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Estigmatización laboral hacia la diversidad mental

Las personas diagnosticadas con trastornos mentales deben lidiar a diario, dentro de su interacción social cotidiana, con el estigma que reciben por parte de su entorno, debido al diagnóstico. La estigmatización es una de las principales barreras que impide la inclusión social de las personas diversas mentalmente.

Este estigma tiene consecuencias negativas en las personas. Problemas de baja autoestima, aislamiento, disminuye su calidad de vida, dejan de establecer relaciones de amistad o de pareja, también se le cierran los espacios educativos y laborales.

El estigma se transforma en un fenómeno que excluye de la sociedad al individuo diverso mentalmente. Las personas con trastornos mentales son percibidas socialmente como violentas, potencialmente peligrosas, impredecibles e incapaces de desarrollar actividades laborales y educativas. Esta percepción sobre las personas diversas mentalmente, es abordada en diferentes estudios, en Latinoamérica se destaca la investigación desarrollada por doctores ÉTP Peluso y SL Blay, “Estigma público y esquizofrenia en la ciudad de São Paulo”, publicada en Revista Brasileña de Psiquiatría, en el año 2011.

En un estudio realizado en 2005, por los doctores Vicente B, Kohn R, Saldivia S, Rioseco P, Torres S, titulado “Patrones de uso de servicios entre adultos con problemas de salud mental, en Chile”, se encontró que las personas sienten temor de ser estigmatizadas, al tener un diagnóstico psiquiátrico. La aprensión a que se genere un estigma y el miedo al “qué dirán” o  “lo que otros puedan pensar”, hace que las personas con trastornos mentales eviten buscar ayuda, no socialicen sus problemas y oculten su diversidad mental.

¿Cómo se puede definir el estigma? El sociólogo Erving Goffman, en su libro “Estigma: la identidad deteriorada”, define la estigmatización. Goffamn explica que la sociedad crea sistemas para categorizar a las personas, dentro de esta categorización se definen los atributos que se perciben como naturales, normales o corrientes de cada persona que pertenece a esa categoría. Es la misma sociedad la que de manera colectiva e inconsciente establece las categorías dentro de la cual se ubican las personas.

Cuando conocemos a las personas, identificamos los atributos que nos permitan categorizarla, es decir, anticipamos la imagen de esa persona, las expectativas que nos genera frente a la normativa que está dentro de la categoría donde la ubicamos, le damos una identidad social. No somos conscientes de este proceso. Solamente cuando una persona no satisface positivamente los atributos de la categoría a la que pertenece, es cuando nos damos cuenta de los supuestos que tenemos sobre el individuo con el que nos relacionamos.

Existe entonces, la “identidad social virtual”, que son las características que una persona debe tener de acuerdo a las normas sociales y que son las que esperamos encontrar en ella. Y la “identidad social real” que son los atributos y características que realmente posee una persona.

Cuando la “identidad social real” de una persona es diferente a las expectativas de la sociedad y sus atributos lo vuelven diferente de los demás, dentro de la categoría de personas a la que socialmente pertenece, es cuando se genera el estigma. Porque si su diferencia es percibida como negativa, y es una discrepancia entre la identidad social virtual y la real, dejamos de ver a ese individuo como una persona total, para reducirlo a un ser inferior y menospreciado.

Los atributos que son percibidos como negativos son únicamente aquellos que son incongruentes con el estereotipo acerca de cómo debe ser determinada especie de individuos. Y cuando esto sucede se da la estigmatización. De acuerdo a Erving Goffman, las personas estigmatizadas son menospreciadas, consideradas débiles, peligrosas o malas. Y los demás tienden a desacreditar al individuo estigmatizado.

En su libro “Teoría del etiquetamiento”, el médico y sociólogo Bruce Link, explica la estigmatización hacia los trastornos mentales y la diversidad mental. Y aborda la definición de estigma desde la psicología social, que define que la estigmatización tiene cuatro componentes: etiquetamiento, estereotipia, separación cognitiva y relaciones emocionales. Esta última se refiere, principalmente, a los procesos socioculturales que vive el individuo estigmatizado. Link agrega un quinto elemento de la estigmatización – pérdida del estatus y discriminación -.

