Incendios empeoraron contaminación en Valle de Aburrá
A raíz de dos incendios, pero en particular el del cerro Quitasol, que tardó cuatro días en ser sofocado, la concentración de material particulado PM2,5 registrado en la estación El Volador pasó de un promedio de 25 a 35 µg/m3(microgramos por metro cúbico) a 44.
(Agencia de Noticias UN) Ese indicador, captado en la estación de medición del aire del campus de la Universidad Nacional (U.N.) Sede Medellín, se captó durante uno de los cuatro días que tardó esta conflagración que ocurrió entre el 8 y el 11 de febrero.
Para Carmen Elena Zapata, jefe del Laboratorio de Calidad del Aire (Calaire) de la Facultad de Minas de la U.N. Sede Medellín, lo preocupante es que la cifra está cuatro veces por encima del estándar de la Organización Mundial de la Salud, que es de 10.
Basada en informes diarios de monitoreo del Área Metropolitana del Valle de Áburrá, la docente Zapata explica que el 7 de febrero, un día antes de la quema, cinco estaciones registraron en amarillo (riesgo moderado) y tres en naranja (niveles dañinos para la salud de grupos sensibles). Los días 8, 9 y 10 pasaron a cuatro las estaciones con ese índice de calidad de aire; los dos últimos fueron los más críticos, ya que además hubo una en rojo (nivel dañino para la salud).
De otro lado, el 11 de febrero, cuando el incendio estaba controlado, tres estaciones estuvieron en naranja, mientras que el 12 hubo una en ese tipo de riesgo, que fue la de la estación del Metro de La Estrella; las siete restantes estuvieron en amarillo.
Entre los gases nocivos originados durante las quemas figuran: monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, compuestos orgánicos volátiles y material particulado, los cuales se pueden esparcir en caso de no controlar a tiempo los incendios.
En ese sentido, la conflagración empeoró la situación que vive el Valle de Aburrá sobre la que han alertado las autoridades ambientales de la subregión, que de hecho habían anunciado que en marzo de este año podría darse una contingencia ambiental parecida a la ocurrida en abril de 2016.
En el aumento de la contaminación también repercutió la temporada seca, porque según la profesora Zapata, “cuando calienta el sol los contaminantes se mueven tanto dentro del Valle como por fuera de él”.
Lluvias lavan la atmósfera
Las lluvias alivian un poco la calidad del aire, pero no la estabilizan, tal como lo ejemplifica la docente: en la precipitación del 22 de febrero, la estación de El Volador registró una concentración de PM2,5 en 30 µg/m3, pero este viernes 24 aumentó a 37, quedando en naranja.
“Si la lluvia es larga alcanza a irse por la escorrentía, pero si es corta el material particulado se suspende nuevamente y aumentan las concentraciones”, afirma.
La académica agregó que es necesario seguir vigilando, porque la estabilidad se da solo hasta que la temporada de lluvias sea plena, para cuando se espera alcanzar de nuevo el índice normal de calidad de aire.