Sin freno, muerte masiva de abejas
En todo el mundo, el abuso de agroquímicos como los neonicotinoides está ocasionando una alta mortalidad de muchas especies animales, sobre todo de estos importantes polinizadores.
Desde 2006 apicultores y agricultores de Estados Unidos, Francia, Italia, España, Suiza, Alemania, Reino Unido, Bélgica, Canadá, Brasil, Japón, India, Argentina y Chile, entre otros, empezaron a ver una preocupante reducción del número de abejas en sus panales, y en muchos casos la extinción de colonias enteras.
Después de varias investigaciones ya existe un consenso general que apunta a que la causa estaría en la nueva generación de pesticidas neonicotinoides –que empezaron a ser usados hace más de una década– y a las grandes plantaciones sembradas con semillas transgénicas producidas por algunas multinacionales.
En Colombia este fenómeno ya está ocurriendo pero no ha sido sistemáticamente documentado. Según los registros que se tienen hasta el momento, 10.500 colmenas desaparecen al año debido al mal uso de los agroquímicos. Así lo advierte María Guiomar Nates Parra, experta apícola de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.).
Insecticidas como la imidacloprid, clotianidina y tiametoxam, de la familia de los neonicotinoides, contienen una sustancia que hace que las abejas mueran al consumirla, o que al detectarla no se acerquen a las flores y mueran por no tener suficiente alimento.
Según la experta Nates, el efecto que producen estos químicos en las abejas es neurotóxico, por eso presentan desorientación, su capacidad retentiva disminuye y se vuelven muy susceptibles a adquirir enfermedades, síntomas que hacen que se vuelvan muy débiles.
A comienzos de febrero de 2017, apicultores de varias regiones del país se reunieron para reportar la muerte masiva de todas sus colonias, advirtiendo en la mayoría de los casos que un día antes de las muertes habían pasado avionetas regando pesticidas en plantaciones cercanas.
Uso indiscriminado de pesticidas
Después de analizar el panorama nacional frente a esta problemática se creó el colectivo “Abejas Vivas”, cuyo objetivo es luchar contra el envenenamiento de las abejas (antófilos) y los polinizadores de Colombia.
Para ello, organizó una marcha nacional el 20 de marzo pasado junto con el envío de comunicados y peticiones ante el Ministerio del Medioambiente, de Agricultura y el ICA, sin respuesta alguna hasta el momento.
Según la profesora Nates, hasta 2014 en Colombia se habían prohibido 195 tipos de pesticidas o ingredientes activos, pero todavía están siendo usados indiscriminadamente, “de manera que puede haber muchas leyes pero parece que no hay quién controle y vigile”, afirma.
Además del uso indiscriminado de agroquímicos, a las causas de la desaparición de las abejas en el mundo se suman el calentamiento global, la deforestación, la introducción de especies no nativas, la urbanización y los cultivos a gran escala como la palma de cera.
La docente asegura que el mito sobre la extinción de la raza humana por la desaparición de las abejas no es cierto, pero enfatiza en que una tercera parte de los alimentos que consume la humanidad es posible gracias a su papel polinizador, y que sin ellas algunos granos, frutas, hortalizas y verduras prácticamente desaparecerían, al igual que millones de hectáreas de bosques.
Cambio radical
Sin las abejas la economía cambiaría radicalmente porque el precio de los alimentos tendría un alza sin precedentes y se modificaría la calidad de vida de los humanos. Por ejemplo, ya se contratan personas para que actúen como “polinizadores” en los cultivos porque no existen abejas suficientes para cumplir con esa función.
En Colombia hay más de 600 especies conocidas, pero se cree que pueden ser el doble porque no han sido estudiadas a fondo. Solo en los últimos 15 años se han descubierto más de 100 especies. Lo recomendable es que en el país, en donde también hay reducción de las poblaciones de abejas, se haga un trabajo urgente, por un lado con los apicultores para ver el comportamiento de sus colonias, y por el otro estudiar a las abejas silvestres en zonas agrícolas para determinar lo que está ocurriendo, concluye la experta.