Cocodrilos reintroducidos actúan como exploradores y patrulleros
Después de un seguimiento de dos años a los cuatro cocodrilos que se liberaron en la cuenca del río Guayabero y Losada, cercana al municipio de La Macarena (Meta), se confirma que es posible reintroducir a sus territorios especímenes criados en cautiverio.
“Los machos tienden a viajar distancias más largas y a tener territorios más grandes que las hembras, siendo los jóvenes más activos que los viejos”.
Así lo menciona el profesor Rafael Moreno, doctorando en Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien identificó, a través de la telemetría, dos tipos de comportamientos que se reflejan en la forma como los cocodrilos usan el espacio: uno de explorador y otro de patrullero.
Dichos comportamientos se relacionan con los cambios climáticos –época seca de octubre a marzo y época lluviosa de abril a septiembre– y con sus actividades a lo largo del ciclo de vida.
“El comportamiento de patrullero parece ser más común en la época seca –cuando los machos tienen que defender los recursos y las hembras deben proteger sus nidadas–, mientras que el explorador lo exhiben con más frecuencia en la época de lluvias –cuando los machos buscan pareja– y al final de las lluvias, cuando las hembras buscan sitios para la anidación”, agrega el doctorando Moreno.
Estos y otros resultados obtenidos en el monitoreo a los especímenes liberados en octubre de 2015 muestra que la reintroducción aumenta la probabilidad de supervivencia, reproducción, conservación y toma de decisiones ecológicas con la información recopilada.
“La posibilidad de conocer la ubicación en tiempo real de los cocodrilos para prevenir encuentros negativos con humanos fueron los motivantes para que, junto con la profesora María Cristina Ardila (q. e. p. d.), se diseñara un estudio que permitiera describir y cuantificar el tamaño del territorio que necesitan los cocodrilos para desarrollar su ciclo de vida”, explica el experto.
Por su piel, el cocodrilo del Orinoco es una especie exótica para muchos ojos, y por la cual ha sido sobreexplotado para el comerciarla, especialmente desde el siglo XX. Esta especie es la más grande del Neotrópico.
A pesar de sus particularidades, el conocimiento de su ecología en Colombia ha estado limitado por el acceso a la zona, resultado de las dinámicas del conflicto interno.
Los datos obtenidos a través de la telemetría, sumados a la triangulación del movimiento de los especímenes y el posterior análisis, aportó la información para llegar a las conclusiones pertinentes.
Adaptación y liberación
El estudio tuvo como punto de partida la reintroducción de dos parejas de cocodrilos nacidos y criados en la Estación de Biología Tropical Roberto Franco de la UNAL en Villavicencio. Durante el proceso de adaptación se mantuvieron aislados por casi cuatro meses, evitando su contacto con humanos, y se alimentaron con presas vivas para que pudieran afrontar sus nuevas condiciones.
Para la liberación se instalaron dispositivos de seguimiento y los individuos se dejaron en unas playas previamente escogidas, esperando hasta que se sumergieron en el agua.
Basado en el efecto Doppler, se calcula la posición del cocodrilo y los datos se almacenan en una base de consulta. Con las posiciones se realizan procedimientos matemáticos que permiten estimar la forma y el tamaño del territorio, además de los patrones de movimiento de los individuos, asentamientos y uso del espacio según variables temporales y climáticas.
Cuidado y preservación
Se determinó que cada uno de ellos necesita un territorio aproximado de 16 km de río, lo cual es particularmente cierto para hembras y cocodrilos grandes que sean reintroducidos en sitios donde hay certeza de presencia de la especie.
Hay prácticas que aún amenazan la supervivencia de cocodrilos –también de delfines y nutrias–, como por ejemplo el uso de trasmallos para pesca, pero muy particularmente los encuentros negativos con la especie humana, los cuales se pueden prevenir de manera sencilla.
Las comunidades deben evitar que sus animales domésticos divaguen por las riberas donde habitan los cocodrilos, lo mismo que alimentarlos, pasar cerca a sus nidos y mucho menos manipularlos; si se quiere observarlos, se debe hacer a la distancia.
El doctorando Moreno también sugiere evitar actividades cerca de ellos, o con una distancia mínima de 3 m, realizar el eviscerado y la limpieza de desechos de pesca en sitios seguros y mantener informadas a las autoridades ambientales sobre la presencia de cocodrilos para que ellas tomen las decisiones pertinentes.
Este avance en el conocimiento del uso del espacio permite desarrollar reintroducciones más ajustadas a la realidad teniendo en cuenta las capacidades logísticas y financieras de las instituciones que opten por continuar con la conservación del cocodrilo a través la reintroducción.