Pintar, leer y jugar para sanar. Aulas hospitalarias, salas de desarrollo para la creatividad.
Alguna vez todos hemos estado en un hospital. Para la mayoría, la primera vez ocurre cuando el llanto da cuenta que una nueva vida ha llega a este mundo. Así, el comienzo de nuestra historia ocurre en una institución clínica u hospitalaria.
Luego, a lo largo de nuestra existencia, habremos de poner nuestros pies en un hospital. Unos más y otros menos, unas veces porque requerimos un procedimiento médico, otras porque debemos visitar a algún familiar o amigo que se encuentra recluido debido a un quebranto de salud, en fin, por diferentes razones estaremos en un hospital.
El silencio, el aire frío, el sonido metálico de los carritos en los que trasladan los alimentos o el instrumental para tomar muestras, aplicar medicamentos o controlar los procedimientos en las historias médicas, caracterizan el ambiente hospitalario.
Probablemente, pocos podrían decir que un hospital también puede ser un lugar lleno de color, de risas, letras y diversión. Sin embargo, ello ocurre en Medellín y no es cuando vemos la película “Patch Adams”; aquella famosa historia del médico que por medio del humor busca mejorar la condición de los pacientes.
Juegos, color y letras que ayudan a sanar.
Si algo es eterno es el tiempo en un hospital. A pesar de los televisores, los libros, las visitas o el dormir, la sensación es que el tiempo corre lentamente. En el caso de un adulto, si bien no es más sencillo, podría pensarse que comprende bien que su condición así lo requiere.
Sin embargo para un niño esto puede significar algo peor que el más duro de los castigos impuestos por portarse mal. Una habitación en silencio, una cama extraña, los medicamentos amargos o el dolor de una inyección, el estar lejos de sus amigos, todo ello es una dura prueba, no solo para ellos sino para sus padres o cuidadores.
Pensando en ello, desde 2013, el Hospital Infantil Concejo de Medellín concibió un programa con el propósito de que los niños tuvieran un espacio diferente a su habitación o la sala de recuperación durante su enfermedad. Desde el médico, hasta la nutricionista, desde el trabajador social hasta el personal de enfermería, todos ponen su grano de arena para que la atención de un pequeño, sea menos triste para él y su familia, y que el proceso de recuperación se dé de una forma diferente, al tiempo que se fortalecen los vínculos afectivos entre el niño y su cuidador.
Al programa, poco a poco, se han vinculado otras entidades e instituciones haciéndolo. En este sentido, y con la efectiva articulación con la Secretaría de Educación, hoy hablamos de “Aulas hospitalarias, que permiten a los pequeños continuar con su proceso escolar sin interrupciones, gracias a espacios locativos y procedimientos diferentes, de puertas abiertas, que dan un nuevo enfoque a la atención que brinda la institución hospitalaria a sus pequeños pacientes.
Diferentes espacios, con dotación específica, esto es, computadores, tabletas, un proyector, sistema de sonido, sillas, mesas y material lúdico, permiten promover el aprendizaje con el apoyo de la red de pedagogos de la Secretaría de Educación de Medellín, a fin de garantiza la continuidad del proceso de formación de cada niño según sus necesidades académicas, evitando así la desescolarización debido al padecimiento de una enfermedad.
Cabe anotar que al Hospital Infantil Concejo de Medellín llegan 4 mil niños y niñas mensualmente para ser atendidos, de los cuales aproximadamente 600 son hospitalizaos. Estos niños y sus familias son los beneficiarios del programa, el cual es gratuito y de puertas abiertas para quienes deseen participar de sus actividades.
Hoy día, teniendo en cuenta que cuando hay un niño enfermo, hay una familia enferma, las “Aulas Hospitalarias” permiten no solo garantizar la continuidad educativa de los menores internados, sino ser “salas de desarrollo” como las concibe el hospital, en las cuales el niño puede crear, jugar, experimentar, y sobre todo sanar.
