Los incendios no siempre son el enemigo: cómo beneficia el fuego a los ecosistemas y los humanos
Jose V. Roces-Díaz, Universitat Autònoma de Barcelona y Cristina Santín, Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (UniOvi-CSIC)
Durante las últimas semanas, y como todos los veranos, hemos visto arder árboles, matorrales y hasta casas en diferentes países (Grecia, Turquía, EE. UU., Rusia, etc.). El fuego consume la vegetación a una gran velocidad y altera procesos imprescindibles para los ecosistemas. Por ejemplo, la circulación y retención de agua. Además, puede llegar a suponer una amenaza para la seguridad de las personas, como ha sucedido recientemente en California, donde miles de residentes han tenido que ser evacuados.
Además, procesos ligados al cambio global parece que nos están conduciendo a una era donde los incendios son diferentes a los que estamos acostumbrados.
Durante décadas, las investigaciones sobre el fuego se han centrado en caracterizar sus impactos negativos. A pesar de estos, el fuego es parte fundamental de los ciclos de la naturaleza y de los patrones de biodiversidad.
Otros efectos que podríamos considerar neutros o incluso positivos han sido mucho menos estudiados. En los últimos tiempos, el papel del fuego como elemento imprescindible y natural para muchos ecosistemas es cada vez más reconocido. Sin embargo, siguen faltando trabajos integradores que contemplen el papel del fuego desde diferentes perspectivas ecológicas y sociales.
Efectos del fuego en ecosistemas forestales
La sociedad obtiene un gran número de beneficios de la naturaleza en general, y de los bosques en particular. Estos beneficios, que se dan tanto de forma directa como indirecta, se conocen como servicios ecosistémicos. Los servicios ecosistémicos incluyen, por ejemplo, el aprovechamiento de madera para construcción, la provisión de agua para consumo humano y el sentimiento de bienestar que obtenemos tras dar un paseo por el bosque.
Los servicios ecosistémicos que aportan los bosques dependen tanto de sus características: su productividad, su diversidad biológica o su estructura, como de factores externos que les afectan, como, por ejemplo, las perturbaciones. Entre estas perturbaciones, los incendios son una de las más conocidas y estudiadas. El fuego consume grandes cantidades de biomasa vegetal, modificando la composición y estructura de los bosques, y tras su paso, los ciclos hidrológicos o de nutrientes se ven muy alterados. Por tanto, es evidente que el fuego afecta a los servicios ecosistémicos de los bosques. Pero, ¿cómo?
Durante las últimas décadas, un gran número de investigaciones han estudiado por todo el mundo los efectos que el fuego produce en el medio ambiente. Nosotros, ahora, hemos querido evaluar en conjunto y con una perspectiva global esos estudios previos.
En un trabajo de revisión, hemos analizado más de 200 estudios publicados en los últimos 30 años en relación con efectos del fuego en indicadores de ocho servicios ecosistémicos. Encontramos que los efectos en la fertilidad del suelo, en las reservas de carbono y en los ciclos hidrológicos están entre los más estudiados. Sin embargo, otros servicios de gran relevancia, como la provisión de alimentos (por ejemplo, las setas) o los de tipo cultural (por ejemplo, el uso recreativo que hacemos de los bosques) han sido mucho menos estudiados (figura 1).
Los trabajos considerados se han focalizado fundamentalmente en bosques mediterráneos, templados y boreales del hemisferio norte (en países como Estados Unidos, España o Australia). Sin embargo, fueron escasos en otras regiones del mundo, donde los ecosistemas forestales también son parte fundamental y donde el fuego es un agente clave (como en algunas áreas tropicales o subtropicales del África subsahariana o Sudamérica).
Respecto al tipo de impactos encontrados, nuestros resultados han mostrado que, en muchos servicios, los efectos negativos fueron los predominantes. Aunque también se encontraron, en algunos casos, efectos de tipo neutro e incluso algunos de tipo positivo, como por ejemplo en la fertilidad del suelo o la provisión (escorrentia) de agua, que a corto plazo puede aumentar tras el paso del fuego (figura 2).
Beneficios de los incendios
Nuestro estudio también pone de manifiesto que, al menos hasta ahora, el fuego ha sido tratado generalmente como un enemigo al que hay que eliminar. En muchos países del mundo han existido y existen políticas de eliminación total del fuego. En España, recordamos las campañas del “todos contra el fuego”. Fueron desarrolladas desde el (extinto) Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA), y fueron ampliamente difundidas durante las décadas de 1980 y 1990.
Sin embargo, el fuego es un proceso ecológico. Es un agente clave en la evolución de numerosas especies, y paisajes de todo el mundo dependen de él. En muchas regiones, los incendios son parte de los ciclos naturales y los bosques están adaptados a ellos.
Por eso, el estudio de los efectos del fuego debe hacerse de acuerdo con las condiciones específicas de cada región, incluyendo amplias tipologías de procesos, y contemplando periodos temporales lo suficientemente largos para conocer si estos efectos se mantienen (o no) a largo plazo.
Aunque también cabe indicar que procesos ligados al cambio global están modificando los regímenes de incendios que conocíamos. Por ello, cuando estudiemos estos efectos, este fenómeno también deberá ser tenido en cuenta.
Más allá de la importancia ecológica del fuego, en los últimos tiempos algunos investigadores están revindicando su papel como suministrador de diferentes servicios. Por ejemplo, generando y manteniendo espacios abiertos que son clave para el aprovechamiento ganadero, o mitigando el impacto de incendios futuros de mayor intensidad mediante la reducción de la cantidad de combustible disponible.
Consideramos que este tipo de aproximaciones son, además de enriquecedoras, fundamentales para entender mejor cómo el fuego se relaciona con los paisajes, y para poder minimizar los efectos negativos que pueden tener en nuestro bienestar.
Jose V. Roces-Díaz, Investigador postdoctoral (JdC-I) en ecosistemas forestales y sus servicios en el CREAF, Universitat Autònoma de Barcelona y Cristina Santín, Investigadora Ramón y Cajal, Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (UniOvi-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.