La plaga de langosta roja avanza sobre el sur de África
– Los enjambres de millones de langostas que devoran sembradíos y pastizales ya no sólo devastan los campos de África oriental y el sur de la península arábiga, sino que este año se han sumado como una nueva calamidad sobre África del sur, señaló este viernes 13 un reporte de la FAO.
“Es la primera vez que veo una situación tan terrible desde que nací, y soy de aquí. Esas langostas no tienen piedad”, dijo en Namibia el agricultor Fabian Sisamu a los enviados de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) en campaña para combatir al insecto con plaguicidas.
Las langostas rojas y pardas (Nomadacris septemfasciata y Locustana pardalina) son especies distintas aunque casi tan voraces y destructoras como las del desierto (Schistocerca gregaria), que durante años, y también este 2020, han azotado los pastizales y cosechas de África oriental, occidental y Yemen.
“Al principio pensamos que no supondrían una amenaza tan grave para nuestros medios de vida, no había tantas, pero parece que las subestimamos”, expuso Sisamu, agricultor en la nororiental zona de Kasaya, junto al río Zambeze.
En esa área confluyen las fronteras de Botswana, Namibia, Zambia y Zimbabwe, los cuatro países más castigados por las langostas que aparecieron con fuerza en el primer trimestre de 2020, coincidiendo con la llegada de la pandemia covid-19.
La FAO estima que la langosta pone en jaque el aprovisionamiento de alimentos para unos siete millones de personas en esos cuatro países, que además apenas se reponen de una dura sequía padecida en 2019.
Las langostas son una de las plagas más destructivas del mundo, y un enjambre de un kilómetro cuadrado contiene millones de insectos, puede avanzar decenas de kilómetros en un día y devorar cultivos que alimentarían a 35 000 personas.
Los brotes de langostas rojas sobre África austral son más pequeños que los de sus lejanos parientes del desierto pero igualmente “se comen todo lo verde que encuentran a su paso y apenas dejan nada detrás. Tenemos mucho miedo del futuro”, afirma Ian Mubita, compañero de labranzas de Sisamu.
El líder de la vecina comunidad de Kabbe Norte, George Matengu, sostiene que las primeras langostas aparecieron en noviembre de 2019, y en julio de 2020 surgieron fuertes brotes, cuando retrocedieron las aguas de las crecidas de los ríos “y mi campo donde había sembrado maíz quedó destruido, con los tallos desnudos”.
Los habitantes de la zona ahora acuden a los mercados en poblaciones vecinas para comprar alimentos que antes producían, como harina de maíz, “utilizando gran parte de sus ingresos familiares, que ya son mínimos”, dijo Matengu.
El reporte de la FAO expuso que aunque los cuatro países más afectados hacen esfuerzos de fumigación con plaguicidas, tras decidir que enfrentan una emergencia regional, el trabajo ha sido limitado y la langosta amenaza con expandir el hambre en esas naciones.
La FAO lanzó un plan de apoyo, basado en fumigaciones, a un costo de medio millón de dólares, pero “algunas de las zonas más afectadas son de muy difícil acceso, y otras son de gran sensibilidad ecológica”, según el coordinador regional de la organización, Patrice Talla.
Por ejemplo, una zona de cría de langostas ha sido el delta del río Okavango, en Botswaana, rico en vida silvestre, por lo que se mantiene la búsqueda de pesticidas que sean amigables con el ambiente, dijo Talla.
Las langostas son una plaga milenaria que ha azotado la agricultura durante milenios, y en tiempos recientes a unos 60 países, sobre todo de África y el sur de Asia, algunos de ellos entre los más pobres del mundo.
A-E/HM
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