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En Cartagena: turismo sexual de acción de gracias

Del 24 al 27 de noviembre, Cartagena será testigo de un curioso evento de “acción de gracias”: el inicio del Sex Island Cartagena, tres noches y cuatro días de fiesta sexual sin control. En la página web del evento proclaman que la isla elegida en Cartagena es el “mejor resort de vacaciones sexuales del planeta”. Curiosamente, el pasado 19 de mayo, Ana María González Forero, Secretaria del Interior, retuiteó una noticia de Blu Radio que abordaba el “preocupante panorama del turismo sexual en Medellín y la ‘facilidad’ para los extranjeros”. En relación con esto, González expresó: “Trabajamos todos los días para que Cartagena sea la ciudad más difícil de Colombia para este turismo depredador e innecesario. Gracias @sicsuper @PoliciaColombia @MigracionCol @ICBFColombia @ReconciliaCol por ser aliados CLAVE. #EstamosEnAcción”.

Creo que Ana María vive en una burbuja de fantasía, en una versión de Cartagena de otra realidad paralela. Cartagena de Indias es un destino sólido y popular para el turismo sexual, y está lejos de ser “la ciudad más difícil de Colombia para el turismo sexual”.

La prostitución no es un delito, y quienes la eligen libremente no deben ser estigmatizados. Estos temas no deben abordarse con sesgos moralistas, religiosos o puritanos. En Cartagena, se generaron dos polémicas cuando se intentaron realizar congresos de la industria sexual, eventos que terminaron trasladándose a Barranquilla. El primero ocurrió durante la administración de Manolo Duque y llegó incluso a un rezatón en la Torre del Reloj.

El verdadero problema no es la prostitución ejercida libre y voluntariamente, sino la explotación sexual ilegal. El turismo sexual alimenta la explotación de personas vulnerables, la trata de personas y la explotación de menores de edad. En lugar de declaraciones superficiales y operativos nocturnos para publicaciones en redes, necesitamos medidas concretas para abordar estos problemas y no caer en la farsa de proclamar a Cartagena como una ciudad inhóspita para el turismo sexual.

El turismo sexual en Cartagena refleja la profunda pobreza que aqueja a la ciudad, una realidad que persiste a pesar de los distintos alcaldes que han pasado, incluyendo el actual. Cartagena carece de políticas públicas efectivas para combatir la pobreza; en su lugar, se aplican soluciones temporales que apenas alivian la situación por unos días y que se publicitan en redes sociales como si representaran un cambio significativo. La ciudad no cuenta con estrategias concretas para mejorar la empleabilidad ni con iniciativas de transformación social. Lo que sucede en Cartagena es más bien un desplazamiento de los barrios empobrecidos hacia la periferia, para no tenerlos a la vista, para que no “afeen” la ciudad y no afecten al turismo.

Cartagena de Indias es una ciudad hostil para los vulnerables, llena de desigualdad, aporofobia, discriminación y clasismo.

Eventos como este pasan de “agache” entre las autoridades porque, como se dice por ahí, estos eventos de turismo sexual elitista facturan mucho para la ciudad. El dinero fluye en la industria gastronómica, en licores, yates… circula dentro del sector turístico, con la presencia de extranjeros VIP en una isla “secreta” dedicada al turismo sexual.

¿Será que Ana María González “caerá” al evento con la policía y otros organismos para asegurarse de que no haya trata de personas, explotación sexual de menores o venta de drogas en ese evento? ¿Llegarán a la isla VIP para llevar a cabo operativos? ¿Publicarán el éxito del control del evento de turismo sexual en las redes sociales?

El turismo sexual causa profundos daños a las sociedades de diversas formas, siendo la más preocupante el fomento de la explotación de mujeres, hombres y niños, quienes son coaccionados o engañados para ingresar a la industria del sexo.

Cuando un destino turístico se convierte en un foco de turismo sexual, el impacto es devastador en todos los niveles de la ciudad. Si hablamos de la industria turística, que es la que factura y genera empleos mal remunerados, se degrada el destino turístico en su conjunto. La reputación de un destino puede quedar manchada por el estigma asociado al turismo sexual, disminuyendo su atractivo para otros tipos de turismo.

Esto da lugar a un grave ciclo de dependencia en el turismo sexual como fuente de ingresos para los sectores vulnerables. Al no contar con oportunidades de empleo, estudio o una vida digna, recurren a esta actividad, generando un ciclo en el que la economía local se vuelve cada vez más dependiente de dicha actividad.

Irónicamente, la Torre del Reloj se ha convertido en la imagen distintiva del evento, sirviendo como un ícono de reconocimiento de Cartagena como destino de turismo sexual. A pesar de los frecuentes “operativos de control” que el gobierno distrital lleva a cabo y comparte en redes sociales, estas acciones parecen más bien puestas en escena para mostrar trabajo, ya que la realidad que vive la ciudad es completamente diferente.

Aquí tienes un posible final que incorpora la idea de que, si el evento resulta ser una estafa, eso habla aún peor de la ciudad:

Si, además, este evento de turismo sexual resulta ser una estafa para robar a personas interesadas en estas actividades, el panorama es aún más desalentador. No solo quedaría en evidencia la realidad de Cartagena como un destino de turismo sexual, sino que también se expondría la fragilidad de su imagen como ciudad segura. Que se utilice a la ciudad para perpetrar engaños de esta naturaleza resalta una triste verdad: el turismo sexual es tan real y profundo que incluso puede ser explotado por falsos organizadores que buscan lucrar a través de la estafa. Esto no solo mancha aún más la reputación de Cartagena, sino que refuerza la urgente necesidad de enfrentar, con acciones concretas, los problemas que alimentan esta industria.

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