Felipe A. PriastOpinón

LOS HIJOS DE DOÑA PETRA CONTRAATACAN

Doña Petra Cotes Buendía, nuestro personaje ficticio que representa a los adultos mayores, tiene tres hijos: Fermina, su hija mayor que vive en Canadá; Próculo, su segundo hijo, quien vive en España; y Tulia, la menor de los tres, quien vive en Cartagena.

Tulia está casada con un cartagenero medio haragán llamado Rodolfo “El Güicho” Lecompte.
El Güicho Lecompte es de esos carajos que nunca estudiaron nada, ni se graduaron de nada, pero que, gracias a sus buenas conexiones y apellidos, le alcanzó para levantarse a Tulia, quien se dejó seducir por la pantalla y el exhibicionismo del Güicho, un maestro de la parla y la habladera de mierda.

El Güicho es de esos carajos que siempre andan faltos de billete y atrasados con los pagos de todo. Si no es el colegio de los pelaos, es el arriendo, la luz, la cuota del carro, etc.
El Güicho, sabiendo que la casa de doña Petra en Barranquilla vale una buena suma, convence a su suegra y a Tulia para que doña Petra venda la casa y se pase a vivir con ellos en Cartagena. El argumento del Güicho es que en su casa no va a estar sola y que va a poder disfrutar más de sus nietos.
Marielita, la hija de la mejor amiga de doña Petra y su más buena consejera, le ha dicho que tome una hipoteca inversa, pero doña Petra se deja convencer de su hija Tulia y del Güicho, y vende la casa y se va a vivir a Cartagena.
La plata de la venta de la casa la invierte en bonos de renta fija, y la rentabilidad que le dan estos bonos, más la pensión que le dejó su marido, resultan más que suficientes para vivir confortablemente en la casa de Manga de su hija y el Güicho Lecompte.

El primer año todo va bien y doña Petra se siente contenta de estar con su hija, aunque varias veces ha tenido que lidiar con las marimondas del Güicho cuando este se emborracha, en especial, últimamente, pues el negocio del Güicho se ha visto afectado por la recesión. Cada vez más doña Petra tiene que asumir los pagos de la casa, y no pocas veces ha tenido que pagar el arriendo en su totalidad para ayudar a su agobiada hija.

Un día, el Güicho se le presenta a doña Petra en su cuarto con una propuesta de negocios. “Doña Petra”, le dice el Güicho, “¿por qué no invierte parte de su plata conmigo en un negocio de fritos Gourmet que estoy montando con un amigo?”. Con su parla característica, el Güicho convence a doña Petra para que le de $50 millones para su negocio de fritos gourmet, prometiéndole el cielo de tasa de retorno. “¡Esta vaina va a ser un éxito, suegrita, no se arrepentirá!”, le dice el Güicho, y sin firmar nada, doña Petra se mete en el riesgoso negocio de los fritos gourmet.

Al cabo de un año el negocio de fritos gourmet quiebra, y los 50 millones de doña Petra se pierden. Pero eso no desanima a Güicho, que vuelve a la carga y le pide $30 millones más a doña Petra dizque para montar una piara de cerdos en Turbaco.
Un año después, el criadero de cerdos del Güicho también quiebra, y se pierden los $30 millones.
Para rematar, tanto el Güicho como Tulia han cogido a doña Petra de “nana”, y la tienen cuidando a los pelaos todo el tiempo mientras los dos trabajan, quitándole libertad a doña Petra para hacer lo que a ella le gusta.

Al cabo de 5 años viviendo con Tulia y el Güicho, ya no le queda ni un peso de la venta de la casa a doña Petra, quien tiene que coger un avión rumbo a Canadá, en donde la espera un sótano frío en la casa de su otra hija, Fermina.

Moraleja: Las 3 claves para una ruina segura son: (1) Tener finca de recreo; (2) Tener un hijo “inteligente”; (3) Tener un yerno “con ideas”.
Un adulto mayor con dinero en el banco es blanco de todos los familiares más “llevados” que saben que esa persona tiene ese dinero. Los principales depredadores de los ancianos en Colombia no son los bancos, son, por lo general, los miembros de su familia inmediata y de su círculo más cercano. Con el chantaje emocional de la “soledad” y la “cercanía de sus nietos”, muchos de estos ancianos terminan subsidiando los hogares de sus hijos buenos para nada o fracasados.
Si doña Petra hubiera escuchado a Marielita, hubiera acabado sus días de mejor manera.

A un viejo con plata, no le faltan goleros.

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