nos convertimos en una nación liderada por terroristas, hasta el día de hoy, la diferencia es que hoy están disfrazados de políticos de bien. Escobar y sus secuaces dirigían los destinos de nuestro país.

Escobar Gaviria, siguiendo al pie de la letra sus propias palabras “a veces yo soy dios, si digo que un hombre muere, muere el mismo día”, se convirtió en el dios de la muerte. Asesinó a buenos seres humanos, líderes, funcionarios honestos, personas con valores y valientes a las que su “plata o plomo” no los hacía retroceder. Las victimas de este demonio de la muerte fueron policías y militares, de los buenos, de los que ya casi no hay, desde generales, agentes hasta soldados, de los que no se dejaban comprar, a jueces, periodistas, ministros, políticos…

En el 2013 la Revista Semana hizo un reportaje denominado “Las cifras del mal”, quiero recordar algunos de estos aterradores números, que en realidad fueron personas valientes, honestas e inocentes. Escobar realizó 623 atentados, de los cuales en promedio murieron 402 personas y 1.710 lesionados.

Asesinó aproximadamente a 550 policías, la vida de los policías se convirtió en un premio entregado al mejor postor. Para Escobar la vida de un policía valía 2 millones de pesos, eso era lo que él pagaba a quien matara un uniformado.

Hizo estallar 100 bombas en tres meses, de septiembre y diciembre de 1989. Atacando directamente a los ciudadanos, sus bombas hicieron explosión en supermercados, colegios, bancos, centros comerciales, entre otros.

En su guerra con el cartel de Cali, Escobar, de enero a junio de 1990, detonó 85 bombas contra las sedes de Drogas La Rebaja. El cartel de Medellín les regaló a los antioqueños en 1993 un diciembre sangriento y aterrador, en un solo mes estallaron 10 bombas en Medellín. En el atentado al DAS asesinó a 70 personas y dejó heridos a otros 700.  Murieron 111 pasajeros inocentes en la bomba que detonó el cartel de Medellín en el avión de Avianca en 1989.

Según Semana y los estimativos oficiales, el cartel de Medellín asesinó entre 1989 y 1993 a cinco mil quinientas personas.

Y dentro de esa cifra se encuentran hombres y mujeres líderes, funcionarios, jueces, periodistas, militares y políticos honestos e insobornables como: Rodrigo Lara Bonilla (ministro de Justicia), Enrique Low Murtra (ministro de Justicia), Guillermo Cano Isaza (director de ‘El Espectador’), Carlos Mauro Hoyos (procurador general), Luis Carlos Galán Sarmiento (candidato presidencial), Diana Turbay (periodista), Jorge Enrique Pulido (periodista), Antonio Roldán Betancur (gobernador de Antioquia), Valdemar Franklin Quintero (general de la policía), Fernando Uribe Senior (director de la Aeronáutica Civil), que curiosamente fue reemplazado por Álvaro Uribe Vélez, a quien el cartel de Medellín jamás atacó; Ana Cecilia Cartagena, la primera jueza que fue asesinada por Escobar, Álvaro Medina Ochoa (magistrado), Tulio Manuel Castro Gil (juez), Roberto Camacho Prada (periodista), Hernando Baquero Borda (magistrado), Luis Alfredo Macana (capitán de la policía), Raúl Echavarría Barrientos (periodista, subdirector del periódico Occidente de Cali), Gustavo Zuluaga Serna (magistrado), Jaime Ramírez (coronel de la policía), Héctor Abad Gómez (periodista y defensor de los derechos humanos), Héctor Giraldo Gálvez (abogado de la familia de Guillermo Cano), María Helena Díaz Pérez (jueza) y la lista de dolor y muerte sigue, fueron en promedio 5500 personas en 4 años.

Murió Escobar, pero dejó su maldición sembrada en el alma de nuestra sociedad. Jóvenes que empezaron a ver el narcotráfico como una forma ideal de vida. Soñando con una vida traqueta, viendo la delincuencia como un estilo de vida. Y en eso se convirtió nuestra sociedad, en una sociedad traqueta, al estilo narco, hasta en la forma de decorar sus casas. Sobre esto hablo un poco más en un post anterior (leer aquí).

Pablo Escobar asesinó a Luis Carlos Galán y gracias a eso nos cayó la segunda maldición. Llegó al poder el segundo “anticristo”, el que le trajo más pobreza, desigualdad, injusticia social y miseria a Colombia. Como consecuencia de las acciones de Escobar, se hizo presidente César Gaviria.

