Seguridad alimentaria une a afros e indígenas en Tumaco
Tanto los awá como los afrodescendientes han jugado un papel clave en la elaboración del Plan Alimentario y Nutricional Indígena y Afro de Tumaco (Paniat), con el que se busca mitigar la problemática de este municipio del Pacífico, donde, por ejemplo, el 36,3 % de las familias no consume alimentos en una de las tres comidas del día.
Antes las dos etnias no trabajaban de la mano, pues imperaban las barreras culturales: “que la lengua… que ellos son muy tímidos y nosotros muy bullosos”, según le comentaron algunos afros a Fabián Ardila Pinto, magíster en Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.).
Precisamente fue posible unirlas gracias al trabajo de la U.N. –mediante el Observatorio de Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Obssan)– y la Fundación Global Humanitaria, entre otros sectores de la población civil y las autoridades.
Para ello, se organizaron encuentros gastronómicos en los que afros descubrieron platos indígenas y viceversa. Allí, conversando, se dieron cuenta de que sufrían por el mismo problema: la inseguridad alimentaria, que es del 65 % en el Pacífico colombiano según la última Encuesta Nacional de Situación Nutricional en Colombia (Ensin).
De esta manera se fueron superando algunas tensiones iniciales, ya que la comunidad civil pensaba que se trataba de otro de los tantos proyectos que llegan hasta la zona, sacan información, se van y jamás regresan.
La estrategia de la U.N. y Global Humanitaria fue crear un espacio –la Escuela de Gestores y Notificadores en Seguridad Alimentaria y Nutricional– en el que mucha gente notó que dicho concepto no significa que las autoridades regalen comida, sino que ellos mismos, ante la inestabilidad institucional, comiencen a gestionar alternativas autosostenibles.
Así, afros, indígenas, estudiantes, líderes, madres comunitarias y gremios, entre otros sectores de la sociedad, se empoderaron del Paniat, que, desde la comunidad, fue tomando cuerpo para luego concertarse con las autoridades municipales y departamentales.
“Se trata de una política diferente a las que se han venido planteando en Colombia. La participación ciudadana fue determinante. El Paniat se creó de abajo hacia arriba, cuando generalmente los planes de seguridad alimentaria del país se han impuesto de arriba hacia abajo”, explica el magíster Ardila, quien viajó dos veces a Tumaco para adelantar el trabajo de campo, es decir las entrevistas a profundad que sustentaron sus conclusiones.
En ese contexto, el investigador resalta el papel de la U.N. para oficiar como puente entre la comunidad civil y las autoridades.
Cuatro años después de formular la iniciativa, una buena noticia es que la comunidad sigue unida alrededor del Paniat, gestionando espacios y recursos con el fin de implementarlo de manera paulatina.
Sin embargo, algo que preocupa tiene que ver con la inestabilidad institucional que se vive día a día en un municipio afectado por el narcotráfico, las bandas criminales, la delincuencia común y la extracción de recursos naturales, lo cual “dificulta la implementación de una política que es un tesoro para los tumaqueños”, concluye el magíster Ardila.