Y esta discriminación se da en todos los niveles, incluyendo la discriminación estructural, que es aquella que se realiza desde las instituciones sociales, familia, trabajo, estudio, Estado, entre otros. Para Bruce Link el proceso del estigma viene del uso del poder social, económico y político, que lleva directamente a prácticas discriminatorias. El estigma es creado por el poder estructural existente e inculca la discriminación. Eso se demuestra cuando, vemos como en el pasado ciertos grupos sociales eran estigmatizados y discriminados por el poder estructural, que al cambiar el poder estructural, la discriminación normalizada hacia colectivos se empezó a percibir como incorrecta, los estigmas desaparecieron progresivamente y por ende la discriminación.

Vemos como entonces, el Estado ha sido uno de los principales estigmatizadores de poblaciones y grupos sociales enteros.

Son el poder estructural y el entorno social quienes definen lo que se considera “anómalo” y lo contextualizan a las situaciones de la vida, con esto devaluando a las personas consideradas anómalas dentro del sistema.

En cuanto a la salud mental, el psicólogo Manuel Muñoz, en su libro “ESTIGMA Y ENFERMEDAD MENTAL. Análisis del rechazo social que sufren las personas con enfermedad mental”, clasifica el estigma hacia las personas con diversidad mental de la siguiente manera: el estigma en las personas con una enfermedad mental, el estigma de (o desde) la familia, el estigma institucional y el estigma público.

El estigma en las personas con enfermedad mental se traduce en consecuencias negativas que incluyen el aislamiento, la desesperanza, baja autoestima, ostracismo y evitar buscar ayuda. También, ocurre un proceso de internalización del estigma o de autoestigma.

Sucede cuando el individuo estigmatizado internaliza, asume como ciertas y como si mereciera toda esa desvalorización y discriminación recibida por parte de otros. Todo esto lleva a que la persona con diversidad mental presente una disminución de su calidad de vida, muy bajo nivel de autoestima, escasa autoeficacia y que se agraven los síntomas que presenta su diversidad mental.

El punto más grave del estigma no sucede en la discriminación, sino cuando el individuo se autoestigmatiza.

Cuando el estigma sucede dentro del entorno laboral, produce graves problemas de integración social, rechazo hacia el individuo estigmatizado y desde el individuo hacia las personas que lo discriminan. Se genera sobre la persona diversa mentalmente una imagen social negativa, que incluye percepciones de impredecible, poco capaz, ineficiente, peligroso y poco confiable. Esto genera automáticamente barreras sociales que aumentan el riesgo de aislamiento y marginación.

La estigmatización dentro del entorno laboral general sentimientos de humillación, vergüenza y exclusión social.

El psiquiatra José Carlos Mingote Adán, en su publicación de 2011 “El trabajador con problemas de salud mental. Pautas generales de detección, intervención y prevención”, explica que la estigmatización a individuos con diversidad mental dentro de los entornos laborales genera tres efectos básicos:

  1. Los efectos directos de las condiciones laborales
  2. Los efectos del trastorno mental sobre el desempeño laboral
  3. Los efectos de otros factores, como estatus marital, familia, hijos, hogar, origen sociocultural que puedan afectar la estigmatización

Para Mingote tener un empleo protege la salud mental de las personas diversas mentalmente. No tener dependencia económica y tener autonomía, reduce los niveles de ansiedad, les otorga iniciativa y entusiasmo a las personas. Incrementa la autoestima y permite que exista una integración social. Pero esto sólo se da cuando hay buenas condiciones del medio ambiente laboral y no se presenta estigmatización y todo lo que esto conlleva.

Dos personas con diversidad mental nos narran cómo sienten y perciben la estigmatización dentro del entorno laboral.

