Las mujeres luchan por sus derechos en un Afganistán devastado
– Balas, bombas y muerte. Niños llorando por comida, civiles que luchan por sobrevivir, mujeres que no pueden salir de sus hogares libremente. Cuando no se está bajo el asedio de bombas y minas terrestres, los afganos comunes sufren de hambre, peligros naturales y pobreza.
Cada día es una guerra y cada día la gente pierde la vida. Esto es Afganistán hoy, y una realidad con la que muchos en todo el mundo pueden identificarse.
El conflicto en Afganistán ha afectado especialmente a las mujeres y las niñas. Más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y afecta especialmente a la población femenina.
En este devastado país enclavado en el corazón de Asia, 70% de las mujeres son analfabetas, 87% han sufrido al menos una experiencia de violencia de género y 35% de las niñas se ven obligadas a casarse antes de los 18 años. Además las mujeres y las niñas tienen menos acceso a la educación, a los servicios y a la salud, especialmente en las zonas rurales.
También son mujeres y niños la mayoría de los cuatro millones de desplazados internos.
Y todos estos problemas solo han empeorado con la pandemia de covid-19 y sus impactos.
Además, nuestra sociedad civil está amenazada, acosada y agredida y no existen medidas para su protección. A mediados de septiembre, la embajada de Estados Unidos en Kabul informó de un mayor riesgo para las mujeres, incluidas las activistas de derechos humanos y las mujeres en el gobierno.
A pesar de estos desafíos, la gente también ha trabajado incansablemente para mejorar este país. Hoy, muchas de nuestras niñas pueden ir a la escuela sin miedo. Hay heroínas como Shamsia, la hija de un minero del carbón, que obtuvo el primer lugar en el examen nacional de ingreso a las universidades de Afganistán.
Hay medios de comunicación libres y una constitución que protege los derechos de las mujeres y las minorías étnicas y religiosas. Las mujeres ya no son fusiladas o apedreadas públicamente en los estadios de Kabul, encarceladas en sus casas u obligadas a llevar “burkas” o zapatos que no hagan ruido, como hace 20 años.
Hoy, las mujeres afganas están ganando respeto y reconocimiento a medida que comienzan a prosperar en todos los ámbitos de la vida, como doctoras, taxistas y cineastas.
Las mujeres en Afganistán también son ministras, mujeres que, bajo el régimen talibán fueron privadas de los derechos más básicos a la educación, el empleo y la libertad de movimiento. Hoy en día, están en condiciones de influir en las políticas y dar forma al futuro de nuestra nación.
Gran parte de este cambio se debe únicamente al papel que desempeñaron las mujeres en la defensa de sus derechos durante las últimas dos décadas.
La creciente participación de las mujeres en la vida pública y política ha cambiado las normas y expectativas sociales dañinas en torno a nuestro papel en Afganistán. La sociedad afgana actual está lista para ver a las mujeres liderar este país hacia el futuro.
A pesar de los grandes avances que logramos, se sabe que las conquistas obtenidas con tanto esfuerzo pueden ser arrebatadas sin previo aviso.
Los amargos recuerdos del gobierno de los talibanes (1996-2001) persiguen a la sociedad a diario.
Estas experiencias siguen siendo una realidad para muchas mujeres y niñas que viven en zonas controladas por los talibanes (fuerza insurgente determinante en ellas). En esas áreas pocas niñas pueden asistir a la escuela después de la pubertad, el acceso a la información es limitado y la libertad de expresión está severamente restringida.
Finalmente, tras muchos retrasos, se produjo en el país un todo un hito, con el comienzo el 12 de septiembre de las conversaciones de paz intra-afganas (un diálogo entre el gobierno de Kabul y la insurgencia talibán, que se realiza en Doha, con la mediación de Washington).
En esas negociaciones se escenifica un avance para la población femenina afgana aunque sea insuficiente: la presencia de cuatro mujeres en el equipo negociador del gobierno (del presidente Ashraf Ghani Ahmadzai).
