Entrevistas

La subjetividad y la moda, entre lo cambiante y lo eterno

La moda construye subjetividades desde un sistema de producción, disciplina cuerpos y contradictoriamente libera, acompaña procesos sociales en diversos contextos, resignifica usos y costumbres, y oscila entre lo efímero y lo eterno, según consideran Mariano Marino y Laura Zambrini, especialistas en estudios sociales de moda.

Desde una mirada general, la moda entendida como sistema cultural se piensa “desde el surgimiento como un sistema vestimentario que introdujo la novedad, el cambio”, relacionado con el “afianzamiento de la burguesía en Europa en diálogo con un sistema productivo que es el sistema capitalista”, explica la especialista. “Cuando empezamos a analizar más en profundidad este sistema vestimentario vemos que la moda dialoga con fenómenos económicos, tecnológicos, políticos, artísticos”.

En sus palabras, si se analiza la moda “como un fenómeno sociológico -que habla sobre los marcos, creencias, valores morales de una época-, existen dos fenómenos que se manifiestan con la moda que tienen que ver con la recreación de los significados culturales a partir del vestir: la pertenencia de clase social y los fenómenos de distinción social, lo aspiracional, y por otro lado los significados culturales de la construcción de lo femenino y lo masculino a partir del vestir, sobre todo una concepción binaria que se afianza en el siglo XIX”.

Pero, por otro lado, Mariano Marino advierte que la moda “no es un sistema del que estamos excluidos, somos parte de ese fenómeno en constante transformación”. Es decir, “no hay parte de la experiencia humana que no esté relacionada con la construcción de la apariencia (subjetividad) individual y de la colectiva. Pero esto no quiere decir que todo esto sea moda”.

Si bien hablar de moda es de algún modo referirse a un disciplinamiento y control social de los cuerpos ejercido según el momento histórico, a su vez la moda “fue un espacio de liberación o de puesta en cuestión”, y como ejemplo antagónico -explica Zambrini- “el uso del corset y lo que significó en términos de los cuerpos femeninos, y por otro lado la minifalda, y lo que significó que las mujeres pudieran mostrar en el espacio público las piernas y esto en diálogo con otros cambios sociales”.

En este punto, Marino menciona a Valerie Steele -otra de las autoras publicadas por la colección de Ampersand- donde habla sobre el corset y cuestiona las lecturas “rápidas y fáciles que son lugares comunes” desde donde se define y banaliza la moda. “La moda junto con los gestos, las normas, es un gran disciplinador del cuerpo, por supuesto, pero no la moda o la vestimenta per se”.

Volviendo al corset como gran disciplinador del cuerpo y la mirada de Steele, “más allá de inconvenientes, dolores y transformaciones corporales, la idea era transformar ese cuerpo femenino en un cuerpo poderoso. Lo mismo los tacos altos. Esta cuestión de ser víctima de las modas sin mirar los beneficios y los lugares de poder que muchas de estas cuestiones disciplinantes que tiene la moda proveen al que las lleva y las elige”.

El editor también destaca que “los fenómenos que adjudicamos a la moda en esa coyuntura” como el construir la propia apariencia sean “masculinidades, feminidades, y todos los intermedios que puedan existir en cuanto a los géneros, es mucho más complejo que la moda”, aunque lo que sí se puede adjudicar como sistema “es la idea orientada a un consumo específico donde operan reglas muy precisas”.

La moda incorpora lo que surge en los márgenes de las convenciones sociales o grupos “opuestos a las normativas sociales”, antisistema como los punk de comienzos de los años 70. Para Marino este es un momento de la historia de la moda muy claro porque aparece “todo un espíritu abatido de estos hijos de clase proletaria británica oprimidas, expresando esta sensación de que no hay futuro a partir de la ropa; lo que nosotros conocemos en los 80 como moda punk es una versión fagocitada por la moda como mercado”.

Mientras que en relación a los movimientos y demandas sociales contemporáneas, Zambrini señala que “la moda es un espacio de interpelación desde los feminismos: el imperativo de belleza, de delgadez, de juventud eterna, todo esos van a ser cuestiones en la idea de la cosificación de los cuerpos femeninos, ahí los feminismos lo vamos a trabajar fuertemente. Y por otro lado estás demandas se van a articular con las preocupaciones ambientales y la puesta en jaque un sistema productivo industrial que ya estamos padeciendo hace mucho tiempo sus consecuencias”.

Por otro lado, Marino advierte que hoy en día las grandes marcas se apropian de los logros de “colectivos feministas, trans, gays, y todos los colores del arcoíris y todas las formas de identidades, subjetividades” y “resignifican las apariencias, las formas o amplían ese repertorio normativo de cómo debemos vernos”, dice Marino y apunta: “La moda como sistema de consumo, toma estas victorias y te las transforma en un producto y de esto hay que tener mucho cuidado”.

Pero en la moda también existe otra contradicción, “hay modas que son mucho más conservadoras”, que contradicen “la idea de cambio que impone la moda occidental europea (idea de cambio permanente)” como esa idea de “un reloj del tiempo la moda”.

Se refiere a que “en otras sociedades hay otro sentido de la moda, más estático. como en las cortes imperiales y orientales, que aspiran a un sentido de representación más eterno y no tanto a marcar el cambio sino la permanencia. Lo inamovible también puede ser constitutivo de la moda”, concluye.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *