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¿Aumentarán las adicciones con la vuelta a la ‘normalidad’?

Alba González-Roz, Universitat de les Illes Balears; Elena Gervilla, Universitat de les Illes Balears; Roberto Secades Villa, Universidad de Oviedo; Sara Weidberg, Universidad de Oviedo; Víctor Martínez Loredo, Universidad de Zaragoza y Yasmina Castaño Martínez, Universitat de les Illes Balears

Pasar de una situación de privación ambiental como la que se ha vivido durante la pandemia a una situación de acceso libre a todo tipo de actividades y, en especial, a las ligadas al consumo de drogas (fiestas, botellones, reuniones masivas de jóvenes, etc.) puede provocar un aumento exponencial de conductas de riesgo (intoxicaciones, peleas, accidentes de tráfico, etc.).

Esto es quizá más importante si cabe en el momento actual, en el que al decaimiento de las medidas anti COVID se une la estación estival, la inconsistencia de las normas que regulan el consumo de alcohol en lugares públicos abiertos y la baja tasa de vacunación entre los jóvenes.

Automedicación: cuando la ansiedad y el estrés incitan al consumo de drogas

De acuerdo con las estadísticas más recientes en nuestro país, las sustancias legales, como el alcohol y el tabaco, junto con el cannabis, son las más consumidas en población joven y adulta. En población joven (con edades comprendidas entre los 15-24 años), el consumo reciente (último mes) del alcohol se sitúa en el 61,8%, el del tabaco en el 26,5% y el del cannabis en el 15,9%. El consumo de todas las drogas ilegales se encuentra más extendido entre los chicos, mientras las chicas presentan un mayor consumo de hipnosedantes, con o sin receta.

Las conductas adictivas se caracterizan por la dependencia o la pérdida de control. Además, se consideran determinantes otros factores, como el incremento en la frecuencia o cantidad de consumo para obtener los mismos efectos que en las fases experimentales o los esfuerzos infructuosos por interrumpir la conducta.

Teniendo en cuenta el potente efecto de las conductas adictivas sobre las emociones de las personas, un pobre control de los impulsos o de las propias emociones podría relacionarse con una mayor probabilidad para el consumo de sustancias entre los más jóvenes.

Una de las hipótesis que mejor representa esta tesis es la conocida como hipótesis de la “automedicación”. Se entiende que un estado emocional negativo (como aquel que caracteriza a la presencia de síntomas propios de ansiedad, estrés o depresión) aumenta el riesgo de uso de sustancias para afrontarlo.

La utilidad a corto plazo de estas sustancias incrementará la probabilidad de su uso en el futuro, a pesar de las posibles consecuencias negativas que puedan aparecer.

Factores sociales y psicológicos

Unido al uso que muchas personas hacen de las sustancias y de otras conductas potencialmente adictivas para manejar su estado de ánimo, la comunidad científica pone el foco en otra cuestión no menos relevante, como es la influencia que tiene el contexto ambiental sobre el uso de drogas.

En las adicciones cobran mucha importancia los factores de riesgo de tipo psicológico y social. Entre los principales factores de riesgo psicológicos para el desarrollo de una adicción se encuentran: el uso de sustancias durante la adolescencia, las actitudes favorables hacia su uso y las expectativas positivas (incremento del afecto positivo, mejora de las relaciones sociales) derivadas del consumo. Además, un nivel elevado de impulsividad así como determinadas problemáticas de salud mental, se han vinculado con una mayor gravedad de la adicción.

En cuanto a los principales determinantes sociales destacan la disponibilidad, la accesibilidad, la publicidad o presencia en medios, la precariedad económica, el consumo entre iguales y la “cultura de consumo”. Con esto último nos referimos a las creencias y valoraciones sociales que se tienen sobre el consumo de las distintas sustancias.

La ausencia o difícil accesibilidad a alternativas atractivas para los jóvenes que compitan con el uso de sustancias también juega un papel importante.