Dentro de un banco

Nohemí es una mujer de 48 años, quien desde hace tres años fue diagnosticada con Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG). Ella trabaja en un banco desde hace diez años, su puesto de trabajo durante ocho años fue como cajera. Nohemí relata que, desde hace tres años atrás, al cierre del banco, cuando se realiza el proceso de arqueo ella comenzó a sentir miedo.

-“Al momento del arqueo sentía el corazón acelerado al mil, sudaba toda, las manos, los pies. Me daba un dolor en el pecho y otro en la barriga”.

Después de ese primer episodio de ansiedad, se presentaron muchos otros, cada vez de manera menos esporádica. Hasta que casi todos los días, cuando hacía el arqueo de su caja presentaba un ataque de ansiedad.

-“Poco a poco fui sintiendo otras cosas más fuera de las que ya sentía, me faltaba el aire, me daban mareo y varias veces me desmayé. Debido a eso, y a petición de la oficina de talento humano acudí a una consulta médica general, me remitieron a psiquiatría y allí me diagnosticaron Trastorno de Ansiedad Generalizada. Mi tratamiento incluye medicamentos y terapias con psicólogo que ya son mensuales”.

Pero, aunque Nohemí toma su medicación y asiste a la consulta psicológica, en ocasiones sufre ataques de ansiedad de manera esporádica y aislada. Ella para controlarlos utiliza técnicas de respiración recomendadas por su médico.

Cuando Nohemí llegó a la empresa con su diagnóstico, que además incluía unas recomendaciones que se le daban a la empresa (el banco) para que no se acentuaran sus episodios de TAG, esto no fue bien recibido.

-“Por solicitud de mi médico y debido a que había sido remitida por la empresa, debí llevar el diagnóstico y unas recomendaciones que el médico le daba al banco para que no se me volvieran graves o constantes los ataques de ansiedad. Con el médico entendí que el TAG me surgía porque tenía miedo a que no me cuadrara el dinero de la caja, a que existieran faltantes y que por eso me despidieran o acusaran de robo.

Cuando entregué el diagnóstico, lo hice a la secretaría de la jefa y ella se lo llevó a su oficina, me quedé sentada afuera esperando, y desde afuera escuché como la jefe de talento humano dijo: “ahora tenemos una loca en la caja”. Escuchar eso hizo que me comenzara un ataque de ansiedad, me dolió el pecho y no podía respirar.

La jefe de talento humano no me atendió, mandó a la secretaria que me dijera que había sido recibido el documento y que después me llamaría. Salí de ahí enferma, con dolor en el pecho, ahogándome, pero intentando disimular lo que me pasaba.

Mi mundo daba vueltas, porque llevar ese diagnóstico a la oficina fue lo peor que pude hacer. Desde ese momento, parece que mi diagnóstico se regó por todo el banco y mis compañeros me miraban raro.

Los dos primeros años no me quitaron de mi puesto en caja, pero luego de un episodio de ansiedad que sufrí, debido a una burla de uno de mis compañeros, me quitaron de caja y estoy en atención al cliente”.

Le pregunté a Nohemí si se sentía estigmatizada, ella no comprendió completamente el concepto de estigma y me contrapreguntó “¿Discriminada?”. A lo que le respondí que sí, la discriminación es una consecuencia de la estigmatización. Le expliqué el concepto de estigmatización, que se abordó al inicio de este artículo, a lo que me respondió:

-“Se me presentan situaciones difíciles a menudo, cuando todavía estaba en caja, tenía un compañero de cierre que hacía el arqueo conmigo que me trataba duro, me decía cosas como “ahora no te vayas a poner loca y a desmayarte”, “me avisas si tengo que llamar al médico porque no puedes hacer el arqueo”, “trágate la pastilla para que no hagas tu show de ansiedad”. Tengo compañeras que directamente me han ofendido diciéndome loca. Algunos me evitan, no todos, algunos porque no quieren estar cerca a mi si me da un ataque de ansiedad, porque en algunos momentos me dan pequeños ataques durante el día si estoy muy estresada.