El historial de Afganistán de incluir a las mujeres es pésimo: entre 2005 y 2020, las mujeres fueron excluidas de casi 80% de las reuniones y negociaciones de los intentos de paz.
Dada la resistencia profundamente arraigada de los talibanes a la inclusión formal de las mujeres en los procesos pasados, y el reciente ataque contra una de las mujeres del equipo de negociación del gobierno, nos preocupa que los derechos de las mujeres se utilicen como moneda de cambio entre los talibanes y el gobierno.
Esto socavaría nuestros derechos fundamentales e ignoraría nuestras necesarias contribuciones al futuro de este país. La paz no puede llegar a costa de los derechos de las mujeres. Todo lo que Afganistán ha logrado en este aspecto podría echarse por tierra.
Por eso, instamos a la comunidad internacional, incluidas las instituciones globales y regionales, los Estados miembros de la ONU y los países donantes, a que ejerzan su responsabilidad de garantizar que ninguna de las partes involucradas, incluidos los talibanes, restrinja los derechos humanos, las libertades civiles o la ciudadanía de las mujeres en forma alguna.
La presión política de la comunidad internacional se puede utilizar eficazmente para promover la protección de los derechos de las mujeres y nuestra participación formal y directa en las conversaciones y los procesos posteriores de construcción del Estado. La participación amplia y significativa de las mujeres en el proceso de paz es fundamental tanto para la paz como para el destino de las mujeres afganas.
En el Consejo de Seguridad de la ONU, hice a nombre del Grupo de Trabajo de ONG sobre Mujeres, Paz y Seguridad (que funciona dentro de ese organismo) demandas específicas (en un debate el 29 de octubre), para que los líderes usen su influencia en este espacio clave de toma de decisiones para enfatizar y complementar el trabajo que están haciendo las mujeres líderes están haciendo en primera línea en todo el mundo.
Les solicitamos que exigieran un alto el fuego inmediato, que insistieran en los derechos y la participación de las mujeres como parte de conversaciones de paz inclusivas, que garantizaran la seguridad de los defensores de los derechos de las mujeres, y más.
Les recordamos que 20 años de compromisos y resoluciones del Consejo de Seguridad no han cambiado sustancialmente la realidad de las mujeres en Afganistán, o en Yemen, Siria, República Democrática del Congo o Sudán. De hecho, en todos los países que están en la agenda del Consejo de Seguridad.
Incluso los modestos avances de los últimos 20 años están siendo atacados. En el Grupo de Trabajo observamos cómo se socavan peligrosamente los derechos, la salud, la igualdad y la inclusión de las mujeres.
Apenas la última semana de octubre, la sociedad civil y los defensores de los derechos de las mujeres pudieron evitar una resolución del Consejo de Seguridad innecesaria y potencialmente peligrosa liderada por Rusia.
Las mujeres lideresas, sus organizaciones y sus aliados observan de cerca cómo actúan los dirigentes en estos momentos para ver qué apoyo pueden esperar mientras enfrentan desafíos a la igualdad y la inclusión en nuestros propios países.
Una vez más, nos vimos obligadas a esperar que quienes están en posiciones de poder lo ejerzan y demuestren que están en sintonía con las mujeres que han asumido el protagonismo en liderar e impulsar la paz en sus comunidades.
Nuestros derechos no deberían estar todavía en debate, pero nos alivia observar que la mayoría de los Estados miembros del Consejo de Seguridad se mantienen firmes contra la erosión de los derechos, la inclusión y la igualdad de las mujeres.
Aunque las mujeres han sufrido durante mucho tiempo la guerra, la violencia y la exclusión, no somos víctimas. Hemos luchado durante décadas por nuestros derechos y no nos quedaremos sentadas a ver como se desperdician nuestros logros.
Es igualmente responsabilidad de la comunidad internacional apoyar a las mujeres de Afganistán y de todo el mundo cuando exigimos nuestro puesto en la mesa negociadora y un futuro seguro, igualitario y justo.
T: MF/RV:EG
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