No es suficiente con orar
Quiero que se imaginen qué le hubiera pasado a la mujer adultera que los escribas y fariseos querían lapidar en el Evangelio de San Juan, si Jesucristo en vez de actuar, intervenir directamente, hablar y generar reflexión confrontando a los escribas y fariseos, se hubiera puesto a rezar, a elevar oraciones, a meditar y a hacer Ho’oponopono para que la luz de Dios entrara en las personas que querían lanzarle piedras a la mujer. Pues, esa señora hubiera muerto lapidada, ante los ojos de Jesús y sus discípulos.
Y si Jesucristo hubiera sido como muchas personas que conozco y que yo llamo “hipócritas espirituales”, hubiera dicho “¡ay! que pesar con la pobre mujer, hay que orar para que su alma encuentre descanso y hay que orar por los fariseos y escribas que la lapidaron, así venceremos al enemigo que nos quiere destruir”.
Pero, afortunadamente ese no es el Jesucristo que vino al mundo a enseñarnos a su padre, él no vino a enseñarnos una religión ni a fundar una religión, él básicamente nos vino a enseñar a amarnos unos a otros desde la acción real, ayudar al prójimo, tender la mano, unirte a las causas de los débiles a quienes defendía vehementemente ¿Quiénes era los débiles? Los pobres, los que no tenían que comer, los desamparados, las viudas, los niños, que entre otras cosas eran abandonados, ignorados y marginados por el poder del gobierno, por los religiosos que creían en Dios y por la sociedad en general.
Con esto no quiero decir que no se deba orar, no es ese mi mensaje, la oración es nuestra conexión para comunicarnos con Dios, nos permite elevarle nuestro sentir y nos permite escuchar su mensaje, la oración también es acción. Como una vez lo escribí en esta columna.
Pero, no es suficiente con orar, no ayudas al otro simplemente con orar, con sentarse a rezar y a meditar no transformas el mundo, ese fue el mensaje de Jesús. Su historia, plasmada en el nuevo testamento, es un recuento de todo lo que él HIZO, por todos los que lo rodeaban, de sus enseñanzas que las hacía no sólo con la palabra sino (principalmente) con su ejemplo, un ejemplo palpable en acciones de ayuda, amor y solidaridad hacia su prójimo.
Esos que se sentaban a rezar y a juzgar, a condenar al otro sin empatía y comprensión, fueron los fariseos que tanto criticó Jesucristo en sus enseñanzas, en el Evangelio de Mateo están las siete críticas a los fariseos. Para Jesucristo ellos eran hipócritas de la fe. Estas son dos de sus más duras criticas:
- Enseñaban y obedecían la Ley, acomodándola a su criterio, pero no practicaban las más importantes partes de ella como la justicia y misericordia. ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que separan para Dios la décima parte de la menta, del anís y del comino, pero no hacen caso de las enseñanzas más importantes de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto es lo que deben hacer, sin dejar de hacer lo otro. ¡Ustedes, guías ciegos, cuelan el mosquito, pero se tragan el camello! Mateo 23:23-24.
- Se mostraban como justos, puros y rectos, con el poder y derecho de condenar a los menos favorecidos. ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados, bien arreglados por fuera, pero llenos por dentro de huesos de muertos y de toda clase de impureza. Así son ustedes: por fuera aparentan ser gente honrada, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad. Mateo 23:27-28. Este tipo de gente, es la que salió en su camioneta a darle bala a los indígenas.
Paradójicamente, los fariseos, eran los que más tenían y los que mejor vivían dentro de la sociedad. Parece que, desde siempre, en toda la historia de la humanidad, los privilegios y la comodidad hace que algunos seres humanos se conviertan en personas indolentes, sin empatía, sin comprensión, que se sientan superiores ante el que vive adversidades. Tal y como el nuevo adagio popular de estos tiempos “Que tus privilegios no te nublen la empatía”.
Ese tipo de personas, son las que en Colombia se llaman “gente de bien”, esos que salieron en Cali, de blanco a marchar y que luego se fueron en sus camionetas armados a dar plomo al pueblo que marcha ante el hambre y la injusticia, dieron bala a los indígenas, colombianos que históricamente han sufrido violencia, expropiación, discriminación y exclusión. Tenemos una deuda enorme con nuestro pueblo indígena, con nuestras raíces.