Desde que llevé el diagnóstico entré en el ojo del huracán, mi trabajo en la caja era más supervisado, más de lo normal que con mis otros compañeros, era como si me estuvieran evaluando para conseguirme una falla y eso incrementaba mi ansiedad, eso fue en aumento cuando trasladaron a mi jefe inmediato y creo que eso me llevó al último ataque de ansiedad que me dio en caja y por eso me cambiaron a atención al cliente”.

A través de zoom pude ver como recordar estas situaciones y relatarlas generó en ella ansiedad, se secaba las manos en la ropa como si las tuviera mojadas. Le pregunté si se sentía incomoda y si deseaba seguir con la entrevista, a lo que me respondió “me sudan un poco las manos porque me da pena contarlo, pero continuemos”.

Le pregunté ¿Cómo te sientes ante la burla y malos tratos de tus compañeros?

-“Me siento discriminada porque siento que me tratan como si fuera bruta o no fuera capaz de trabajar. Soy una profesional y mis conocimientos no desaparecieron porque me da ansiedad. Soy capaz de trabajar, y soy capaz de seguir en caja si tan solo no fueran duros conmigo al hacer arqueo, creo que ya hubiera superado la ansiedad, pero he continuado con ella porque el ambiente en la oficina es malo, estresante y me siento señalada. Es como si con ese diagnóstico valiera menos, no fuera capaz y me hubiera embrutecido, así me ven los demás, pero no es así. Yo sigo siendo la misma. Solo que ahora tengo un problema que superar, pero en el trabajo no me ayudan, sino que lo vuelven peor”.

Ocultando el diagnóstico

Ferney, es un hombre de 36 años, es técnico en refrigeración, tuvo durante cinco años un trabajo estable en un hotel, en el área de mantenimiento, con contrato a término definido que se lo renovaron cada año durante cinco años hasta que su diagnóstico psiquiátrico fue conocido en la empresa. Hoy está desempleado.

Desde la adolescencia fue diagnosticado con síndrome de Tourette. Sus propios padres y familiares no entendían muy bien qué era eso, ni él tampoco, “conté con la fortuna que me tocó un buen doctor que me explicó que es una enfermedad, que no estoy loco pero la gente eso no lo entienden y piensan que estoy loco”:

El síndrome de Tourette se manifiesta en Ferney como un tic en el que sacude la cabeza varias veces, en ocasiones entra en episodios donde la sacude varias veces, de manera constante en breves espacios de tiempo, y es ahí donde como dice él, “se me nota la enfermedad”.

El síndrome de Gilles de la Tourette (ST) es un trastorno neurológico conductual crónico, de origen genético, quienes padecen ST presentan tics fónicos y motores involuntarios y que no pueden controlar. Algunos de estos tics son simples y otros más complejos. En el caso de Ferney, es un tic motor en el que sacude la cabeza. Ferney está medicalizado y recibe psicoterapia.

Gracias a los medicamentos y a la psicoterapia, Ferney presenta episodios esporádicos y leves del tic. Él siempre ha ocultado su diagnóstico:

-“Es como un secreto familiar, mi papá me dijo: esto no se le cuenta a nadie, ni a los vecinos ni a sus amigos ni en el colegio y trate que no se le note. Y ya grande ni en el trabajo. Nadie tiene que saber para que no lo vean a uno raro o como si fuera loco”.

Debido a esto, Ferney oculta su diagnóstico siempre, en todos los trabajos que ha tenido o cuando se presenta a un trabajo nuevo. Ha tenido muy malas experiencias cuando en el trabajo se enteran que sufre de síndrome de Tourette.

-“La gente no sabe eso que es, y como tiene un nombre raro, menos, no es fácil explicarle a la gente que es ese síndrome. Y enseguida lo empiezan a mirar a uno como si fuera loco, a alejarse, lo miran como si fuera alguien peligroso. Es desagradable ser tratado así. Es como si uno fuera inservible, loco y peligroso”.

