La dañina filosofía del más vivo
Hoy me quitaron el puesto de mi carro en el peaje. Un vehículo se atravesó, me cerró y pasó primero. Hoy una señora se coló y me quitó el puesto en la fila del supermercado.
Hace días escuché la siguiente historia con moraleja:
“Había un señor dueño de una finca, una mañana temprano llegó un jornalero a pedirle trabajo y le ofreció que le trabajaba 8 horas por 10 pesos. Al medio día llegó otro jornalero pidiéndole trabajo y le dijo que le trabajaba 3 horas por 50 pesos y el dueño de la finca aceptó.
El primer jornalero le reclamó al terrateniente porque le parecía injusto que le pagara 50 pesos por 3 horas de trabajo al otro jornalero. El dueño de la finca le contestó que la culpa fue de él por no ser más “vivo” y cobrar más dinero por menos tiempo de trabajo”.
Según los que cuentan la historia, la moraleja es que hay que ser más “vivos” y cobrar más para que no aparezca otro más vivo que tú.
Pero a mí no me parece que esa sea la moraleja correcta. El jornalero Uno pidió trabajo y cobró lo que honestamente costaba su labor. El jornalero Dos de aprovechado y avivato cobró más dinero por menos tiempo de trabajo, estafando al dueño de la finca, quien al parecer es un tonto al que le gusta regalar su dinero.
En esta historia se premia la viveza y la estafa, se castiga la honestidad. Pero esto no se queda en una simple historia es nuestro diario vivir.
Cuando la señora me quitó el puesto en la fila no me quedé callada, le dije que no fuera tan irrespetuosa, que tuviera un mínimo de educación y me devolviera mi lugar.
Le dije a la cajera que no la atendiera porque quien seguía era yo y no ella. La cajera se hizo la sorda y atendió a la señora maleducada. No discutí más porque estaba en modo namasté y no quería confrontaciones.
Cuando la mujer que me robó el puesto se iba a ir me dijo, cínicamente: “De malas, eso te pasa por estar distraída y no andar pilas”.
¿Distraída? Estaba haciendo normalmente una fila. Hasta ahora me entero que haciendo cola tengo que estar alerta para que no me roben el puesto.
Lo peor de todo es que estos comportamientos son festejados y ser un “vivo” es considerado una cualidad y no un defecto.
He escuchado siempre que dicen “tienes que ser el más vivo” o “mi hijo es el más vivo del colegio” ¿Qué es ser “el más vivo”?
- El que es capaz de quitarle el puesto a otro, colarse en la fila, irrespetando el tiempo y el derecho de los demás.
- El que estafa, porque te cobra más de lo que cuesta engañándote, también porque te vende algo que probablemente no esté en un óptimo estado y tú no lo sabes.
- El trepador que para alcanzar una posición pasa y pisa a todo el que puede sin ningún dolor moral.
- El adulador que apunta de hipocresía se gana a las personas sólo por el mero interés de obtener algo.
- El más bravucón o bravucona que apunta de gritos, agresividad y mala actitud se quiere imponer, porque “tiene carácter”.
- El oportunista que vive del “papayazo” para obtener algo “gratis”, más barato cuando no lo es.
Y todo esto sucede a diario. Por ejemplo: cuando el taxista le cobra más por la carrera al turista, porque el pobre no conoce las tarifas. Cuando en La Boquilla le cobran un almuerzo a un turista cinco veces más de lo que realmente vale. También cuando una mujer sin educación te quita tu lugar en la fila.
Afortunadamente, yo no soy “la más viva” ni lo quiero ser. Me educaron para ser respetuosa y correcta, claro sin dejarme de nadie, sin ser una tonta, pero sin pasar sobre nadie para obtener algo.
Mientras socialmente se siga pensando que la filosofía del ser “el más vivo” y el ventajoso es la correcta, vamos a seguir siendo una sociedad bruta y atrasada.
Ser “el más vivo” también es una forma de violencia.
La historia con moraleja es un curioso giro de una de las parábolas de Jesús en los evangelios. En ella el dueño del campo iba a la plaza al amanecer, al mediodía y a media tarde a contratar jornaleros, y a todos les ofrecía el mismo pago por trabajar hasta la puesta de sol. En ese momento los que llevaban trabajando desde el amanecer se quejaban porque cobraban lo mismo que los que solo habían trabajado unas pocas horas. La respuesta del dueño de la finca era que ellos habían aceptado el pago en su momento, por lo que no debían quejarse ahora.
Personalmente nunca entendí esa parábola: parece como si apoyase el “vive como quieras y arrepiéntete en tu lecho de muerte”
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