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Ejercicio mantiene niveles de testosterona y hormona de crecimiento en adultos mayores

Adultos mayores de ambos sexos que realizan rutinas de ejercicio en forma habitual muestran mayores niveles de testosterona y de un factor de crecimiento parecido a la insulina, conocido como IGF-1, que es un mediador de las acciones de la hormona de crecimiento.

A partir de una muestra realizada con adultos mayores entre los 55 y 75 años de edad, quienes suelen realizar entrenamientos de atletismo en las modalidades de velocidad, fondo y lanzamientos, comparados con otro grupo de características similares pero de vida sedentaria, se logró determinar que la práctica continua de ejercicio contribuía a mejorar sus condiciones de salud.

“La muestra consideró a 131 adultos mayores hombres y mujeres, la mitad de los cuales son atletas que desarrollan estos entrenamientos al menos tres veces por semana durante un año, como mínimo”, precisa Sandra Ramírez, estudiante de la Maestría en Fisiología de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.).

Estadísticamente se encontró una diferencia significativa a partir de muestras sanguíneas realizadas en ayunas entre uno y otro grupo, las cuales registraron niveles más altos de ambas hormonas entre quienes practicaban este tipo de actividades físicas de manera regular.

Aunque la investigadora precisa que se requieren estudios adicionales para corroborar la relación con el sedentarismo, sí se comprobó que el grupo de personas sedentarias, por ejemplo, presentó un porcentaje mucho mayor de enfermedades crónicas como hipertensión y diabetes, además de mayores índices de sobrepeso.

Los niveles de testosterona y del IGF-1 están entre las primeras hormonas que comienzan a disminuir después de los 40 años, constituyéndose en factores que estarían asociados con el envejecimiento, la pérdida de masa muscular y densidad ósea, junto con una disminución en la función cognitiva.

Aunque la testosterona suele estar asociada con los hombres –puesto que su concentración es 10 a 20 veces mayor en personas de este género–, esta hormona cumple funciones muy importantes en ambos sexos: regula el impulso sexual, promueve la masa y la fuerza muscular e incrementa la producción de energía, además de la producción de espermatozoides.

De igual manera se sabe que el IGF-1 contribuye a disminuir las concentraciones de grasa, está asociado con la regeneración y el aumento de la masa muscular, y favorece la supervivencia de las neuronas.

Se espera que la investigación pueda ser ampliada para hacer un segumiento y mayor control, para determinar si la actividad física también incide en forma directa en aspectos relacionados con las reservas de grasa o masa muscular.

Debido a que los resultados de la investigación muestran los beneficios que el ejercicio regular podría tener para el adulto mayor, la magíster recomienda incorporar el ejercicio médica y nutricionalmente asistido en las políticas públicas y en los programas de promoción y prevención en salud dirigidos al adulto mayor y a la población en general.

Esta investigación fue dirigida por el profesor Orlando Acosta, de la Unidad de Bioquímica, con la contribución de las profesoras Ismena Mockus y Luz Helena Aranzález, de la Unidad de Lípidos y Diabetes de la Facultad de Medicina de la U.N. Sede Bogotá.

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