Acuerdos previos y respeto por el otro, las claves para retomar la vida social
En momentos en los que el Gobierno de Colombia decidió reactivar todos los sectores de la economía, y cuando el país se encuentra inmerso en el peor pico de la pandemia del coronavirus, restablecer la vida social es clave para vencer la ‘fatiga pandémica’.
Por: Camila Moreno Camargo / Anadolu
A partir del 8 de junio de 2021, luego de un año y 11 semanas de que el presidente Iván Duque decretara el aislamiento preventivo obligatorio a causa de la pandemia del Sars-Cov-2, el Gobierno de Colombia inició la reapertura de la economía nacional con ciertas restricciones para las ciudades y municipios que tengan una ocupación de unidades de cuidado intensivo (UCI) superior al 85%.
Este es el caso de la capital Bogotá, donde no se podrán abrir discotecas, conciertos y eventos deportivos al público sino hasta que disminuyan dichos indicadores.
Sin embargo, el Gobierno eliminó la ley seca y los toques de queda como medidas restrictivas para evitar el avance del coronavirus y, en cambio, permitió el funcionamiento de negocios como bares, gimnasios, cines, teatros, museos y bibliotecas, siempre exigiendo un aforo máximo y que los usuarios se comprometan al autocuidado.
Esta nueva dinámica económica permite los reencuentros y la reactivación de la vida social de las personas. No obstante, debido a que por más de un año las personas se han ajustado a una realidad en la que han permanecido aisladas, encerradas y han tenido poco contacto con otras, el reencuentro entre familiares y amigos puede ser más incómodo de lo esperado.
Milena Gutiérrez* recuerda que la primera vez que salió a un restaurante con unos amigos durante la pandemia estuvo a punto de sufrir un ataque de pánico: “Fuimos a un lugar con patio, así que me sentía segura de que no iba a comer en un sitio encerrado; pero preciso en el patio había personas fumando y yo solo pensaba que si tenían COVID-19 el humo que metían a sus pulmones iba a esparcir el virus por todo el lugar. Me empecé a marear, sentía el corazón acelerado y casi no comí para no tener que quitarme el tapabocas (máscara médica)”.
Este tipo de situaciones, en las que personas que se sienten más inseguras de comportarse como lo hacían antes de la pandemia se encuentren con otros más desinhibidos y sin tantas preocupaciones, serán más frecuentes, pues no toda la gente se adecuará a la reactivación social al mismo ritmo ni de la misma manera, lo que podría generar conflictos entre familiares y amigos.
La percepción del riesgo
“Decidir reactivar la vida social es una decisión personal, sin duda alguna. Sin embargo hay que tener en cuenta varias posturas: la primera es que si yo históricamente tenía una vida social, reactivarla va a ser mucho más sencillo. Segunda, si históricamente mi interés no ha sido socializar, me va a costar mucho más reactivar la vida social. Entonces estas últimas podrían inclinarse a mantenerse como venían en este último año y medio: estar aisladas y encerradas”, explicó Hernán Ravelo, magíster en Psicología Clínica y de la Salud de la Universidad de Los Andes, en entrevista con la Agencia Anadolu.
El conflicto puede aparecer, precisamente, cuando en un mismo espacio confluyen personas que le tienen más miedo al virus y prefieren reunirse guardando ciertos protocolos con otras personas que están más preocupadas por encontrarse con los demás, hablar con ellos y pasar un buen momento.
“Un amigo me invitó a una noche de juegos y yo fui con la condición de que no fuéramos más de 10 personas. Otra persona y yo fuimos los únicos que nos dejamos la mascarilla toda la noche. Todo iba bien hasta que, jugando cartas, una amiga estornudó tapándose la boca y la nariz con su mano; se limpió la mano en su ropa y siguió repartiendo las cartas sin echarse alcohol o lavarse las manos. Casi me muero del asco, pero me dio mucha pena y no dije nada”, dijo Miguel Pinzón*.
La velada para Miguel no fue placentera, porque no solo el resto de la noche le estuvo rondando en la cabeza el incidente del estornudo, sino porque algunos conocidos le insistieron varias veces en que se quitara la máscara médica para que se sintiera más cómodo, aunque para él la sola petición era atrevida.
De acuerdo con Diana Díaz, psicóloga de la Universidad de La Sabana, magíster en Psicología Clínica y especialista en Logoterapia y Análisis Existencial, este tipo de situaciones se dan por la percepción de riesgo que se tiene frente a la COVID-19, “es decir, la persona cómo concibe que el coronavirus puede o no afectarle y en qué medida también es consciente de la posibilidad de que la otra persona lo contagie o no. Esto depende de muchos factores como la edad, la forma de ser y el nivel educativo. Por ejemplo, los adolescentes tienen una percepción de riesgo menor a la de los adultos, hace parte de la etapa de la vida en la que están”.
