Mortalidad materna también golpea a Buenaventura
Entre 2010 y 2012, este puerto presentó una de las tasas de muerte materna más elevadas del país: mientras en 2010 en el territorio nacional se registraron 72 muertes por 100.000 nacidos vivos, en este municipio ascendió a 118.
Son varios los casos que reflejan esta lamentable realidad en Buenaventura; uno de ellos es el de Carmen*, una habitante de calle que a los pocos días de dar a luz a su sexto hijo sintió que su vientre se había endurecido. Cuando fue de urgencia al centro de salud, el ecógrafo no estaba disponible, por lo que le dieron una orden para ir a otra parte. Sin embargo, llevar a cabo este procedimiento en otro lugar significaba que ella debía asumir los costos, pero por su carencia de recursos económicos no pudo hacerlo y regresó a su casa, donde murió dos días después.
La madre de Carmen cuenta que mientras esperaba para ser atendida, su hija expulsó un pedazo de placenta del tamaño de un botón. Aunque se puede establecer que el motivo de su muerte fue una sepsis puerperal, infección que afecta a las mujeres después de un parto, en la historia clínica aparece una parasitosis intestinal como la causa de su fallecimiento.
La enfermera Beatriz Helena Soto Mora, magíster en Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Bogotá, explica que “se considera una muerte materna cuando una mujer fallece por una enfermedad o circunstancia asociada con su embarazo, desde el primer momento en que sabe que está en dicho estado, hasta un año después del parto”.
Para 2012 el país tuvo 69 casos de muertes maternas por 100.000 nacidos vivos, y el puerto presentó 88. Ese mismo año, aunque Colombia disminuyó la estadística a 67, en Buenaventura dicho indicador llegó a 183.
Esta preocupante situación fue el objeto de la investigación de la enfermera Soto Mora, quien se dedicó a entender cuáles son los determinantes sociales que influyen en la mortalidad materna.
Sin seguimiento
De las 25 muertes maternas reportadas entre 2010 y 2012 por el Sistema de Vigilancia Epidemiológica en Salud (Sivigila), la enfermera Soto encontró que 11 (44 %) mujeres murieron por causas relacionadas con su embarazo: sufrieron una sepsis del parto y del puerperio.
Ocho mujeres (33 %) sufrieron trastornos hipertensivos debido a que la población afrodescendiente tiene rasgos genéticos que los predispone tanto a este tipo de afectaciones, como a enfermedades cardiacas. Otras cuatro (17 %) murieron por hemorragia y una de ellas (6 %) por complicaciones de enfermedades previas.
Así mismo, 23 (94 %) muertes fueron por causas directas, es decir que pudieron evitarse, con el agravante de que 15 de las mujeres (60 %) pertenecían al régimen subsidiado, lo que representa un indicador de pobreza. Solo dos de ellas tenían capacidad de pagar por su salud, las demás dependían del Estado.
En la revisión de las historias clínicas se pudo establecer que 15 mujeres (60 %) hicieron control prenatal durante su embarazo, fueron al médico para ser examinadas y conocer sobre su estado, y aun así murieron.
“Los datos muestran las falencias en la prestación de un servicio que no hace seguimiento al control prenatal y posparto. Aunque casi todas asistieron a los controles, no recibieron la atención que merecían y que está estipulada tanto en la norma como en el Plan Obligatorio de Salud (POS)”, afirma la enfermera Soto.
Cabezas de hogar y sin estudios
Ocho de 25 muertes maternas se estudiaron con mayor profundidad; una de las razones es que en los demás casos las historias clínicas no tenían la información completa y los doctores corroboraban o desmentían diagnósticos anteriores. En otros casos fue imposible comunicarse con las familias, los números de contacto no eran atendidos o habían cambiado de residencia.
En los casos seleccionados, la investigadora entrevistó tanto a familiares y cuidadores de las mujeres que murieron, como a dos mujeres con morbilidad materna, es decir que a pesar de haber vivido las mismas condiciones las superaron y sobrevivieron.
De las ocho mujeres fallecidas siete no tenían primaria completa y solo una terminó sus estudios secundarios; en el momento solo viven dos de los niños nacidos; cinco de las mujeres eran cabeza de hogar y ninguna tenía un trabajo formal, vivían del rebusque, de la limosna y de hacer servicios domésticos; una era habitante de calle y otra era trabajadora sexual.
La investigación adelantada por la magíster Soto sirve para denunciar las condiciones del sistema de salud en un lugar por el que se mueve más del 60 % de la economía marítima nacional, pero donde se siguen presentando muertes que se podrían evitar si el esfuerzo estatal apostara por reducir la histórica brecha de inequidad y pobreza que aleja al país de cumplir una de las ocho metas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.