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Mala calidad del aire generaría lluvia ácida en Medellín

La contaminación ambiental, que tanto preocupa a Medellín, también puede cambiar las propiedades químicas del agua lluvia que cae en la ciudad.

MEDELLÍN, 18 de marzo de 2021 — Agencia de Noticias UN-

Ese fue el principal hallazgo del ingeniero civil Mauricio Ramírez Arias, magíster en Ingeniería – Recursos Hidráulicos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín, en el marco de una investigación desarrollada junto con el Sistema de Alerta Temprana de Medellín y el Valle de Aburrá (Siata) y con aportes del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, que es autoridad ambiental en Medellín y sus nueve municipios vecinos.

En 42 eventos de lluvia monitoreados en su estudio, el magíster encontró que aunque la apariencia del agua era similar, por lo menos 31 de ellos tenían lluvia ácida. La acidez se mide con la escala internacional de pH, y como referencia se sabe que el jugo de un limón tiene pH de 2 (ácido) y el bicarbonato de sodio tiene pH de 9 (alcalino), en tanto que el agua lluvia se considera limpia cuando tiene un pH de 5,6.

Las mediciones en campo para esta investigación se realizaron durante la segunda temporada de lluvias de 2018, es decir entre septiembre y noviembre, cuando Medellín experimenta uno de sus periodos de contingencia ambiental (el otro es en marzo). En esta época, la baja nubosidad impide que haya una correcta dispersión de las partículas contaminantes que emiten los vehículos (fuentes móviles) y las industrias (fuentes fijas).

“Realizamos campañas de monitoreo con alta resolución temporal en la que a lo largo de un evento de lluvia recolectamos muestras en intervalos de cinco minutos y luego las analizamos para saber qué tanto cambiaban las propiedades químicas del agua durante el evento de precipitación”, cuenta el investigador.

¿Por qué aumenta la acidez?

Pero, ¿qué hacía que la lluvia fuera más ácida en la capital antioqueña? El ingeniero Ramírez encontró que el factor que más influía era el nivel de contaminación que había durante el periodo seco previo a la lluvia. Es decir que si antes del aguacero se registraban altas concentraciones de partículas PM2.5, el agua del siguiente evento de lluvia iba a ser más ácida.

“Por ahora no hay estudios de las afectaciones que la lluvia ácida pueda causar a la salud humana. De hecho, el Ideam considera que este tipo de lluvia constituye un problema de calidad del aire que no tiene consecuencias tan directas sobre la salud humana”, aclara.

No obstante, agrega que sí hay investigaciones que señalan que la lluvia con un pH más bajo afecta cultivos no solo de frutas y verduras, sino también de árboles y flores, además de lagos y ecosistemas. Incluso en ciudades europeas está documentado que puede deteriorar edificaciones históricas.

Dentro del estudio realizado en el sector de La Aguacatala, al sur de Medellín, el ingeniero también encontró que la acidez en la lluvia no es una variable constante: “fue sorprendente encontrar que el nivel de acidez podía subir o bajar en el mismo evento de lluvia, es decir que según el nivel de contaminación durante el periodo seco previo al aguacero, el pH podía cambiar”.

Como lo muestra la gráfica 1 (foto), cuando la cantidad de contaminantes es baja, la lluvia se hace menos ácida y eso se ve reflejado en un aumento del pH; pero cuando es alta sucede lo contrario, y cuando el nivel de contaminantes es medio, el comportamiento es en U, es decir que la lluvia se acidificaba después de los primeros minutos del evento, disminuyendo los valores de pH, y al final la acidez se volvía a reducir.

El plan del ingeniero Ramírez es continuar investigando para tratar de vincular otras variables como las condiciones de la atmósfera en vertical. “En este momento nos enfocamos en las mediciones de superficie, pero aún falta buscar si hay algo de microfísica de nubes que pueda explicar los cambios, comportamientos y resultados”, concluye.

Actualmente en Estados Unidos y Europa hay un monitoreo constante de la química de la precipitación –un trabajo similar al que hizo el investigador–, pero en Colombia y casi toda América Latina ese trabajo “está en pañales”, como lo muestra el Mapa 1 (foto 2).

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