Colombia un país que no protege a sus niños
Colombia está viviendo una crisis social en todos los niveles y esferas. Las cifras socioeconómicas son demoledoras.
El porcentaje que ya toda Colombia se sabe, el 42% de los ciudadanos son pobres y viven cada mes con menos de $331.688 pesos. Nueve millones de colombianos comen menos de tres comidas al día.
Y quienes llevan la peor parte de este panorama desolador son los niños y niñas de nuestro país. De acuerdo al DANE, en Colombia cerca de 523 mil menores de edad entre 5 y 17 años trabajan. Durante el 2020, la cifra de trabajo infantil ascendió al 4.9%.
En proporción, la mayor parte de los niños trabajadores viven en las zonas rurales, en promedio 281.000 menores de edad trabajan en el sector de agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca, lo que representa el 44,1% de los niños trabajadores.
Mientras que en las zonas urbanas el número de niños que trabajan asciende a 242.000. De estos, el 20,7 % de los menores que trabajaron el sector comercio y reparación de vehículos. Estas cifras corresponden a la tasa de trabajo infantil dada por el DANE para el trimestre de octubre – diciembre de 2020, que es la medición más reciente.
El trabajo infantil perjudica al niño de manera multidimensional, porque a demás de sacarlo del estudio, lo hunde y perpetúa en el ciclo de pobreza en el que vive su familia y comunidad. A un niño que trabaja y no estudia se le niega la posibilidad de construir un futuro y tener posibilidades. Sin educación los niños tienen mayores probabilidades de seguir siendo pobres.
Esta situación es una consecuencia de muchos factores, entre estos las altas tasas de desempleo e informalidad en los adultos, llevan a los niños a trabajar para contribuir en la casa y absorber una parte de las responsabilidades. Esta es una de las conclusiones que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) entregó en su último informe sobre el trabajo infantil, el pasado 12 de junio.
En proporción de género, el 30,9% de los menores de edad que trabajan son mujeres y el 69,1% son hombres. Colombia no es un país en el que se vean reflejados los esfuerzos para evitar el trabajo infantil y garantizar la educación de los niños. Ni siquiera una alimentación digna es capaz de asegurarle el Gobierno a los niños dentro de los colegios.
Pero el trabajo infantil no es la única problemática que enfrentan los niños en Colombia. El maltrato y la violencia física y sexual son la realidad diaria de los niños colombianos.
De acuerdo a los datos de la organización Save the Children, Colombia está ubicada como el como el cuarto de toda Latinoamérica con la tasa más alta de homicidios de niños y niñas desde el año 2017.
Referente a esto, el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, en sus estadísticas de enero a mayo de 2020, suministra datos que muestran la gravedad de esta situación en el país. Medicina Legal durante enero-mayo de 2020, practicó 7.544 exámenes médicos legales por presunto delito sexual, porcentualmente esto representa el 43,49% de las lesiones no fatales en todo el país. Y de este total, 6.479 fueron realizados a menores de edad. Los datos arrojados son desagregados de la siguiente manera:
- Edad: 0-4 años: 744 exámenes
- 5-9 años: 1.749 exámenes
- 10-14 años: 3.001 exámenes
- 15- 17 años: 985 exámenes
Por su parte, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, en su boletín de marzo de 2021 manifiesta que sólo para 2020 iniciaron 2.482 procesos de protección para niños, niñas y adolescentes por violencia física en su contra. Lo que, según el ICBF, sería un aproximado de siete niños, niñas y adolescente víctimas de violencia al día.
También el ICBF manifiesta que en total hay 62.000 niños y niñas bajo su protección, a causa de violencia física, sexual y psicológica. Y de este total, alrededor de 16.000 son por violencia sexual.
Colombia no es un país seguro para los niños. La violencia y el maltrato es la realidad diaria que viven miles de niños en el país. Culturalmente el colombiano promedio no comprende los que significa respetar y no vulnerar los derechos de los niños, niñas y adolescentes. La cultura de la violencia y el maltrato en la que ha crecido la sociedad colombiana se refleja directamente en los niños que son vulnerables e incapaces de defenderse frente a los abusos de los adultos.
Hoy, está suspendido el Paro Nacional, lo cual me ha dejado un sabor amargo en el alma, el terror de que todo vuelva a la “normalidad” y continuemos como un país inviable, construyendo una nación peligrosa para la niñez.
En las marchas se hablaba de defender los derechos de los jóvenes, combatir el hambre y la pobreza, se nos olvidó los niños y la devastadora realidad que viven. Los niños solamente se convierten en titular de prensa y en tendencia de Twitter cuando hay un caso de asesinato cruel y brutal, y de manera efervescente la sociedad se “indigna”. Pero que pasa con todos esos niños anónimos, que están en sus casas siendo maltratados sin que nadie los ayude. O los niños que pasan desapercibidos ante un sistema que debe proteger sus derechos pero que los revictimiza. Estos niños no ocupan titulares de los medios de comunicación, no están dentro de las estadísticas, no hay datos desagregados que nos muestren esta realidad.
¿Cuántos abusadores y maltratadores quedan libres? ¿Cuántos niños vuelven a las manos de aquellos que los violentan? ¿Cuántos niños no reciben un acompañamiento adecuado?
Desde hace mucho tiempo lo he dicho en mis escritos, desde el 2017 comencé a escribir sobre esto. Niñas asesinadas de manera atroz, como Genesis Rúa en Magdalena, de la que ya todo el mundo se olvidó.
Niñas desaparecidas que nunca las encuentran, como Karen Dayana Lambraño Mulleth, de Bolívar. De la que hoy no se sabe nada.
En ocasiones, cuando escribo sobre este tema me cuestiono. Doy cifras, que para mí son alarmantes ¿Pero sirve de algo? ¿A la gente le interesan las cifras que evidencian la terrible realidad de nuestra niñez? Las cifras son las pruebas de que Colombia es un país peligroso para los menores de edad.
Alguien me dijo una vez, “con uno que lea y logres que reflexione, que genere un cambio, con eso ya hiciste algo”. No sé, suena a consuelo. Pero, no escribirlo es negar una voz y dejar que pase al olvido un niño.