Un día Jesucristo no pudo con tanta hipocresía de una sociedad que supuestamente amaba a Dios y se dedicaba a rezar en sus templos, convirtiendo a estos en mercados, donde compraban los animales para los sacrificios y cambiaban las monedas para poder pagar el diezmo del perdón y la oración. Esos que pensaban que sólo con orar dejaban de ser pecadores.
Jesucristo desbarato la iglesia en donde le rezaban a su padre, rompió mesas, soltó los animales y les gritó a todos los presentes. En ese momento, como todo ser humano, tanta injusticia e hipocresía lo sobrepasó y sintió ira.
Lamento informarles a los de moral relativa y acomodada, a los hipócritas espirituales, que Jesucristo fue un rebelde consumado, se rebeló contra el estado, contra la religión y los religiosos que tergiversaban la enseñanza de su padre. Su rebeldía fue ideológica, su rebeldía fue en acción cuando ayudó y se puso del lado de los más vulnerables. Sus actos rebeldes fueron tan grandes, tan transformadores que el status quo de la época (estados, religión y ciudadanos de bien) conspiraron para asesinarlo.
Jesucristo jamás hubiera estado a favor de ningún acto de violencia, su mensaje es de amor hacia el prójimo, paz, comprensión, empatía y bondad. Y si Jesucristo estuviera en cuerpo físico en la Colombia de hoy, estaría subido en una tarima junto a los marchantes que claman equidad. Estaría hablando desde una tarima con su mensaje de igualdad en derechos y oportunidades, porque ese reclamo se traduce en amor al prójimo.
Y seguramente, el Esmad lo hubiera bajado de la tarima, le habrían dado una paliza entre cinco policías, él no se hubiera defendido y seguramente le apagarían su vida con un balazo. Algo parecido a lo que hizo Ejército del Sanedrín y los soldados romanos cuando lo capturaron, lo humillaron, lo azotaron y luego lo asesinaron en una cruz.
Hoy su mensaje rebelde sigue vivo, más vivo que nunca en aquellos que entendemos que el pueblo ya no puede más con tanta desigualdad, hambre, desempleo, vida indigna con un estado al que no le importa. Pero desafortunadamente, muchos colombianos acomodan el mensaje de Jesucristo para justificar su indolencia, su absoluta falta de empatía, juzgan y condenan al que marcha porque no entienden los motivos y lo peor es que no les interesa entenderlo, todo lo contrario, ayudan a tergiversar las razones por las cuales las personas están marchando, se dedican a condenar y a señalarlos como el “enemigo que quiere destruir nuestra patria”. Precisamente, nuestra patria, la patria del joven que no tiene empleo, ni posibilidades de estudiar ni comida en su casa y de esos padres que tienen que tratar de subsistir con su familia con $331 mil pesos mensuales.
Esos hipócritas espirituales pasaran a la historia como aquellos que, con su silencio, su consentimiento y su tergiversación apoyaron el genocidio, el asesinato de inocentes y vulnerables, la violencia y la barbarie de un gobierno indolente. Son las personas que le dieron el visto bueno a la violación de los derechos humanos de todos los que marchan. Y con el tiempo, toda esta injusticia, esta represión violenta por parte del estado será juzgada, evidenciada y mostrada al mundo ¿Será que esos hipócritas espirituales sentirán vergüenza?
Hay tiempos para orar, hay momentos para actuar. Hoy estamos en tiempos en los que debemos hacer ambas cosas.
¿Qué puedes hacer? Lleva comida y víveres a los que marchan, a los campamentos indígenas que están en tu ciudad para levantar su voz contra tanta injusticia. Por favor, ¡No estigmatices a los marchantes!.
No te quedes callado si ves un abuso policial o un acto de violencia ¡Haz algo! Desde denunciar a tratar de impedir la muerte y la violencia. Difunde el mensaje, no se protesta por destruir, los colombianos están en la calle porque el hambre hace rugir sus estómagos, porque no hay empleo no hay oportunidades, las desigualdades son abismales. Lee los indicadores económicos, mira las cifras, entérate y siente empatía por la angustia de casi el 70% de Colombia que hoy vive con un salario mínimo o muchísimo menos, el 42% trata de comer cada mes con $300 mil pesos o menos.
Solidaridad, empatía, comprensión, misericordia y amor por el prójimo, eso es lo que necesitamos.
Cuanta verdad hay en tu escrito. Tus palabras son luz y una invitación al cambio