La historia volcánica de La Palma ha permitido prever la erupción a tiempo
José María Cebriá, Instituto de Geociencias (IGEO – CSIC – UCM)
Todo el archipiélago canario es de origen volcánico. Es un vulcanismo activo, con erupciones históricas relativamente frecuentes. Concretamente, algunas de las últimas se han producido en La Palma, por lo que se considera una de las islas con mayor probabilidad eruptiva.
El riesgo que entrañan las erupciones en Canarias, independientemente del tipo de erupción, es importante ya que todas las islas se encuentran bastante pobladas.
En este contexto, un ejemplo llamativo ha sido el evento de la isla de La Palma ya que, a pesar de ser una erupción relativamente pequeña en la escala geológica, está teniendo un efecto devastador en edificaciones, cultivos e infraestructuras.
Qué nos enseñaron las erupciones del pasado
A partir del principio de que el conocimiento de las erupciones pasadas nos permite asumir cómo pueden ser las futuras, los diferentes escenarios eruptivos posibles y los riesgos asociados se conocen bien desde hace años.
Por ejemplo, se consideraba probable (como finalmente así ha sido) que esta erupción fuera similar a la del Teneguía en 1971 o del San Juan en 1949. Ambas fundamentalmente de tipo estromboliano, con emisión de piroclastos en torno al punto de emisión y de coladas lávicas que avanzarían hacia la costa.
Esas previsiones permiten disponer de protocolos y herramientas para actuar frente a los distintos escenarios eruptivos que se considera que se pueden producir.
Además, en Canarias en general y en La Palma en particular, la población es consciente del carácter volcánico de su territorio y conoce los riesgos asociados.
En este sentido, las instituciones educativas y de investigación públicas y privadas han desempeñado un papel muy importante en la divulgación del vulcanismo, sus riesgos y los pasos que debería seguir la población en cada caso (comportamiento en caso de movimientos sísmicos, preparación en caso de evacuación, etc.).
Todavía no podemos predecir cuándo habrá otra erupción
Actualmente, con el nivel de conocimiento del que disponemos, no es posible predecir ni cuándo ni en qué punto concreto se producirá una erupción. Tampoco cómo se desarrollará.
Sin embargo, como hemos visto en La Palma, la monitorización permanente de diferentes precursores de la actividad (geofísicos, geodésicos, geoquímicos, etc.) permite no solo alertar de la inminencia de una posible erupción, sino incluso determinar los movimientos del magma bajo la superficie y estimar en qué zona podría llegar a producirse. Esto era algo impensable hace no muchos años.
Aunque esta erupción no es excepcional en el contexto del vulcanismo canario reciente y posiblemente no suponga un avance significativo en los métodos actuales de predicción volcánica, nos ha permitido confirmar que, en efecto, conocer las características y cómo se ha desarrollado la actividad en el pasado es la clave para predecir cómo se pueden desarrollar erupciones futuras.
Por otro lado, está permitiendo poner a prueba los protocolos de actuación y prevención, de los que no se disponía en otras erupciones anteriores en La Palma. Esto permitirá mejorarlos para futuros eventos volcánicos.
La forma de predecir erupciones volcánicas en el futuro no cambiará esencialmente a partir de esta erupción, que se está desarrollado según los parámetros previstos.
Aun así, la vigilancia volcánica se encuentra en permanente desarrollo y todos los datos que se obtengan de esta erupción serán de utilidad para mejorar las predicciones. Quizás, incluso, sirvan para desarrollar nuevos métodos que se aplicarían en el futuro.
Así será el futuro próximo de La Palma
Tras esta erupción, el terreno volverá ser habitable, pero puede llevar muchos años. Recuperar los accesos perdidos será una prioridad, pero no hay que descartar que el cono volcánico y las coladas de esta erupción se puedan dotar de algún tipo de protección ambiental, como ha ocurrido con otros volcanes recientes de La Palma.
Si bien a veces se plantea un debate sobre la pertinencia de habitar áreas de vulcanismo activo, lo cierto es que los seres humanos viven cerca de volcanes desde siempre. En general, los beneficios siempre superan con creces el potencial riesgo.
José María Cebriá, Investigador en el Departamento de Dinámica Terrestre y Observación de la Tierra, Instituto de Geociencias (IGEO – CSIC – UCM)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.