Salud

Los efectos secundarios de las pastillas del colesterol podrían estar solo en nuestra mente

Saioa Gómez Zorita, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y Maria Puy Portillo, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Las estatinas son un grupo de fármacos utilizados para reducir las concentraciones de colesterol en sangre. Este efecto se debe a que inhiben en el hígado la principal enzima responsable de la síntesis endógena de colesterol en esta víscera (HMG-CoA reductasa).

Se puede afirmar que las estatinas son fármacos efectivos para reducir la incidencia de enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares y que, en general, son bien toleradas. No obstante, en ocasiones, tal y como ocurre con todos los fármacos, aparecen efectos adversos no deseados derivados de su empleo. Estos incluyen el estreñimiento, la indigestión (dispepsia) y las náuseas.

En este sentido, la complicación más grave asociada al tratamiento con estatinas son los síntomas musculares como la miopatía o rabdomiolisis, que se producen en más de un 5 % de los pacientes tratados. Estos efectos adversos pueden suponer un grave problema para la adherencia de los pacientes al tratamiento.

En un metaanálisis publicado en el año 2014 se afirmaba que los efectos positivos de las estatinas estaban demostrados mediante ensayos con un grupo control que ingería placebo. No obstante, en el mismo se indicaba que la información concerniente a los efectos adversos provenía en su mayor parte de fuentes en las que no se podía diferenciar si dicho efecto era propio del fármaco o espontáneo.

Ese mismo artículo concluyó que únicamente una minoría de las reacciones adversas se debió a un efecto directo de las estatinas (resultados obtenidos de estudios en los que se incluía un grupo placebo). También matizaron que los dolores musculares no requerían para aparecer dosis altas del fármaco, a diferencia de lo que ocurre con la elevación de las transaminasas, que es otro efecto secundario del tratamiento con estatinas.

Efectos negativos por sugestión

Parece que, al menos en parte, algunas de las reacciones adversas asociadas a las estatinas a nivel muscular pueden deberse a un efecto nocebo. Este es lo contrario al efecto placebo.

Mientras que el efecto placebo consiste en experimentar un efecto positivo sin tratamiento, en el efecto nocebo se experimenta un efecto secundario negativo sin recibir el tratamiento.

En el efecto placebo, la creencia en la efectividad de un tratamiento mejora los síntomas del paciente, aunque no esté realmente recibiendo dicho tratamiento. En cambio, en el efecto nocebo, el paciente padece efectos secundarios por la creencia de que el tratamiento le va a producir dichos efectos, si cree que lo está recibiendo. Aunque no sea así.

En un artículo publicado en The Lancet los investigadores observaron que, cuando ni los médicos ni los pacientes sabían si estos estaban consumiendo o no estatinas, no había diferencias en la sintomatología muscular entre pacientes que ingerían o no estos fármacos.

Posteriormente, en un estudio reciente se ha observado que, en pacientes que habían interrumpido el tratamiento con estatinas debido a los efectos secundarios de las mismas, el 90 % de los síntomas provocados por estas también fueron provocados por un placebo.

A modo de conclusión, es importante señalar que, de confirmarse que parte de las reacciones adversas, en concreto las que ocurren a nivel muscular, se deben a un efecto nocebo y no a un efecto específico de las estatinas, el conocimiento de este hecho por parte del personal sanitario podría ayudar a mejorar la adherencia del paciente al tratamiento y a mejorar su calidad.The Conversation

Saioa Gómez Zorita, Profesora en la Universidad del País Vasco. Investigadora del Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CiberObn) y del Instituto de Investigación Sanitaria Bioaraba, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y Maria Puy Portillo, Catedrática de Nutrición, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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