Cultura

Caries y desnutrición aquejaban a los bogotanos de comienzos del siglo XX

Cada vez se encuentran más evidencias de que la población menos favorecida sufrió las consecuencias del déficit alimentario y la ausencia de servicios públicos en un momento histórico en el que además reinaban la violencia bipartidista y las guerras civiles.

En el XVI Congreso de Antropología en Colombia y el V Congreso de la Asociación Latinoamericana de Antropología, realizados en la Universidad Javeriana, un grupo de investigadores de la U.N. –liderado por los profesores José Vicente Rodríguez y Claudia Rojas– dio a conocer algunos resultados de un proyecto que busca describir cómo era la vida de los habitantes de la capital entre 1850 y 1950.

Específicamente los investigadores han analizado los restos de unas 1.700 personas que fueron enterradas en el Globo B del Cementerio Central, sección conocida popularmente como el “cementerio de los pobres”. De esta manera, la bioarqueología –el estudio de restos humanos en sitios arqueológicos– pretende aportarle nuevos conocimientos e indicios a la disciplina histórica, y en general a las ciencias humanas.

Gran parte de los resultados de este estudio es parcial, pero ya comienza a ilustrar que, en efecto, las condiciones de vida no eran las mejores, especialmente para las personas con menos recursos. Los investigadores del Departamento de Antropología de la U.N. resaltaron, por ejemplo, que en los huesos se constata una alimentación rica en carbohidratos pero deficiente en proteína de origen animal.

Esta situación también se observa en la proliferación de caries, en las cuales se refleja una higiene oral precaria. De igual manera, el déficit nutricional ayudaría a explicar otra tendencia analizada: la estatura de muchos individuos estaba por debajo de lo que se esperaba según el desarrollo de los huesos.

Resultado de una alianza entre la U.N. y el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, el proyecto también refleja que el trabajo infantil fue una situación crítica en aquella época: en los restos de algunos menores se observa desgaste articular, traumatismos y lesiones de vértebras.

Así mismo llamó la atención la presencia de traumas en los huesos, con lo cual se puede presumir, por ejemplo, que las condiciones laborales no eran las mejores. Los investigadores le apuntan a que los hombres tenían mayor acceso a los servicios médicos para combatir dicho problema, aunque esto no necesariamente aseguraba su solución.

Entre tanto, en algunos cráneos se han observado hasta siete traumas diferentes producidos por golpes con objetos contundentes. No hay que olvidar que se trataba de una época marcada por la violencia bipartidista.

Además en algunos individuos se constató la marca de la tuberculosis en los huesos, lo que no es de extrañar en un contexto en el que se juntaban el frío, la acumulación de basuras y la carencia de servicios públicos: en aquel entonces, por ejemplo, solo el 4 % de la población tenía acceso al agua.

“En estos espacios se observa el liderazgo de la U.N. desde que el profesor José Vicente Rodríguez creara el Laboratorio de Antropología Física a finales de los años ochenta, en el que se ha formado una buena cantidad de profesionales y los resultados se ven aquí”, comentó la profesora Rojas.

El grupo de investigación de la U.N. está conformado por Diego Amado, Alejandro Blandón, José David Bustos, Douglas Castaño, Laura Coy, Germán Rodríguez y Julián Castiblanco.

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