¿Por fin un poco de paz? Qué pasa con nuestro descanso en cuarentena
Por Christina Sticht (dpa)
Es imposible que alguna esfera de la vida quede exenta de la pandemia de coronavirus. En un primer momento, mientras los ruidos y las luces de los trajines callejeros se apagaban, lo que más llamaba la atención era el silencio: no se oían coches, el cielo era pura calma.
Muchos pensaron que iban a poder dormir como nunca. ¿Fue así? ¿Esa paz ayudó a conciliar mejor el sueño? ¿O la cuarentena disparó otro tipo de estrés que trastornó el descanso?
Los primeros estudios y el análisis de los datos facilitados por los proveedores de agua y energía indican que muchas personas están aprovechando para quedarse más tiempo en la cama por la mañana.
Según estos primeros datos, analizados por la Universidad de Basilea, en Suiza, hacia fines de marzo el ritmo del sueño de gran parte de la población comenzó a adaptarse más bien a un reloj biológico y dejó de lado las exigencias sociales como los horarios laborales, que hacían que todos se levantaran más temprano.
El 75 por ciento de los encuestados, mayormente mujeres, dijeron haberse quedado durmiendo unos 50 minutos más de lo habitual. “Pero también hubo cambios negativos”, advierte Christine Blume, directora del estudio.
Un 45 por ciento de los encuestados dijo notar que la calidad del sueño había desmejorado. “Los que indicaron que se sienten más sobrecargados también dijeron que duermen menos y peor.”
Según una encuesta representativa efectuada por encargo de un seguro médico de Alemania, uno de cada diez de los interrogados duerme peor durante la pandemia y dentro del grupo de los más estresados por el coronavirus la cifra es peor: uno de cada cuatro dice dormir mal.
En las redes sociales es fácil encontrar comentarios sobre el tema. Circulan hashtags como #coronadreams en los que los usuarios relatan sus sueños sobre mascarillas que han dejado olvidadas en alguna parte y demás pesadillas temáticas.
La encuesta online de la universidad suiza también permite deducir que moverse al aire libre podría mejorar la calidad del sueño, estima la psicóloga Blume, si bien el deporte y el aire libre por sí solos no serán de gran ayuda una vez que las dificultades de conciliar el sueño y de dormir de corrido se han instalado en una rutina.
El Instituto Robert Koch de control de enfermedades infecciosas en Alemania señala que un cuarto de la población dice sufrir trastornos del sueño y que un once por ciento asegura no sentirse descansado al despertar.
“Es una enfermedad endémica que suele ser subestimada y que no es tratada adecuadamente”, critica Hans-Günter Weess, miembro del directorio de la Asociación Alemana de Trastornos del Sueño y de Medicina del Sueño.
Weess asegura que en muchos casos lo indicado sería hacer un tratamiento conductual, pero que en vez de eso se toman pastillas y se da por terminado el asunto. Weess apunta que entre 1,1 y 1,9 millones de personas no pueden dormir sin somníferos, y que eso “es como recetar una dependencia”.
Weess se muestra preocupado. Cree que la crisis del coronavirus podría generar muchos más pacientes con trastornos de sueño y estima que la falta de trabajo y los salarios bajos son factores de riesgo.
“Si uno no pude ponerle coto a las preocupaciones o limitar un poco las desazones de la vida cotidiana, los trastornos a la hora de dormir no se harán esperar”, advierte.
Muchos laboratorios especializados en temas del sueño han estado cerrados durante la pandemia. “Tuvimos que cerrar por causas de higiene y porque estábamos sobrepasados con el tratamiento de pacientes de covid-19”, explica un médico de un centro en Alemania. Al reabrir se trataron los casos más urgentes de camioneros o maquinistas de tren.
Las personas que van rotando de horarios en el trabajo suelen presentar problemas de descanso. Eso afecta mucho a los conductores de autobuses, al personal de seguridad de edificios, a las personas que trabajan en call centers o en los centros de cuidados de ancianos.
La falta de sueño no sólo incide en la calidad de vida de una persona, sino que también aumenta el riesgo de accidentes y puede derivar en problemas cardiovasculares o trastornos del metabolismo y hasta padecimientos psíquicos. Hay quienes piensan que también aumenta el riesgo de demencia.
“Somos una sociedad que padece de una falta crónica de sueño”, asegura Weess. “El 80 por ciento de las personas se despierta con despertador, y de ese modo interrumpe el programa más importante de regeneración y reparación que tiene el cuerpo.”
El investigador espera que el mundo laboral y educativo le otorgue más importancia a lo que significa el descanso. “Es la mejor medicina, más en tiempos de coronavirus”, asegura. “Dormir refuerza el sistema inmune.”