COVID-19 y conductas adictivas

La COVID-19 nos ha colocado en una situación sin precedentes en la que la población ha tenido que afrontar situaciones de restricción social y máxima incertidumbre.

Hasta el momento, la mayor parte de los estudios disponibles se han ocupado de “radiografiar” a la población para identificar el impacto psicológico y social de la pandemia.

Los estudios de prevalencia han señalado un incremento significativo en la aparición de la sintomatología de ansiedad y depresión entre la población adulta. Sin embargo, debido a las medidas restrictivas asociadas al confinamiento, el consumo de sustancias se ha reducido de forma significativa. Nada sorprendente teniendo en cuenta el difícil acceso a las drogas durante la pandemia, al igual que al juego presencial de apuestas.

En sentido contrario, en el contexto internacional, distintos estudios han alertado de un incremento en el uso excesivo de internet e implicación en videojuegos, así como del mantenimiento del juego de apuestas online.

En España, durante la pandemia, el porcentaje global de jugadores parece haber sufrido una ligera disminución. No obstante, se ha apreciado un aumento en la frecuencia de uso de videojuegos y en la frecuencia de uso de internet, como así lo ha documentado la Delegación del Plan Nacional sobre Drogas en su último informe “COVID-19, consumo de sustancias psicoactivas y adicciones en España”.

Siguiendo la misma tesis, es posible que el incremento en el uso de las nuevas tecnologías y dispositivos electrónicos facilitara el acceso a las conductas de juego (videojuegos y apuestas online).

¿Por qué un estudio sobre adicciones en población joven?

En los últimos meses, distintas comunidades españolas han relajado el nivel de restricción de sus medidas preventivas contra la COVID. Esta situación se relaciona con una mayor accesibilidad y disponibilidad de las conductas potencialmente adictivas. Por ello, no es descabellado anticipar que la tendencia observada hasta ahora pueda cambiar, disparándose especialmente entre la población joven.

Los jóvenes adultos son un grupo poblacional que ha recibido poca atención social. En este sentido, cuando se piensan, diseñan y financian programas de prevención del consumo, los esfuerzos suelen focalizarse en población adolescente que inicia su consumo. Por otro lado, los esfuerzos sanitarios y económicos destinados al tratamiento de los trastornos por uso de sustancias y otras conductas adictivas tienden a focalizarse en población adulta. Y los jóvenes adultos, de entre 18 y 25 años, quedan en el limbo.

En este contexto, surge el estudio META-S. Se trata de un proyecto de investigación destinado a informar de los determinantes del inicio y mantenimiento de las conductas adictivas (con y sin sustancia) entre la población española de 18-25 años, a lo largo de dos años naturales. Además, se pretende caracterizar los grupos de riesgo para el desarrollo de adicciones empleando medidas de tipo individual o psicológico y contextuales.

El proyecto se encuentra en la primera fase de estudio y cuenta con la financiación de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. Se está desarrollando en las Universidades de las Islas Baleares, Oviedo y Zaragoza y contará con al menos 1 000 participantes. El equipo de trabajo, conformado por profesorado e investigadores expertos en adicciones, invita a participar a todos los jóvenes de entre 18-25 años que cursen sus primeros dos años de grado en las Universidades mencionadas.

La prevención constituye una acción prioritaria que, complementada con intervenciones que impactan en el contexto de la persona, reduce los factores de riesgo y fomenta los factores de protección. Conocer los determinantes de las conductas adictivas permitirá guiar el desarrollo de estrategias para reducir y retrasar la edad de inicio.The Conversation

Alba González-Roz, Profesora Ayudante Doctora – Universidad de las Islas Baleares, Universitat de les Illes Balears; Elena Gervilla, Associate professor, Universitat de les Illes Balears; Roberto Secades Villa, Chair professor, Universidad de Oviedo; Sara Weidberg, Profesor Ayudante Doctor, Universidad de Oviedo; Víctor Martínez Loredo, Profesor ayudante doctor, Universidad de Zaragoza y Yasmina Castaño Martínez, Investigadora predoctoral, Universitat de les Illes Balears

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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