Manizales debe garantizar protección de laderas
En las zonas urbanas afectadas por las fuertes lluvias en la capital de Caldas, además de las altas pendientes y de los frágiles suelos, convergen circunstancias antrópicas (por parte del hombre) relacionadas en especial con la ocupación conflictiva de laderas de protección y cauces periurbanos.
MANIZALES— Agencia de Noticias UN-
Así lo explicó Gonzalo Duque Escobar, profesor de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Manizales y miembro del Consejo Territorial de la ciudad, al referirse a la emergencia ocurrida en la noche del martes 18 y madrugada del miércoles 19, que cobró por lo menos 16 vidas y dejó 75 viviendas arrasadas y 400 familias afectadas.
Según el docente, “por décadas, con el modelo de ocupación del territorio, la debilidad institucional y la falta de herramientas normativas y tecnológicas orientadas a resolver dicha problemática se ha venido construyendo la vulnerabilidad del hábitat que explica la tragedia”.
En la ladera de Sancancio (el cerro tutelar de la ciudad), la sustitución del bosque primario por coberturas agroforestales ocasionó que la abundante lluvia, que no pudo ser retenida por la vegetación, se transformara en torrentes que erosionaron el suelo para producir un deslave cuyas peores consecuencias se dieron en el barrio Aranjuez, donde se repitió lo vivido en Mocoa.
A raíz de lo anterior, el profesor Duque Escobar destaca que en el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de Manizales se deben contemplar los instrumentos normativos suficientes para restarle la presión antrópica a las frágiles laderas, que son las zonas de protección de la ciudad.
De igual manera es necesario replantear el alcance y la cobertura de los estudios geotécnicos y de los factores de seguridad para ajustarlos a los nuevos periodos de retorno de las amenazas climáticas, dada su exacerbación asociada con el calentamiento global.
Otros desafíos
La gestión ambiental del riesgo hidrogeológico en Manizales es de largo aliento: en los años setenta la migración del campo a la ciudad por la revolución verde llevada con el monocultivo del caturra (café) a las zonas cafeteras, propició el surgimiento de asentamientos no planificados que hoy, 40 años después, se encuentran consolidados.
A pesar de los esfuerzos de reubicar zonas subnormales como La Playita y El Nevado, existe una deuda ambiental que, por las nuevas dinámicas del clima andino, obliga a extremar los esfuerzos. Esto se debe a que aunque los instrumentos de monitoreo liderados en la U.N. para producir alertas tempranas y otros desarrollos tecnológicos para controlar la erosión han sido exitosos, todavía no son suficientes. De ahí que la investigación en el alma mater continúen.
El profesor Duque recomienda controlar las prácticas perversas que se expresan en el mercado del suelo en las zonas de protección de la ciudad y en la invasión de los cauces en los que se destruyen los agentes de conectividad biológica.
En opinión del docente, se debe implementar la plusvalía urbana para hacer viable un POT que pueda llevar infraestructura ambiental y asegurar las zonas ya intervenidas, lo cual supone ponerle límite a los procesos de especulación del suelo.
Para atender las demandas socioambientales asociadas con la fragilidad del medio citadino y rural en la ecorregión cafetera, este desastre deja como lección que no solo se debe reconocer la falta de adaptación ambiental a los fenómenos naturales, sino también la necesidad de implementar un modelo urbano más verde y más humano, pensado desde la perspectiva antropocéntrica y no solo para el hombre.