Igualmente permite crear redes de apoyo entre los padres o cuidadores de éstos, facilitando el aprendizaje sobre la enfermedad, sobre su cuidado y estrechando los lazos entre madre e hijo, dado que mediante las diversas actividades, ellas descubren otras habilidades, intereses y capacidades que, en ocasiones, desconocían.
En particular, las madres también son “atendidas” en el aula. Este es un espacio que permite bajar la tensión emocional que sufren y darles un poco de tranquilidad y de comodidad durante el tiempo de hospitalización. Cambiar la habitación o la sala de atención, por un espacio lleno de color, actividad, sonrisas, modifica su estado anímico, afectado por la enfermedad de su pequeño, por uno que les permite relajarse, compartir y descubrir nuevas habilidades en sus pequeños.
Así, al compartir estas actividades, descubren que sus pequeños pueden escribir en otro idioma, cantar, o pintar. Al saberlo, y dado que cuentan con el acompañamiento de personal de la Secretaría de Educación, pueden aprovechar otros programas como el de Educación Complementaria, para fortalecer estas aptitudes y potenciar sus habilidades en áreas que van desde el bilingüismo a la robótica.
Un ejemplo es Angie. Ella es la mamá de Melanie Cartagena, quien ha estado internada en varias ocasiones por una patología que está afectándole el riñón. Para Angie el programa ha sido de significativa importancia, ya que no solo acompaña a su niña, sino que participa de las actividades y comparte con las otras mamás, haciendo que el tiempo pase más rápidamente.
Desde la visión de los pequeños pacientes el programa es una experiencia que los llena de alegría. José David Estrada es un ejemplo de ello. Con 9 años, presenta una afección en su talón producto de una caída lo cual le ha obligado a estar internado 22 días. José celebró su cumpleaños en el hospital, estudia en el San Vicente de Paúl y cursa séptimo grado. Él, quien por primera vez participa del programa, disfruta de las diferentes actividades que la jornada tiene para él. Ello le permite cambiar su habitación, donde debe permanecer con niños más pequeños, por un espacio lleno de color donde puede jugar y divertirse.
En la jornada lo acompaña Juan Calle, mentor pedagógico de la Secretaría de Educación, quien es responsable de generar un nuevo modelo pedagógico a partir de lo mucho e increíble que pueden enseñarles estos niños a los adultos, a través de vivir una experiencia desde la autonomía para generar un nuevo aprendizaje.
Pero la acción educativa con niños que padecen una condición de enfermedad trasciende las paredes de estas aulas hospitalarias o salas de desarrollo. La gestión educativa de la Alcaldía de Medellín llega hasta los hogares.
Este es el caso de Logan Andrés, quien presenta una condición de inmunodeficiencia la cual le impide incluso salir de su casa para atender el proceso educativo en una institución formal. Ello afecta no solo su formación académica, sino, y en forma mucho más compleja, su relacionamiento pues no puede entrar en contacto con otras personas sin que ellas cumplan rigurosas medidas de bioseguridad, a fin de que su condición de salud no se vea afectada.
Hoy, Logan, recibe acompañamiento desde la Secretaría de Educación, en materia educativa y psicológica, lo cual le permite aprender, acompañado por su hermana, y explorar el tema que le apasiona: la química. Aunque sabe que tiene todavía mucho que investigar, él quiere ver cómo las cosas pueden hacerse grandes o pequeñas. Por ello investiga en google y también en youtube.
Este proceso también le permite hacer amigos, ya que antes no tenía ninguno, aprender cómo comportarse, dibujar a su familia y reconocer el valor que ella tiene en su proceso de enfermedad.
Hoy Logan y su familia están felices. Además de aprender, hace amigos, recibe las visitas de las tutoras y cambia el encierro al que lo somete su enfermedad por el contacto abierto con el mundo gracias a las tecnologías digitales. Ello ha mejorado su comunicación y como lo señala su mamá, le ha permitido ser más abierto con la gente, dice lo que siente y aprende a manejar la condición de enfermedad.
Por eso, pintar, leer y jugar, aprender y compartir en las aulas hospitalarias, y más allá, en las casas cuando las condiciones de enfermedad así lo exigen, es mucho más importante que los medicamentos, a la hora de sanar.