Un planeta cada vez menos vivo
– Las poblaciones de animales vertebrados en el mundo se han reducido 68 por ciento en 50 años. La situación es grave en América Latina y el Caribe, donde queda seis por ciento de lo que existía hace medio siglo. La pérdida se debe, principalmente, a la sustitución de bosques, selvas y otros ecosistemas por sembradíos, minas o terrenos urbanizables. La segunda causa es su caza, extracción, o muerte accidental.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en inglés) acaba de publicar su reporte Planeta viviente sobre el estado de la biodiversidad en la Tierra.
El reporte presenta los resultados sobre el monitoreo de poblaciones de unas 21 000 especies de animales vertebrados -mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios-, y sus conclusiones son verdaderamente alarmantes.
El Índice del Planeta viviente, que conjuga toda esa información, muestra que en los últimos 50 años las poblaciones de vertebrados han caído en un 68 por ciento a nivel mundial. La situación es especialmente grave en América Latina y el Caribe, donde la abundancia de vertebrados ha caído a seis por ciento de lo que era hace medio siglo.
Quizá para algunos, medio siglo parezca un tiempo largo, pero no lo es ni en términos naturales ni humanos. Baste con recordar que hace medio siglo el hoy titular de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett Díaz, ya era director general de gobierno en la Secretaría (ministerio) de Gobernación en México.
Si, en términos humanos, este lapso de tiempo es en realidad muy corto, en términos naturales es un santiamén, y la tasa de extinción que registra el informe de WWF es tan terrible y repentina que no sabemos si la naturaleza podrá recuperarse, inclusive si la humanidad empieza ya a trabajar a marchas forzadas para restaurarla.
La pérdida de poblaciones de animales vertebrados se debe principalmente, en todas las regiones, al cambio de uso del suelo, es decir, a la sustitución de bosques, selvas y otros ecosistemas por sembradíos, minas o terrenos urbanizables.
La segunda causa también es común a todas las regiones, y es la sobreexplotación de especies, su caza o extracción o su captura o muerte accidental, como puede ocurrir cuando se quiere pescar, por ejemplo, atún, y además de esa especie se atoran en las redes tiburones y otros animales que inevitablemente mueren en el proceso.
El informe de WWF presenta variaciones significativas de región en región, aunque todas presentan una tendencia muy negativa en el periodo analizado. Estas diferencias no deben llevar a nadie a pensar que alguna región está haciendo las cosas bien. Más bien, esas diferencias indican que hay regiones en las que las cosas se hicieron muy mal hace algún tiempo, y ahora queda poco por destruir.
Es el caso, por ejemplo, de la región de América del Norte, donde las poblaciones de animales vertebrados disminuyeron a la tercera parte del ritmo que en el resto del continente (una disminución de 33 por ciento de 1970 a la fecha).
Esto no es así porque los parques nacionales en Estados Unidos y Canadá sean un éxito ni porque los estadounidenses se preocupen mucho por la biodiversidad (les preocupa igual de poco que al resto del mundo). Lo que ocurre es más bien que esos países destruyeron su entorno natural hace ya décadas y ahora las pérdidas que registran son en aquellos pocos terrenos que se salvaron. Lo mismo ocurre en Europa.
Con todo y lo terrible que es el panorama, todavía queda mucho que se puede hacer, aunque no ocurrirá si no obligamos a los gobiernos y empresas a hacerlo.
En México, por ejemplo, se puede frenar el cambio de uso del suelo haciendo valer la ley. Se puede impulsar el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales y se puede fortalecer a la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas. Se puede también boicotear a quienes usan palma de aceite obtenida a costa de las selvas del sureste mexicano y del mundo, por ejemplo.
El historial de los gobiernos anteriores y lo que ha hecho el gobierno actual, sin embargo, dejan poco lugar para el optimismo.
Así las cosas, lo que urge es organizarse en defensa de la naturaleza -es decir, de nosotros mismos- y mostrar que sí es posible construir una nueva relación con nosotros mismos y con el mundo. Que solo protegiendo y restaurando la naturaleza podremos salir realmente de la pobreza. La vida nos va en obligar a los gobiernos a seguir esa senda y abandonar el camino actual.
Este artículo fue publicado originalmente por Pie de Página, de la mexicana red de Periodistas de A Pie.
RV: EG