El grafitero Kobra defiende el arte callejero como escape para los jóvenes de barriadas
Sao Paulo, (EFE).- Cuando era niño, Eduardo Kobra salía a jugar por la periferia de Sao Paulo con un cuaderno y un lápiz, cuando era adolescente, con un aerosol y al ritmo del hip hop, y hoy, a los 38 años, es uno de los grandes artistas callejeros de Brasil con “vuelo” internacional.
Kobra procede de una de las regiones más degradadas y violentas de Brasil y su crecimiento como artista no fue fácil, con amigos adolescentes presos o muertos por vinculaciones con las drogas y el crimen, pero el arte fue su “válvula de escape”.
Nacido en Campo Limpo, a sur de Sao Paulo, sostiene, tajante, que para ser artista no hay que nacer en cuna de oro o pertenecer a una clase social, sino empeñarse en encontrar canales de expresión.
Convertido en el gran muralista brasileño, con obras en más de 15 países, Kobra, que entró por primera vez en una galería de arte a los 29 años, es uno de los líderes latinoamericanos que participan en un proyecto conjunto de la Oficina Regional de Unicef para América Latina y el Caribe y la Agencia Efe.
El proyecto “25 líderes, 25 voces por la infancia” quiere resaltar la importancia de la Convención sobre los Derechos del Niño, de la que se cumplen 25 años el próximo 20 de noviembre.
En el barrio de Pinheiros, mientras pintaba con aerosol un gigantesco muro multicolor con los rostros del músico y compositor Chico Buarque y del fallecido escritor Ariano Suassuna, Kobra abordó el arte callejero como opción de vida para los niños y adolescentes que no tienen oportunidades en lugares marginales.
PREGUNTA: ¿Cómo y cuándo eligió ser pintor?
Respuesta: Nací en un barrio de la periferia, donde no hay mucha opción de ocio o educación. En mi época era muy precario y más o menos a los 12 años de edad sentí atracción por lo que ocurría en las calles, conocí a los grafiteros.
Y todo lo que aprendí de bueno y de malo lo aprendí en las calles, en la cultura hip-hop. Fui preso tres veces por estar pintando en las calles. Fue un comienzo muy difícil.
P: Su formación como pintor se basa en el arte urbano o “Street Art” y no en el arte clásico. Esto tiene que ver con sus orígenes. ¿Hubo opción de elegir entre el arte callejero y el llamado arte clásico?
R: Soy autodidacta. Entré a una galería con casi treinta años. Yo no tenía acceso al arte, me gustaba dibujar. Desde los ocho años que iba con mi cuaderno bajo el brazo. Tenía esa vocación. Y realmente no tuve mucha elección. No se si yo elegí al grafiti o el grafiti me eligió a mí. Fue una pasión a primera vista.
P: ¿Por qué cree que el arte urbano o callejero es asociado por algunos sectores al vandalismo, a las drogas y no a una forma de expresión popular de la juventud?
R: Creo que es prejuicio, existe una falsa idea de que un artista debe tener formación académica, nacer en una cuna de oro, vivir en barrios ricos, ir a escuelas de arte, pero no es verdad. Un artista puede nacer en cualquier lugar, una comunidad pobre, una favela, un sin techo. Muchos de mis amigos que tenían talento para seguir en el arte trabajaron en otras profesiones. En ciudades como Sao Paulo personas que muchas veces tienen talento tienen que hacer todo solas, pasar dificultades sin apoyo de nadie.
P: El arte callejero sirve muchas veces como denuncia. ¿Pero cree también que puede contribuir como un formador de conciencia para los niños?
R: Tengo una persona que me cuestionó sobre este punto: me dijo que no soy ejemplo para las personas de la periferia, porque soy una minoría a la que le fue bien.
Yo pienso lo contrario, tengo mucho orgullo de mi historia en la periferia y luché por todo, fácil no fue. Una adolescente de mi barrio vino el otro día y me dijo que yo le inspiraba. Las cosas son difíciles, pero no imposibles.
P: Generalmente en la educación formal los niños en las escuelas desarrollan el arte pero a medida que se avanza el incentivo a la creación artística parece disminuir. ¿Es cierto eso?
R: Existe una presión muy grande de la realidad. Muchas veces a un niño que está dibujando, que tiene el don del arte, se le hace imposible desarrollarlo.
Yo fui a vivir solo a los 17 años, pagar mis cuentas y no tenía de donde sacar dinero y por eso el arte lo dejaba para atrás.
P: ¿Cuál es el consejo que daría a los niños que no encuentran lugar para desarrollar sus talentos, qué salgan a pintar paredes de sus barrios?
R: Para quien es carente, y lo entiendo, es complejo, difícil, pero creo que es posible creer en el sueño y seguirlo dentro de una realidad, abandonar el arte es algo que no aconsejo. Lo ideal es encontrar una actividad paralela para sobrevivir y seguir con el arte. Algún día se alcanzará el reconocimiento.
P: ¿El arte puede ser un salvación de las vidas de muchos niños de las barriadas?
R: Muchos amigos que pintaban conmigo o fueron presos o murieron, se involucraron con drogas, con el delito. Para mí el arte fue una válvula de escape, convivía con la situación pero no me involucraba, no me dejaba llevar.
P: Usted conoce la realidad de los niños de los barrios brasileños, porque fue uno de ellos. Ahora que viaja por el mundo pitando muros para convertirlos en obras de arte, ¿cómo percibe a los niños de los países que visita?
R: Nunca imaginé llegar a los lugares que conocí, visité doce países. La esencia de mi trabajo sigue siendo la calle. Pero así como hice un Muro al lado del Teatro Bolshoi de Moscú, también lo hago en barrios como Capao Redondo (Sao Paulo).
En París vi en el Louvre un grupo de niños de 6 años con la maestra, aprendiendo con las obras. Es una realidad muy distante de Brasil y las periferias brasileñas. Mi ejemplo es que yo entré a una galería casi con 30 años. Desde el tercer mundo tenemos que tener una voluntad que vaya más allá de todas esas dificultades.