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Más vale prevenir las demencias, porque no se pueden curar

Juan Ignacio Pérez Iglesias, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

La revista The Lancet publicó en 2017 un informe titulado Dementia prevention, intervention and care (“Prevención, intervención y cuidado de la demencia”). Identificaba los siguientes nueve factores de riesgo para las demencias: escasa educación, hipertensión, pérdida auditiva, consumo de tabaco, obesidad, depresión, inactividad física, diabetes y escasas relaciones sociales.

En el informe con el mismo título publicado en 2020 se han añadido tres factores de riesgo adicionales: consumo de alcohol excesivo, lesiones encefálicas traumáticas y contaminación atmosférica.

Considerados en conjunto, los doce factores de riesgo dan cuenta de aproximadamente el 40 % de las demencias diagnosticadas en el mundo y que, en teoría, podrían prevenirse o retrasarse. Según los autores hay un gran potencial para la prevención, sobre todo en los países de medio y bajo nivel económico, que es en los que más demencias hay.

El informe introduce una dimensión temporal muy interesante para dar cuenta del modo secuencial en el que actúan los factores de riesgo a lo largo de la vida. Es un aspecto importante porque, dependiendo de la posición de cada factor en esa secuencia, las posibles medidas preventivas han de tomarse en diferentes etapas de la vida.

Diferentes medidas en diferentes momentos

Contra el déficit educativo, factor al que se atribuye un 7 % de las demencias, ha de actuarse en los primeros años, porque afecta a la reserva cognitiva de las personas. Esta es, por así decir, la inversión en capacidad cognitiva y conocimiento de la que pueden hacer uso. Cuanto mayor es esa reserva, más tiempo se puede mantener una persona a salvo de los efectos de las demencias.

En edades intermedias adquieren importancia los factores de riesgo que están en la génesis de patologías neuronales que pueden desembocar en demencia más adelante. Por esa razón debe recomendarse el uso de audífonos para que quienes lo necesiten puedan mantener niveles aceptables de audición: al déficit auditivo se le atribuye un riesgo del 8 %. También deben tomarse medidas que minimicen las lesiones encefálicas (3 % del riesgo), que ayuden a mantener la presión arterial por debajo de los valores recomendados (2 %), que reduzcan el consumo de alcohol (1 %) y que prevengan o combatan la obesidad (1 %).

Otros factores, aunque de origen anterior, inciden en mayor medida en las etapas últimas de la vida. El tabaquismo (5 % del riesgo) no se adquiere a edades avanzadas, pero es entonces cuando más daño causa, por lo que es también cuando se debe evitar su incidencia. Nunca es tarde para dejar de fumar.

El 2 % de las demencias se asocia a la inactividad física, factor que también suele tener origen en etapas anteriores de la vida, aunque se acentúe con la edad. Por ello, es recomendable promover el ejercicio físico porque tiene efectos protectores debidos, posiblemente, a que previene la obesidad, la diabetes (1 % del riesgo) y la hipertensión. También la contaminación atmosférica (2 %) ejerce sus efectos negativos durante etapas anteriores, pero es durante los últimos años cuando son más susceptibles de provocar demencias.

La depresión, vinculada al 4 % de las demencias, es un factor problemático, porque no está clara la dirección de la relación causal. En todo caso, dado que sus posibles consecuencias negativas se producen durante la vejez, conviene ser tratada, incluso aunque tenga origen en una etapa anterior. El aislamiento social también es un factor característico de edades avanzadas y a él se atribuye otro 4 % del riesgo.

Decimos que más vale prevenir que curar porque no hay mejor remedio que la prevención. Pero dado que ni siquiera pueden ser curadas, para las demencias no hay alternativa a la prevención.


La versión original de este artículo fue publicada en el Cuaderno de Cultura Científica de la UPV/EHU.The Conversation


Juan Ignacio Pérez Iglesias, Presidente del Comité Asesor de The Conversation España. Catedrático de Fisiología, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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