Guahibiar: cazar indios, considerados seres sin alma
Durante la colonización de los Llanos colombianos, los españoles cazaban a los indígenas guahibos por considerarlos seres inferiores. Esta práctica dejó cientos de víctimas que requieren una reparación de su memoria histórica.
Esta es una de las conclusiones a las que llegó la antropóloga Frendy Yulaira González, de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), quien realizó un recorrido histórico desde la llegada de los colonos a los Llanos colombianos, pasando por el conflicto con los indígenas que habitaban la zona, y hasta las llamadas “guahibiadas”, que hacen referencia a las cacerías de indígenas guahibos que sucedieron entre 1800 y finales del siglo XX.
Según explica la antropóloga González, el término “guahibo” se utiliza para referirse a la mayoría de las comunidades indígenas de los Llanos, entre los que se pueden incluir los sikuani y los cuiba, entre otros, y que también habitan los Llanos venezolanos.
“La mayoría de ellos se dedicaba a la caza y la recolección, y los demás combinaban estas prácticas con la agricultura a pequeña escala”, detalló la investigadora. Sin embargo con la llegada de los españoles para colonizar la región empezó la expansión ganadera, la construcción de las primeras haciendas y las misiones jesuitas que buscaban evangelizar a los indígenas.
Los nativos que se rehusaron a abandonar sus prácticas y costumbres ancestrales eran considerados como “no civilizados” y “sin alma”. Además los colonos asimilaban sus prácticas de caza y supervivencia con las de los animales, por lo que los menospreciaban asumiendo que invadían sus propiedades, que no eran seres humanos y que por esto debían ser cazados como bestias.
De allí surgieron las guahibiadas, es decir la caza indiscriminada de estos indígenas, que la antropóloga González clasificó en “cacerías a campo abierto”, en las que los colonos se reunían y salían a asesinar guahibos, y “las encerronas”, que era la práctica más común: “los colonos invitaban a los indígenas a sus casas con la promesa de brindarles algún incentivo como ropa, comida o trabajo, y cuando llegaban los asesinaban”, explicó la investigadora.
Los relatos detallan que después de entretener a los indígenas, los colonos les propiciaban golpes y heridas –con herramientas como machetes, macetas, o armas de cacería, cuchillos y algunos rifles– hasta matarlos.
El caso más conocido fue la “Masacre de La Rubiera”, que ocurrió en Arauca el 26 de diciembre de 1967. Aunque este no fue el primero ni el último, ni en el que se cazaron más indígenas (murieron 16 personas entre niños y adultos mayores), sí fue el más mediático. Quedaron dos sobrevivientes y los responsables fueron llevados a juicio, y allí manifestaron que no asumían su culpabilidad porque –según sus costumbres– no consideraban que matar indios fuera un delito.
Los restos óseos de esta masacre fueron rescatados; no obstante de cientos de víctimas no hubo rescate, análisis forense ni reparación.
“Es necesario rescatar los restos óseos de las víctimas; hacer excavaciones y prospecciones para conocer la ubicación exacta y a partir de esto reparar la memoria de las comunidades indígenas”, comenta la antropóloga.
Esto ayudaría no solo a mostrar pruebas físicas de las masacres que ocurrieron y visibilizar el conflicto que se presentó, sino que también contribuiría a darle paz a esta población, cerrar ciclos y brindarles tranquilidad a los familiares de las víctimas.
A pesar de se han implementado políticas estatales para que los indígenas guahibos estén en resguardos y allí lleven a cabo sus actividades productivas, muchos se encuentran en condición de indigencia.
“Los indígenas son seres humanos, pero en la memoria de los llaneros persiste la idea de que son dañinos o que son una plaga, pero en verdad fueron víctimas de la violencia. Sé que este pensamiento puede superarse y de esta forma mejorar sus condiciones de vida”, concluye la antropóloga González.