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Población minera de Boyacá percibe menor calidad de vida

Al evaluar la percepción de calidad de vida de los habitantes de las zonas mineras de explotación de carbón y los de las zonas agrícolas, se encontró que esta es menor en los primeros.

Este es uno de los resultados de la investigación adelantada por José Leonardo Cely, magíster en Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), quien contrastó los municipios boyacenses de Samacá y Paz del Río –dos de las zonas carboníferas más grandes del departamento– con los de Ráquira y Sativasur, que se dedican a actividades agrícolas.

El estudio forma parte de un proyecto de extensión adelantado entre el Instituto Colombiano de Geología y Minería (Ingeominas) y el Instituto de Salud Pública de la U.N., cuyo objetivo es caracterizar las condiciones de la población minera.

Se aplicaron 228 encuestas, 151 a habitantes de municipios de explotación de carbón y 78 de municipios con actividades agrícolas, quienes respondieron un test sociodemográfico y la encuesta conocida como SF36, en la que se indaga acerca de la salud de las personas para saber cómo se sienten y qué tan bien pueden hacer sus actividades cotidianas.

“Allí también se indagó sobre las actividades económicas de sustento para las familias, y las relaciones de esparcimiento y con el entorno”, agregó el investigador Cely.

Los resultados evidenciaron que la percepción de la calidad de vida relacionada con la salud es menor en los habitantes del área de explotación del carbón frente a los habitantes de zona agrícola, solo con diferencia estadística en la percepción general de la escala y sin diferencia por cada una de las escalas.

Los resultados de la prueba fueron estratificados por zona y sexo; grupo de edad; nivel educativo; área de procedencia, e ingreso socioeconómico. Las mujeres, los dominios de energía, la fatiga y el bienestar emocional fueron superiores en la zona con intervención minera, con diferencias estadísticamente significativas entre las dos zonas.

“Ser de una zona rural o de un municipio con actividad extractiva se relacionó con una peor percepción de la calidad de vida”, confirmó el magíster Cely.

Al comparar la zona de explotación y los grupos de edades –divididos entre jóvenes (18 a 31 años), adultos (32 a 65 años) y adultos mayores de 65 años–, se encontró que entre los jóvenes existen diferencias relacionadas con el funcionamiento social y las limitaciones para las actividades cotidianas, debido a la salud física.

También fueron evidentes las diferencias en la percepción del dolor entre las personas adultas de las dos zonas, siendo más alta en los que viven en una zona con explotación minera. Esto quiere decir que “quienes viven en zonas donde se lleva a cabo esta actividad extractiva tienen menor percepción de afectación por el dolor, lo que hace pensar que son más resistentes, y tiene que ver con las condiciones del trabajo que desarrollan”, precisó el investigador.

En el grupo de los adultos mayores, la calidad de vida en general es percibida como menor en la zona con explotación minera. Además las personas que viven en estas zonas tienen menores ingresos económicos que quienes no dependen de las actividades extractivas.

Con los resultados del trabajo se busca marcar la pauta para la construcción de una política pública relacionada con la formalización del trabajo minero. “La evaluación real de las condiciones de salud de las personas que se dedican a la actividad extractiva del carbón permite generar programas de intervención sobre las condiciones puntuales de salud de estas personas”, concluyó.

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