Internacionales

Los siete pecados de las revueltas árabes

“Al contrario de lo que muchos piensan, las revueltas no fracasaron: apenas terminó una primera fase y el descontento sigue. Aún quedan muchos cabos sueltos”, advierte Víctor de Currea-Lugo, profesor de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) experto en temas de Oriente Medio.

BOGOTÁ D. C., 04 de enero de 2017 — Agencia de Noticias UN-

El profesor De Currea-Lugo señala que todavía es muy pronto para concluir que el movimiento político iniciado en 2011 culminó, toda vez que estos procesos históricos toman más tiempo.

No obstante, las revueltas árabes han cometido varios errores, uno de los más grandes es que, por ahora, muchos países se vieron obligados a escoger un “mal menor”, situación que se refleja hoy, por ejemplo, en Siria o en Egipto.

“O Bashar al-Ásad o el Estado Islámico”: así resume el profesor la “falsa dicotomía”    que le quedó a Siria, país que seguramente continuará bajo el mando de Al-Ásad después de cinco años de rebelión.

Este es uno de los siete pecados de las revueltas identificados por el académico, quien advierte que otro error está relacionado con la tendencia árabe de “ignorar las causas locales de los problemas y echarle siempre la culpa a Estados Unidos, Israel o al terrorismo islámico”.

Otro elemento perjudicial fue la intromisión de la religión. “El proyecto laico se convirtió en uno islamista. Eso se manifestó en países como Siria y Egipto”, asegura el experto.

Entre tanto, el proyecto político también fue incapaz de construir nuevas alternativas: “Por ejemplo, en Túnez la crisis económica (heredada de la antigua dictadura) dejó vacías las arcas del nuevo Gobierno, lo que lo empujaba a aceptar créditos del FMI, que, a su vez, imponía una agenda contraria a las banderas de la revolución”.

Dentro de los fallos también se encuentra el hecho de que se le dio una gran preponderancia a los procesos electorales cuando estos no garantizaban la democracia de manera automática, ni la solución de fondo a los problemas.

Además las protestas tuvieron un tinte machista, pues excluyó a las mujeres generando disputas internas.

Por otro lado, la estructura de los estados-nación –impuesta en Oriente Medio desde el final de la Primera Guerra Mundial– también emergió como un obstáculo. El profesor explica que la distinción por estados fue invocada como un antídoto.

Al respecto, Al-Ásad dijo: “Nosotros no somos tunecinos, ni somos egipcios”, con el fin de que los sirios no continuaran con la tendencia iniciada en esos países, dejando de lado el sentimiento árabe que había unido a varios pueblos.

“Cabe aclarar que la revuelta no produjo al Estado Islámico; fue la contrarrevuelta: al no abrirse los caminos democráticos, surge la radicalización”, dice el investigador.

Gran parte de este análisis del profesor De Currea-Lugo se basó en sus observaciones de campo: durante las protestas viajó a Egipto, Jordania, Líbano, Túnez, Irak, Turquía y Siria, y después complementó esa experiencia con fuentes documentales.

El profesor expone su análisis en el artículo “¿Qué pasó Habibi? o los siete pecados de las revueltas árabes”, publicado en la edición 87 de la revista Análisis Político de la U.N.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *