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Situación de madres reclusas requiere mayor atención

Un 90 % de las mujeres de las cárceles de Bogotá, Medellín, Cali y Cúcuta son madres. Entre ellas, el 51,6 % tuvo su primer hijo siendo menores de edad.

BOGOTÁ D. C., 03 de enero de 2017 — Agencia de Noticias UN–

La investigadora María Mauersberger, magíster en Trabajo Social de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), recopiló estas cifras con el fin de alertar sobre la problemática de las madres en los centros carcelarios del país.

La investigadora determinó que las reclusas atraviesan por cuatro fases: choque, rechazo, adaptación y esperanza.

En general en ellas impera el sentimiento de culpa, y existen dos estigmas: uno por el delito cometido, y el otro por ser mala mamá, por no estar al lado del hijo. Además surgen sentimientos de rabia, impotencia, apatía y tristeza que luego dan paso a la fe, fuerza, ilusión y responsabilidad.

“Así mismo, muchas viven en condiciones infrahumanas: hay hacinamiento, goteras, drogas, violencia. Hace falta atención integral para esta población”, comenta la magíster.

Uno de los aspectos más complicados es que las mujeres solo pueden ver a sus hijos una vez al mes, según lo estipulado en el reglamento de la mayoría de las cárceles.

Además, llama la atención ante el hecho de que, muchas veces, ellas son rechazadas por su propia familia: “solo el 15 % recibe la visita de sus parejas. En el caso de los hombre sucede todo lo contrario”, advierte.

Por otro lado, el 80 % de la población carcelaria proviene de los estratos 1 y 2, lo que muchas veces complica el desplazamiento a las cárceles, sobre todo si estas quedan lejos de las casas de los niños.

“A pesar de todo esto, el sentimiento de maternidad se intensifica: el pensamiento de la mamá gira alrededor del hijo, por saber cómo está, con quién está, que no le haga falta nada”, agrega María Mauersberger.

Muchas de las reclusas de la Cárcel Distrital San Diego, en Cartagena (lugar donde se llevó a cabo la investigación), trabajan en la cocina, haciendo artesanías o costura con el fin de enviarles prácticamente todas sus ganancias (entre 50.000 y 100.000 pesos mensuales) a los hijos, recuerda la académica.

“En el caso de delitos menos graves, varios autores señalan que se puede pensar en penas alternativas para las madres, como el trabajo comunitario. Ante todo hace falta trabajo preventivo, atención psicológica, acompañamiento a los hijos y educación con un enfoque diferencial de género a los funcionarios que cuidan las cárceles”, concluye la magíster.

Cifras de un contexto conflictivo

Según estimaciones del Instituto Nacional Penitenciario (Inpec) –recogidas por la investigadora–, en 1991 había 1.633 mujeres encarceladas en Colombia, cifra que subió a 8.977 en 2014.

Por otro lado, la investigadora recopiló estas cifras de la investigación llevada a cabo en la Universidad de los Andes por Manuel Iturralde y Libardo Ariza: el 53 % de las mujeres de las cárceles de Bogotá, Medellín, Cali y Cúcuta sufrió episodios de violencia intrafamiliar y sexual en sus familias, además de alcoholismo y drogadicción; el 78,7 % fue víctima de abuso físico y sexual, y el 45 % tiene algún familiar que cometió uno o más delitos.

Esta investigación fue publicada con el título “El dilema de la madre entre rejas: delincuente y mala madre, una doble culpa” en la edición de 2016 de la revista Trabajo Social, de la U.N.

Así mismo, este estudio fue publicado como tesis de grado de la Maestría de Trabajo Social de la U.N., titulada “Maternidad entre rejas: el caso de mujeres recluidas en la cárcel Distrital de Cartagena de Indias”.

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