Desde lo simpleOpinón

La muerte de alguien = entretenimiento del día

Paulo Cohelo tiene un frase que retumbó en mis oídos hoy en la tarde: “La burla del dolor ajeno, sólo demuestra la pobreza y miseria humana.” Creo que vivimos en una sociedad sumida en la miseria de los valores.

Estaba en la oficina y de pronto escucho a una señora decir: “me estaban mostrando un vídeo de una niña de 14 años que se tiró de un edificio, que vaina tan espantosa”. Esas palabras abrieron pie a la conversación de todos los que se encontraban en esa oficina.

Una conversación que me llenó de vergüenza ajena e indignación. Empezaron a contar entre todos los detalles del vídeo, pormenorizados, cuanto tiempo duró tratando de sostenerse, en cuanto tiempo cayó, que tenía puesto… y mientras hablaban se reían, conversaban como si estuvieran hablando de una película o de un partido de fútbol.

Eran cinco personas conversando sobre la trágica muerte de una niña y en ninguna de sus palabras, gestos o expresiones había muestra de sensibilidad hacia un suceso tan doloroso y trágico. Todo lo contrario, estaban entretenidos, divertidos y relajados, conversando sobre la muerte de un extraño.

A mío verlos y oírlos hablar tan entretenidos sobre algo tan triste me produjo escalofríos, cuanta insensibilidad y desprecio por la vida de alguien.

Pero la conversación no terminó con la narración del suceso. Continuó con la fase especulativa, en donde ellos y ellas, exponían las “teorías” por las cuales una niña de 14 años se suicidaría de un décimo piso.

Una señora dijo: “Esa pelada estaba preñada y se mató antes de decirle a sus padres”. Y así comenzaron a exponer todas las razones que se les ocurrieron desde las más despiadadas hasta las más comunes.

La muerte de esta niña fue tema de conversación por 40 minutos. De esas personas nunca escuché palabras de solidaridad hacía los padres de la adolescente, no había muestra de empatía hacia el dolor de la familia, no hubo un solo lamento porque murió una niña de 14 años. Nunca hubo eso de ninguno de ellos.

Yo en silencio estaba horrorizada ¿Quiénes me rodean? Me pregunté. Todos los que estaban en esa conversación habían recibido y enviado el vídeo de la muerte de la niña. Cada uno de ellos se lo reenvió a todos sus contactos ¿Con qué derecho?

La muerte de esa niña fue el morbo de la semana. Mientras una familia vivía el drama de la muerte de su hija, también tenían que aprender a superar que el vídeo de ese momento tan doloroso estuviera regado por todas partes. La memoria de su hija estaba siendo irrespetada y vilipendiada por miles de desconocidos.

Actualmente vivimos en una sociedad descompuesta donde los valores no existen, la vida y la honra ajena no valen nada y la palabra respeto está en desuso, su significado cada día es más irrelevante.

No sé si la sociedad y el siglo en el que vivimos es peor moralmente que los anteriores. Pero recuerdo que decenas de años atrás esto no era así. Recuerdo personas más respetuosas ante el dolor ajeno, en mi mente hay personas más sensibles y prudentes ante una tragedia.

Quizás si existía el morbo y el amarillismo, pero no tan frentero y descarado. Tal vez porque en aquellos tiempos no era normal ese comportamiento y las personas se cohibían de actuar así para no ser rechazadas socialmente.

Estoy convencida que las redes sociales y la mensajería instantánea nos ha convertido en seres cada vez más insensibles, irrespetuosos y brutos. El mal uso, el acceso a todo tipo de información, así como la posibilidad de subir todo tipo de contenido han convertido a un grueso de la población en personas que no saben respetar al otro y que perdieron el valor por la vida.

Indudablemente esto es a consecuencia de la falta de valores en los hogares. De las familias rotas donde no existen los roles, los hijos no respetan a los padres, no hay figuras de autoridad, no hay quien enseñe los valores necesarios para vivir sanamente en comunidad.

Hoy vivimos en una sociedad enferma, que no muestra señales de mejoría. La única manera de empezar a sanar es comenzar por curarnos a nosotros mismos intentando ser buenos seres humanos.

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