Análisis

ANÁLISIS- Ningún castigo es adecuado para el ‘Carnicero de Bosnia’

La noción de un ‘genocidio solo en Srebrenica’ ofrece una oportunidad para que los que negaron los crímenes (locales, regionales e internacionales) encubran todas las demás masacres perpetradas antes de julio de 1995.

Por: Hamza Karcic*​​​​​​​ /Anadolu

El 8 de junio, la Sala de Apelaciones del Mecanismo Residual Internacional de los Tribunales Penales (IRMCT), ubicado en La Haya, dictó su veredicto final en el caso de Ratko Mladic. El Mecanismo confirmó su anterior condena por genocidio y reafirmó la cadena perpetua para Mladic. Un capítulo del genocidio de Bosnia aparentemente llegó a su fin.

Ratko Mladic, apodado el “carnicero de Bosnia”, fue comandante del Ejército serbio bosnio desde mayo de 1992 y un arquitecto clave del genocidio contra los musulmanes bosnios que duró tres años y medio en todo el país. El alcance total de la crueldad del general se puso de manifiesto en la fase más brutal del genocidio que tuvo lugar en la localidad de Srebrenica en julio de 1995. La captura del refugio seguro de la ONU en Srebrenica y las posteriores ejecuciones en masa se convirtieron en el crimen más documentado y ampliamente difundido en Europa después de la Segunda Guerra Mundial.

Mladic fue acusado formalmente en 1995, pero no fue detenido hasta 16 años después, en 2011. Durante este tiempo, Mladic figuró como fugitivo. Sin embargo, en la realidad, y como posteriormente fotografías y videos demostraron, vivió cómodamente en Serbia e incluso asistía a eventos sociales. Su juicio comenzó en mayo de 2012 y contó con 592 testigos. En noviembre de 2017, fue declarado culpable de genocidio, crímenes de lesa humanidad y violación de las leyes, y fue condenado a cadena perpetua. El despiadado papel de Mladic en el genocidio de Srebrenica fue reflejado vívidamente en la película Quo vadis, Aida? (2020) Dirigida por la directora bosnia Jasmila Zbanic y nominada a los Oscar.

La campaña genocida de Mladic en Srebrenica acabó con la población musulmana bosnia en el este de Bosnia y solo la ciudad de Gorazde, a lo largo del río Drina, quedó fuera del alcance del general serbio. Mladic y sus secuaces ejecutaron a más de 8.700 hombres y niños musulmanes bosnios, en los días posteriores a la captura de Srebrenica. Así mismo, innumerables personas murieron en el este de Bosnia desde 1992 hasta julio de 1995.

Pero los crímenes de Mladic y su jefe político Radovan Karadzic no terminaron en julio de 1995, ni su legado terminó con la guerra. De hecho, Karadzic y Mladic lanzaron una campaña de genocidio en Bosnia que comprendía campos de concentración en el noroeste del país, el asedio de la capital Sarajevo y el asedio de los refugios seguros de la ONU a lo largo de la frontera oriental con Serbia.

La campaña de terror que desataron no dejó indiferente a ningún ciudadano bosnio. 26 años después del final de la guerra, se siguen descubriendo fosas comunes. Décadas después, los heridos de guerra siguen luchando. Un número desconocido de bosnios ha sido desarraigado y esparcido por todo el mundo. Nuevas generaciones de bosnios y otros ciudadanos del país están creciendo en la sombra de la guerra, heredando las cicatrices de la generación de sus padres y abuelos.

Karadzic y Mladic, de 75 y 79 años de edad respectivamente, han sido condenados a cadena perpetua por su papel en los crímenes más atroces cometidos en Europa a finales del siglo XX. Pasarán el resto de sus vidas en cárceles europeas. Sin embargo, hay que decir que el fallo del tribunal de la ONU ha dejado un legado mixto.

El legado del tribunal seguramente será debatido en los próximos años, pero lo que este órgano judicial internacional ha logrado entregar, al menos, es un sentido de justicia parcial. Hace más de dos décadas, ni siquiera se sabía si Karadzic y Mladic serían juzgados alguna vez por sus crímenes. La cultura de la impunidad, que ya está muy extendida en los Balcanes, habría sido mucho más generalizada si no hubiera habido un tribunal de crímenes de guerra.

El legado del tribunal de la ONU tiene otra dimensión histórica. De los varios episodios de violencia genocida contra musulmanes bosnios durante el siglo pasado, esta es la primera vez que los crímenes perpetrados contra ellos han sido reconocidos por una institución judicial internacional y que los culpables han sido procesados.

Sin embargo, el tribunal tiene dos deficiencias importantes. La primera: el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia (TPIY) y, ahora el Mecanismo, se dedicó a lo que podría denominarse la “localización del genocidio”. En su intento por establecer la verdad judicial, los tribunales redujeron la escala y el alcance del genocidio de tres años y medio a unos pocos días en julio de 1995 en Srebrenica.

Según algunos observadores, la única parte del genocidio que fue judicialmente establecida fue la que no pudo negarse abiertamente. La noción de un genocidio “solo en Srebrenica” ofrece una oportunidad para que los negadores locales, regionales e internacionales del genocidio se apoderen de la narrativa y encubran todos los demás crímenes genocidas perpetrados antes de julio de 1995. La segunda: la ausencia de una pena de muerte para los genocidas.

A pesar de las condenas a cadena perpetua, Karadzic y Mladic siguen siendo venerados en la República Srpska. De hecho, la cultura de la negación del genocidio y, como dice el académico bosnio-australiano Hariz Halilovich, el “triunfalismo” está prosperando.

Es difícil pensar en muchos otros casos de la historia en los que los padres fundadores de una entidad política hayan sido condenados por un tribunal internacional por genocidio, crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad. Si bien los padres fundadores pueden estar en la cárcel, el proyecto político sigue vivo.

*El autor es profesor asociado en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Sarajevo.

** Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente la postura editorial de la Agencia Anadolu.

*** Traducido por Daniel Gallego.

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