El despropósito de intervenir áreas naturales protegidas
El 2016 será recordado por los intentos de modificar la situación actual de las áreas naturales de conservación y protección; si se logra este cometido, estas afectarán de manera considerable la biodiversidad y el entorno físico.
Por: J. Orlando Rangel-Ch., profesor,
Instituto de Ciencias Naturales, Facultad de Ciencias – Universidad Nacional de Colombia
En abril del presente año, una de las iniciativas permitidas por la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) –que afectaría áreas de singular importancia biofísica en la Serranía de la Macarena– fue neutralizada gracias a la movilización tanto de investigadores e instituciones vinculadas al sector ambiental, como de la sociedad en general. Además, en marzo la Alcaldía de Bogotá propuso re-alinderar la Reserva Forestal Regional del Norte de Bogotá D. C. “Thomas van der Hammen”, y hace unas pocas semanas se anunció la construcción de instalaciones para la Armada Nacional en la isla Gorgona.
Al respecto, es conveniente recordar que en 1984 las islas Gorgona y Gorgonilla fueron declaradas Parque Nacional Natural, durante la presidencia de Belisario Betancur. Además, gracias a la labor de grupos de investigación de las universidades de los Andes, del Valle y Nacional de Colombia, se posee una línea básica del conocimiento sobre la flora y la fauna continental y marina que conforman los ecosistemas de las islas.
El capital natural de Gorgona en la parte continental (1.568 hectáreas) incluye 155 especies de aves, 35 de reptiles, 17 de mamíferos y siete de anfibios. Además existen 430 especies de plantas con flores (4 % endémicas), 74 de helechos y 89 de briofitos.
Así mismo, entre los 40 y los 300 m de altitud la vegetación natural de la zona está conformada por cinco grandes formaciones selváticas y boscosas. En la parte plana, muy transformada, se establece vegetación secundaria (que se produce naturalmente después de una modificación drástica) en diferentes fases de sucesión. La susceptibilidad de deterioro del territorio es del 85 % de su totalidad.
Desde el siglo XV la isla ha sufrido transformaciones en su biota y entorno físico, y su expresión máxima se dio con el funcionamiento de una prisión de alta seguridad. Varios componentes relacionados con la fauna de aves, de pequeños y medianos roedores, serpientes y lagartos fueron muy afectados por la intromisión de especies domésticas que diezmaron las poblaciones.
De igual manera, la tala de especies maderables redujo las poblaciones naturales; la apertura de caminos hacia los aserríos y a las partes altas de la isla crearon condiciones ideales para remover en masa y aumentar el material transportado en la erosión que se depositó en las partes bajas de los arroyos, y que probablemente también afectaron la biodiversidad marina.
Han transcurrido 26 años desde que se hizo la “radiografía” del estado del territorio en sus componentes físicos y los relacionados con flora y fauna. Los puntos críticos en Gorgona incluyen estas consideraciones: la recuperación de la biota, los ecosistemas y el medio físico tiene muy poco tiempo, y la transformación de la parte plana fue drástica (más del 90 % del territorio). Por lo tanto, la construcción de zonas de habitación, la adecuación de caminos para el tránsito y la ampliación de los corredores antiguos para llevar suministros repercutirán en los procesos de recuperación y profundizarán la afectación de los ecosistemas.
Viviendas y ALO
En relación con la reserva Thomas van der Hammen, el equipo del alcalde Enrique Peñalosa aduce la falta de investigaciones que demuestren su importancia como área de protección. Vale la pena mencionar que para la declaratoria de área de protección se elaboraron investigaciones sobre vegetación, flora y algunos grupos de fauna; suelos; estratigrafía (superposición de las capas de la tierra); contenido de agua, y relaciones de conectividad de los flujos hídricos.
Desde la década del sesenta se han producido más de 50 investigaciones sobre la reserva y sus zonas aledañas. Esta se ubica en la parte plana del antiguo lecho del lago de Bogotá, quizá una de las áreas con más estudios sobre su origen, evolución geológica y biológica en el ámbito regional e incluso mundial.
La condición distintiva de la reserva es que ella se constituye en un testigo (remanente a manera de corredor biológico) de la conectividad física y ecológica entre los cerros Orientales (zona de mayor precipitación y por ende recarga de los acuíferos), la parte plana (lacustre) y el occidente (zona de menor precipitación), y de drenaje natural hacia el río Bogotá.
Si no se mantiene la integridad de la reserva no quedará registro alguno de esta conectividad, ya que prácticamente lo que aún queda del fondo lacustre del lago se llenaría de cemento y se profundizaría la fragmentación del bloque de hábitat original.
Desde la óptica de la academia –acostumbrada a los debates y las discusiones documentadas– es difícil de entender el desconocimiento del fundamental papel de la Van der Hammen. Las pretensiones del alcalde de Bogotá se resumen en la máxima: “fragmenta y extinguirás”.
Los corredores biológicos pasados y presentes, y los que se deben habilitar en el futuro en la Sabana de Bogotá, son garantía de la continuidad del ciclo hídrico y del intercambio de genes –crucial para la adaptabilidad de las especies– entre individuos de numerosas plantas y animales asociados.
Primero, los terrenos de la reserva eran vitales para desarrollar propuestas de vivienda que requerían alrededor de 18.000 hectáreas de suelo. Ahora se utilizarían para el trazado de vías tan importantes como la Avenida Longitudinal de Occidente (alo) y seguramente se seguirán esgrimiendo otras razones para desconocer su importancia, que representa apenas un 7 % del megaproyecto del alcalde Peñalosa.
Leyes no frenan deforestación
¿Es posible que una entidad –o un grupo de personas en carrera contra el tiempo– rebata los resultados y los argumentos fruto de más de medio siglo de investigaciones sobre la reserva y sus alrededores? En el caso de la reserva Van der Hammen es ineludible la recuperación asistida, para la cual se poseen el conocimiento y la experiencia requeridos.
Con respecto a Gorgona, la transformación por intervención del hombre fue muy severa, pero la declaratoria de área protegida ha resultado beneficiosa, ya que los procesos de recuperación-restauración son más rápidos. En conservación es bastante claro que si cesa el efecto transformador y aún existen fuentes originales (relictos de vegetación con fauna asociada) desde las cuales iniciar la recolonización, es bastante seguro que se dé una recuperación del sistema biofísico.
Además de esta consideración de orden ecológico, cabe preguntarse ¿cuál sería entonces la filosofía o el alcance de las áreas protegidas? Si se permiten estos intentos, resulta muy fácil predecir que el efecto dominó se presentará con más regularidad, como ha sucedido, por ejemplo, con la Ley 2 de 1959 sobre protección del área forestal de Colombia. Entre 1959 y 2010 las continuas autorizaciones han permitido la deforestación de 40.000 hectáreas por año en territorios sobre los cuales se basó el alcance del área protegida.
Según estas consideraciones es conveniente abrir los espacios para una sana discusión que involucre la filosofía de las áreas protegidas y su futuro, además de las razones de las entidades proponentes de la intervención: en el caso de Gorgona, las de excepcionalidad (seguridad nacional), y en el de Bogotá, las de los megaproyectos de un dignatario con un periodo definido de gestión.