Gaviria un político de tercera línea, que jamás con sus propios medios hubiera llegado a ser presidente. Pero debido al vacío de poder y de líderes, porque fueron asesinados por Escobar, por los otros narcos o por los paramilitares. Galán, Pizarro, Antequera y Jaramillo, el país quedó sin líderes, aterrorizado y sin esperanza. El hijo de Galán, Juan Manuel, le pide a Gaviria que siguiera el legado de su padre, aunque Gaviria era un advenedizo dentro del Galanismo.

El pueblo colombiano aterrorizado por tanta muerte, desmoralizado por la pérdida de sus líderes, con el corazón dolido por la muerte del líder en el que veían un cambio y un futuro, Luis Carlos Galán. Votaron por Gaviria, sin saber que estábamos con eso sumiendo a Colombia en una pobreza nunca vista antes de 1990.

Antes de Gaviria, Colombia era un país desigual y pobre, pero con la llegada de él, dejamos de ser una nación pobre para convertirnos en un país miserable. Con grandes riquezas que se van a los bolsillos de los poderosos y al pueblo ni las migajas. Gracias a Gaviria las desigualdades sociales dejaron de ser abismos y se convirtieron en gigantescas grietas de fallas tectónicas.

César Gaviria un neoliberal desalmado y lleno de avaricia, realizó una apertura económica para la que Colombia no estaba preparada. Nuestras empresas, industrias, productores y campesinos entraron a competir con el mundo, sin estar preparados, sin contar con las condiciones necesarias para hacerlo, una competencia desigual que fulminó a las empresas colombianas.

Fue así como se quebraron muchísimos sectores económicos, se quebró el campo. Un promedio de 20 mil empresas, de todos los tamaños, quebraron en 4 años en todo le país. Gaviria acabó con el empleo formal y estable. Comenzó la maldición del trabajo informal, el colombiano sin trabajo empezó a “rebuscársela” a través de la informalidad, hasta llegar a los niveles que hoy tenemos. La maldición de la informalidad que en pandemia ha mostrado la fragilidad de la economía colombiana, una clase media que creció en la informalidad y que debido a la pandemia quebraron.

Gaviria también privatizó las empresas públicas en casi todo el país. Entregándole a privados los recursos que el país recibía a través de ellos, vendiendo nuestros recursos al mejor postor. Promoviendo la falsa ilusión de que lo privado es más eficiente y sin corrupción.

Con la Ley 100, privatizó la salud, dejándonos como herencia el deplorable sistema de salud que hoy tenemos. Un sistema de salud corrupto, que solo beneficia a las empresas que lo manejan, en el que la vida es un negocio, que no tiene ética ni le importa la vida de los colombianos. Un sistema de salud que gracias a la ley 100 permite que existan carteles de corrupción.  Dos de las tres maldiciones de Colombia son culpables de esta nefasta ley, uno de ellos fue Gaviria.

Gracias a Gaviria, hoy muchos pensionados tienen jubilaciones de miseria. Él le dio vida a las empresas que hoy negocian con las pensiones, engañando a los colombianos durante décadas, con promesas falsas de jubilaciones maravillosas y que hoy tienen en la pobreza a muchas familias.

Con Gaviria, Pablo Escobar siguió reinando. Se anuló el tratado de extradición, se dejó “chantajear” emocionalmente o intimidar ante el poder criminal de Los Extraditables. Gaviria creó la política de sometimiento a la justicia, con ella los narcoterroristas recibieron beneficios, rebajas de pena y tratos preferenciales.

Así surgió “La Catedral”, una prisión que construyó Escobar a su medida, desde la que delinquió, ordenó asesinatos, secuestros y sembró muerte. Todo esto lo permitió Gaviria. Los paramilitares tomaron fuerza. Los delincuentes como los PEPES, trabajaron en “equipo” con el Bloque de Búsqueda para encontrar a Escobar. Así fue como se empezó a ver “normal” que los criminales y el ejercito trabajaran “colaborativamente” para atrapar a otros criminales. Las cifras de la violencia crecieron exponencialmente durante la presidencia de Gaviria.

Se fortaleció el paramilitarismo, el sicariato y los narcotraficantes. El vacío de Escobar lo llenaron otros “patroncitos” empoderados que siguieron el camino de muerte y crimen de Escobar.

Durante la presidencia de Gaviria se fortalecieron las bases de la violencia que tenemos hoy. Durante esos cuatro años se les permitió crecer y afianzarse.

La tercera maldición de Colombia es tan sanguinaria y macabra como la primera. Da hasta más miedo escribir sobre él. Colombia igual que la historia de Harry Potter tiene su propio “Innombrable”. Nuestro país tiene su propio Voldemort, igual de siniestro, asesino, malvado, egocéntrico, sociópata, egoísta, avaro, criminal y con su propio partido político de aduladores siniestros.

