Las dificultades de ser un indígena “urbano”
Homosexualidad, desposesión de tierra y reinterpretación de prácticas culturales como la danza y el tejido; el apellido y los antepasados, son temas que, algunas veces, generan tensión entre los indígenas jóvenes y los líderes de las estructuras políticas y organizativas del pueblo nasa, en el norte del Cauca.
BOGOTÁ D. C.— Agencia de Noticias UN-
Seguramente cada vez es menos insólito encontrarse con indígenas en diferentes espacios de la ciudad. Su presencia en los campus universitarios ya no sorprende a nadie, y mucho menos verlos vender sus artesanías en comercios o en actividades culturales; tampoco es extraño tenerlos como vecinos, y que los hijos de ellos y los suyos sean compañeros del colegio. Pero, ¿qué tanto se conoce acerca de su cotidianidad?
Por ejemplo Julián* es uno de los casi 4.700 integrantes de la comunidad nasa residentes en Cali; él estudia lenguas extranjeras, creció en Santander de Quilichao (Cauca) –lejos de los resguardos–, recibió educación occidental y cristiana, y es homosexual. Tales características se convierten en una especie de lastre al momento de defender su identidad indígena.
Ante el fuerte tabú que existe en los resguardos y en la ciudad, a este joven de 27 años no le ha quedado más remedio que “guardar su imagen y no dar de qué hablar”, pues quiere evitar a toda costa escuchar señalamientos como el de que “además de indio salió marica”, que ya ha tenido que oír cuando hablan de otros amigos suyos.
“Con los indígenas existe el estereotipo de que son guerreros, fuertes y luchadores, por lo que nadie –ni en la ciudad ni en el resguardo– cree que es posible que un indígena pueda ser homosexual, y en ese caso todos piensan que simplemente se ‘occidentalizó’”, explica Mauricio Caviedes Pinilla, antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) y profesor de la Universidad Javeriana.
El doble estigma que Julián afronta en su día a día forma parte de la investigación adelantada por Diana Granados Soler, magíster en Antropología de la U.N., quien describe, a través de la recopilación de historias de vida, las tensiones de los jóvenes indígenas cuando migran a las áreas urbanas.
Para el profesor Caviedes, codirector de la investigación, el trabajo centra su foco en las personas que son invisibilizadas dentro de las comunidades indígenas: “es un aporte novedoso para la antropología, pues casi siempre se ha estudiado la identidad del indígena desde su posición en el resguardo, liderando la lucha por las tierras y no desde otro contexto, como el de la ciudad”.
Indígenas sin tierra
Otra historia de vida recopilada por la magíster Granados es la de Eimy, trabajadora social quien todavía recuerda con tristeza un día –hace 15 años– en el que el conflicto armado obligó a su familia a huir del resguardo y buscar refugio en el área urbana de Santander de Quilichao.
“Salimos por la fuerza del espacio en el que nacimos y crecimos, el que era nuestro territorio. Durante muchos días solo el llanto fue mi consuelo, fue muy doloroso”, relata la trabajadora social, quien forma parte de los 13.504 indígenas nasa desplazados por el conflicto armado en Cauca entre 1995 y 2012, según el Plan de Salvaguardia de la Nación Nasa, del Ministerio del Interior.
La trágica ruptura con lo que era su espacio no ha impedido que Eimy sea estigmatizada dentro la organización indígena. “Dicen que me fui, que me volví rica en la ciudad, cuando mi familia y yo hemos pasado muchas dificultades para sobrevivir en otro lugar: soy indígena, pero sin tierra, que es lo que otorga identidad”, afirma la joven, quien rememora lo mal que se sentía cuando otros indígenas del municipio le decían “india de la loma”.
En efecto, indica la investigadora Granados, la lucha por el derecho a la tierra y la percepción del territorio colectivo es uno de los temas centrales de la identidad nasa.
Para el médico indígena Ely, del resguardo Las Delicias, sí es posible mantener la identidad indígena en la ciudad, siempre y cuando los valores inculcados en la familia sean fuertes. “Se trata de un reto complicado, pues una vez en la ciudad son muchos los jóvenes que se exponen a las dinámicas urbanas y todo lo que ello implica, como por ejemplo el acceso a la tecnología, a la televisión”, señala.
Apellidos, apariencia y unión
El hecho de ser homosexual y no poseer tierra no son los únicos escenarios de tensión en los jóvenes nasa. En menor medida, algunos de ellos se ven obligados a apelar a sus apellidos, a sus antepasados y a su apariencia física para demostrar que son indígenas cuando se pone en duda su identidad. Otro debate se da cuando los jóvenes adoptan otros aspectos de la cultura diferente a la indígena, como por ejemplo bailar otros ritmos musicales o vender las artesanías.
Para entender estas tensiones, Diana Granados entrevistó a Julián, a Eimy y a David, los protagonistas de su investigación. Durante dos años tuvo cerca de diez encuentros con cada uno. Ella analizó sus testimonios a partir de las teorías modernas sobre la definición de la identidad en los tiempos de la globalización.
Al respecto, menciona que uno de los objetivos de la investigación era “abordar una dimensión silenciada por la academia y los estudios sobre el movimiento indígena en el Cauca: las distintas posiciones de género y las tensiones generacionales en la construcción de la identidad indígena”.
Las nuevas generaciones buscan que la idea de identidad indígena se renueve y se amplíe con el fin de que muchas personas no se sientan excluidas, agrega la magíster. “Con respeto todo es posible. La unión es lo que siempre nos ha identificado como indígenas y eso no lo podemos perder”, concluye por su parte Julián.
*Nombre cambiado.