La percepción de riesgo de cada persona también se construye debido a la información que busca o consume sobre el virus: alguien que está pendiente de las cifras diarias de contagios y de la aparición de nuevas variantes percibe al coronavirus con una mayor peligrosidad que quien lee principalmente sobre cómo es la reactivación, qué planes se pueden hacer y a dónde se puede viajar: “Ese es un factor decisivo para la forma en que se enfrenta este tema de si se adoptan o no medidas de bioseguridad, porque hay personas que están más expuestas o buscan más información en donde la percepción de riesgo es muchísimo más alta y otras que están expuestas a información que muestra la COVID-19 como algo menos peligroso, incluso hay personas que lo ven como si fuera un mito”, comentó Díaz a la Agencia Anadolu.
De igual manera, “tenemos un grupo poblacional que tuvo la enfermedad y, como tuvo síntomas leves o no denotó síntomas, son personas a las que no les importa mucho el tema”, indicó Ravelo.
La importancia del diálogo
“La única vez que decidí quitarme el tapabocas durante toda una reunión estaba celebrando con unos amigos la culminación de un proyecto. Esa noche me sentí como si fuera 2019: tomamos, nos reímos, la pasamos delicioso. A los dos días una de las amigas que estuvo en la reunión nos llamó a decirnos que “se le había olvidado” decirnos que días antes de verse con nosotros había tenido contacto con un positivo [por COVID-19]. Fueron unos 15 días horribles, porque me tocó aislarme, estaba sola, triste y con miedo. Me sentí traicionada. Dizque “se le olvidó” contarnos, ¿si ya sabía, por qué nos puso en riesgo? Qué falta de responsabilidad”, aseguró Milena.
Para evitar este tipo de inconvenientes y la incomodidad que se genera entre ambos tipos de personalidad (los más apegados a los protocolos y los que no), los profesionales en psicología Díaz y Ravelo coinciden en que la salida es conversar antes de las reuniones, hacerlo de manera clara y llegar a acuerdos.
Según la especialista en Logoterapia y Análisis Existencial, “lo más importante es el respeto mutuo y el no tener temor a hablar del tema para acordar con anticipación ciertos mínimos a tener en cuenta en la reunión. Mínimos como, por ejemplo, que cada tanto se laven las manos, usar tapabocas, guardar cierta distancia, no compartir vasos o cubiertos, o no tener demostraciones físicas de afecto. Creo que si se llegan a algunos acuerdos en normas de bioseguridad que se puedan seguir, las reglas se pueden manejar con tranquilidad y normalidad. Es necesario poner estos temas sobre la mesa para que todos sientan que hay respeto, porque si siento que el otro es irrespetuoso y me callo, esa otra persona no tiene cómo saber lo que estoy sintiendo o pensando”.
Lo importante es que dichos acuerdos estén alineados con las medidas de autocuidado recomendadas tanto por la Organización Mundial de la Salud (OMS), como por el Ministerio de Salud: uso correcto de la mascarilla médica (que cubra la nariz y la boca al tiempo), distancia de por lo menos un metro entre persona y persona, cubrirse la boca con la parte posterior del codo al estornudar o toser (incluso con la mascarilla puesta), lavado constante de manos y evitar aglomeraciones.
En estos momentos, en los que los niveles de contagio están tan altos en el país, el doctor Luis Hernández Flórez, doctor en Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia, especialista en Epidemiología y profesor asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Los Andes, aseguró a la Agencia Anadolu que el aforo (capacidad de un lugar) que debe tener en cuenta la gente para reunirse con otros es de máximo seis personas.
“Lo importante es seguir normalizando el autocuidado. Normalizar es mantener los protocolos, avisar antes de que las personas lleguen: ‘Ya saben que tienen que traer alcohol, se lavan las manos a la entrada, usan tapabocas’. Mantenerlo dentro de un ambiente de normas y reglas, que no es tan complejo en este momento” afirmó Ravelo.
El objetivo es que se pueda “llegar al punto de que, por medio de educación y conciencia, pero también al generar una cultura del autocuidado y del cuidado del otro; este tipo de prácticas se instauren como parte de nuestras costumbres cuando nos encontramos con otros, lo que va a permitir que podamos relacionarnos con otras personas teniendo cierta tranquilidad con respecto a este tema de contagio”, informó Díaz.
El proceso de retomar la vida social es personal y no todos van a hacerlo al tiempo, lo importante es que las personas lo hagan sin sentirse coaccionadas, presionadas o juzgadas, que se puedan sentir tranquilas en una reunión y que si sienten que pueden estar en riesgo en algún lugar, puedan negarse a ir o irse del sitio sin sentirse mal.
De acuerdo con el magíster de la Universidad de los Andes, “la reactivación social va a favorecer la calidad de vida de muchas personas porque podrán conectar de nuevo con los demás. A los que les cuesta, como somos seres sociales y sociables, en algún momento tendrán que volver a reajustarse a este nuevo mundo”. Además, ayudará a enfrentar la ‘fatiga pandémica’, considerada por la OMS como la sensación de desmotivación, cansancio, ansiedad y/o incertidumbre que afecta a la población debido a la pandemia.
Por ese motivo, los profesionales recomiendan mantener un diálogo abierto con las personas con las que se va a compartir la vida social, respetar el punto de vista de los otros y mantener las medidas de autocuidado, ya que la transmisión del coronavirus sigue siendo una realidad y las vacunas no protegen 100% contra el contagio ni evitan que los vacunados infecten a los demás.
- Nombre cambiado a pedido del entrevistado.