En Harry Potter nadie se atreve a mencionar el nombre de Voldemort, por temor a invocarlo, que se apareciera y los asesinara, por eso le decían el “innombrable”. En Colombia ocurre igual, a la gente le da miedo nombrarlo, principalmente cuando se trata de decir la verdad sobre él, porque puede ocurrir lo mismo que en Harry Potter o peor.

En la historia de J.K. Rowling, Voldemort lideró una matanza selectiva de brujos con sangre humana, denominados mestizos o muggles. Voldemort y sus secuaces asesinaron a decenas de brujos en sus casas, a sus familias y amigos. Persiguiendo a todos los que protegían a estos hechiceros.

Igual como está pasando en Colombia hace décadas, desde que comenzó la tercera maldición y como actualmente se está viviendo de manera cada vez más cruda. La diferencia es que aquí no son brujos los asesinados, sino lideres sociales, culturales, que protegen el medio ambiente, que representan la decencia y la lucha del pueblo, aquí están exterminando a cualquiera que quiera denunciar delitos que involucren a nuestro Voldemort y su pandilla.

La comunidad mágica tenia a los mortífagos, los seguidores y ayudantes de Voldemort. Aquí en Colombia los mortífagos de nuestro Voldemort son periodistas, congresistas, ministros y hasta presidentes. Nuestro innombrable, nuestro señor tenebroso es el dueño del poder de nuestro país.

El Voldemort colombiano creció en la cultura traqueta, un narco de “bien” y respetable. Por supuesto, siempre ha ocultado y negado su estrecha relación con el narcotráfico.

Nuestro tercer “anticristo” pervirtió al país, a niveles tan altos que la política y los organismos públicos se pudrieron. Ya los políticos correctos, valientes e insobornables los había matado Escobar. Entonces el “Innombrable” cuando llegó al poder a los que quedaron los compró y subió a posiciones de poder a sus mortífagos, para así dominar a nuestro país, saquear a sus anchas los recursos de nuestra patria, volver más pobres a los colombianos, quitarle al pueblo hasta lo que no tiene, fortalecer los grupos ilegales y paramilitares, darle “permiso” a los militares corruptos para asesinar a jóvenes humildes, robar tierras, enriquecerse, vender al mejor postor nuestros recursos naturales…

La destrucción, la muerte, el terror, el crimen, la corrupción que le ha traído la tercera maldición ha sido lo peor que le ha pasado a Colombia, porque está llena de impunidad.

La ley y la justicia murieron con nuestro Voldemort colombiano. Delinque a sus anchas, administrado su poder desde hace más de dos décadas. Sin ser juzgado, sin pagar por sus delitos, impune y para rematar revestido de una cínica dignidad que aterra. Delinquir desde el poder con total impunidad fue lo que en su momento intentó hacer Escobar, pero no lo logró.

Todos los delitos y crímenes de nuestro Voldemort dan para escribir más de los siete libros que J.K. Rowling escribió sobre Potter y su Innombrable. Las víctimas y los crímenes del Voldemort colombiano superan la imaginación de Rowling, el mismísimo Voldemort de Potter le tendría miedo a nuestro Innombrable.

A nuestro Voldemort lo señalan de presuntamente haber cometido crímenes de lesa humanidad, las masacres en las localidades de San Roque, La Granja y El Aro, la creación de grupos armados ilegales como el Bloque Metro que masacró personas en Antioquia en la década de los 90, el asesinato del defensor de DD.HH. Jesús María Valle; la cifra aproximada de 1326 jóvenes asesinados como falsos positivos entre los años de 2006 a 2008 y la lista sigue, pero me aterra escribirla, me da una especie de angustia existencial.

El Voldemort colombiano construyó en más de dos décadas una sociedad carente de empatía, corrupta, que premia la delincuencia, fanática y ciega, adoctrinada hacia la perversidad, capaz de excusar los crímenes de su Lord. El Innombrable sembró una semilla del mal en los colombianos, que dio fruto maligno en los corazones de nuestra sociedad. Un pueblo tolerante ante el crimen, que menosprecia la vida de los humildes, que le importa un pepino el exterminio de los líderes y la violación de niñas campesinas e indígenas por parte de los militares. Hay una parte de la sociedad capaz de justificar esto y más, parecen poseídos por la maldad que gobierna a su Voldemort.

Estamos padeciendo esta tercera maldición y en ocasiones a esta vaina no se le ve arreglo. Rowling acabó a Voldemort con un Harry Potter que lo venció en batalla. Un joven mago de gafas, rebelde e inteligente. Quizás Colombia también tenga su propio Harry Potter que quite del poder a nuestro Voldemort, a todos sus mortífagos y exorcice la maldad que tiene como poseído al pueblo colombiano. Al final, sólo el tiempo lo dirá. No hay que perder la fe.

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