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El centavo para el peso

No recuerdo exactamente sobre que debatía en un grupo de WhatsApp, pero como frase justificativa alguien escribió “es que a los colombianos siempre les falta el centavo para el peso”. ¡Ah ya me acuerdo! El tema era sobre fútbol y por qué Colombia no pasaba de cuartos de final.

Y esa frasecita de “el centavo para el peso” me quedó sonando, me hizo eco por horas en mi inquieta cabecita.

Sí es verdad, el colombiano (en términos generales) nunca es excelente. Somos muy buenos en fútbol, pero no los mejores del mundo, nunca nos hemos ganado un mundial ni hemos llegado a semifinales. Y tenemos tremendos jugadores, eso dicen los expertos en fútbol. Pero dejando a un lado el tema de esa disciplina deportiva, que es un poco escabroso y difícil para mí porque no soy experta en el tema. En muchos aspectos de nuestra vida, como sociedad y como individuo nos falta constantemente “el centavo para el peso” y lo peor es que socialmente se acepta como algo normal.

En un trabajo que tuve recientemente, a una unidad de la oficina le correspondía hacer unas encuestas y tabularlas, a la unidad a la que yo pertenecía nos tocaba el análisis de los datos.

Resulta que las encuestas quedaron mal hechas, incompletas, mal diligenciadas, faltaron encuestados, datos errados que parecían inventados, en fin… Si bien, hacer las encuestas no era sencillo, pero tampoco difícil, el principal problema era el sol y el calor. El clima fue la justificación que utilizaron para responder porque las encuestas quedaron mal elaboradas.

Y dijeron la frase cliché en momentos como esos “hicimos un gran esfuerzo, lo mejor que pudimos”, y pues, se me salió la Maléfica que llevo dentro y les respondí “es que aquí no nos pagan por hacer un gran esfuerzo, nos pagan por hacer BIEN lo que nos corresponde. Yo ahora no puedo pretender presentar un informe con datos errados y decir, lo siento hicimos nuestro mejor esfuerzo. Ni en la universidad le puede salir con una excusa de esas al profesor… bla bla bla”.

Y no se imaginan la que se armó. A las mujeres esas con las que trabajaba les dio la lloradera, se ofendieron, indignadas en su máxima expresión, según su mente (ausente del centavo) yo las había ofendido y maltratado. Fueron a ponerle las quejas a nuestro jefe, tal y como uno de niña iba a acusar a la compañera con la profesora.

Se sentaron de puesto en puesto a contarle a los demás como yo las había ofendido con mis crueles palabras ¡Por Dios! ¡Por favor! Es verdad, un trabajo mal hecho no es aceptable y menos justificable con un “hicimos nuestro mejor esfuerzo”. Si ese era su mejor esfuerzo no me quiero imaginar como será cuando no le echan ganas al asunto. Total, yo era la mala del paseo, porque con toda la sinceridad que me caracteriza les dije, sin groserías lo que pensaba.

En un mundo al derecho, en una sociedad enfocada a trabajar por la excelencia, nada de eso hubiera ocurrido, se hacían las encuestas bien hechas sin justificación alguna y si alguien hubiera sido el malo de la película, serían las mediocres esas, incapaces de hacer bien una encuesta. Sobra decir que para la mitad de la oficina yo era la villana y ellas las víctimas.

El asunto es que, a diario, en todos los aspectos de la vida el colombiano promedio actúa y piensa así. En el fútbol, en el trabajo, en las relaciones amorosas, en el estudio, en la política y hasta en las decisiones gubernamentales que nos afectan a todos.

Recientemente el alcalde de mi ciudad, justificó la pésima elaboración de un cronograma (se equivocaron dos veces haciéndolo) con un “créanme que no es algo fácil, hicimos lo mejor que pudimos”. Yo quede ¡Plop! Esa declaración es algo inaudito.

Estamos socialmente tan acostumbrados a la mediocridad, que es normal y justificable escuchar frases como “hicimos lo mejor que pudimos”, como respuesta ante el reclamo por algo mal hecho.

En algunas ocasiones de nuestra vida el esfuerzo se reconoce y se valora, hace parte del resultado. Hay momentos que sólo el intento ya es una victoria. Pero esas ocasiones son raras y pocas. Nuestra vida no puede ser una constante de esfuerzos sin resultados o una cadena sucesiva de hacer “lo mejor que pudimos”, que es una auto excusa para no desmoralizarnos, para darnos “animo”, pero que significa en realidad, que no logré el objetivo, que no fui capaz, que no fui el mejor. Esa es una realidad que a todos nos cuesta enfrentar, pero hay que hacerlo.

Esa expresión “falta el centavo para el peso” es una analogía a la mediocridad, a la vil y rampante mediocridad que como sociedad me consume. Como profesora siempre ha sido decepcionante ver como los estudiantes se conforman con la nota mínima para pasar… llegan hasta ahí, no les interesa esforzarse un poco más, por supuesto no son todos, pero si una gran mayoría.

Igual es en el trabajo, informes mal elaborados, con errores de ortografía básicos, que el procesador de textos puede corregir, sólo es dar clic en revisar, pero hasta eso les da pereza. Miles de excusas para justificar porque no se entregan las cosas a tiempo. Y como así son la mayoría de las personas, esos comportamientos se consideran normales y son colectivos. De esto hablo más profundamente en mi post “Los mediocres andan en gallada”.

Y aquellas personas a las que no nos falta “ningún centavo”, que no nos conformamos, que nos exigimos y le exigimos a los demás las cosas bien hechas, somos los villanos, antipáticos y mala gente.

Hay tanto talento ahogado en el fango de la mediocridad, por seguir esa tóxica filosofía del “centavo para el peso”. Tenemos que cambiarle ese chip a nuestra sociedad, pero el inicio es cambiarlo en nosotros mismos.

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