Ferney trabajaba en un hotel, como técnico de refrigeración y siempre le fue muy bien. Tenía buenas relaciones con sus compañeros y nunca tuvieron queja alguna de su trabajo. Ferney es casado, tiene una niña de 2 años y el año pasado su hija se cayó de una mesa y se fracturó un brazo.

-“Yo estaba en el trabajo cuando me llamaron a contarme que la niña se había caído y que mi mujer la llevaba al hospital. En ese momento me asusté mucho y se me arrebató el Tourette. Me empezó a dar el tic descontroladamente, no me podía calmar, no lo podía controlar, sacudía la cabeza sin parar. Cuando eso pasó estaba con dos compañeros, que se asustaron, pensaron que me estaba dando una convulsión y llamaron a otros compañeros que trataban de agarrarme las manos y la cabeza para que me dejara de mover. Pero eso me aumentaba el tic. Con dificultad les expliqué que estaba bien, que era un tic porque sufro del síndrome de Tourette. A medida que me fui calmando, el tic fue parando y se me fue quitando poco a poco.

Todos mis compañeros se quedaban fijamente mirándome, llegaron más compañeros mientras tenía el episodio del tic y uno hasta me grabó con su celular.

Cuando se me calmó el tic, pedí permiso para ir al hospital donde estaba mi mujer y ver que le había pasado a la niña.

Al día siguiente llegué a la empresa y todos me miraban, murmuraban, se secreteaban, me miraban y hablaban de mí. Mi citaron a la oficina de personal a que les explicara de qué enfermedad sufría, fue cuando les conté que sufría del síndrome de Tourette. Me llamaron la atención porque cuando fui contratado no había informado sobre mi enfermedad.

Me sentí maltratado, juzgado y pensé que me iban a echar, pero no lo hicieron.

Mis compañeros se me alejaban, solo había uno que siguió siendo conmigo como siempre, los demás se alejaban, era como si fuera alguien peligroso, como si sintieran que les podía hacer daño.

El contrato se me vencio a final de año y simplemente no me lo renovaron. No fue por recorte de personal, porque contrataron a otro técnico de refrigeración en mi reemplazo. No me volvieron a contratar cuando se enteraron de mi enfermedad. Por eso es que eso no se le cuenta a nadie”.

Ferney no consigue trabajo estable aún, hace trabajos de manera independiente cuando le salen y ha trabajado eventualmente como vigilante por turnos. Sigue presentando hojas de vida en las vacantes que ha podido, pero siempre oculta su diagnóstico.

Las personas que sufren síndrome de Tourette son rechazadas constantemente por el desconocimiento sobre la enfermedad. Los episodios de los tics se intensifican en situaciones de estrés, eso fue lo que sucedió con Ferney el día que su hija se cayó.

El rechazo que experimentan las personas con síndrome de Tourette repercute de manera grave en su salud emocional y puede ser un desencadenante de episodios de tics. Cuando el Tourette se manifiesta surge la burla y la marginación, por eso, muchas personas que padecen síndrome de Tourette, como Ferney, ocultan su diagnóstico. Hacer esto, puede poner en riesgo la integridad y salud del empleado, porque cuando el empleador no conoce la enfermedad no puede brindar las ayudas necesarias para que tenga calidad de vida dentro del trabajo, ni como generar protocolos que puedan ayudar a la persona durante una crisis. Pero, ante el temor del estigma, la marginación y el despido, Ferney y muchas más personas con distintos diagnósticos psiquiátricos los ocultan para no ser mal vistas ni señaladas socialmente.

La estigmatización laboral que sufren las personas con diversidad mental, es una realidad cotidiana en su vida. En Colombia, no existen políticas de salud pública que aborden puntualmente esta problemática para solucionarla. Tampoco existen en Colombia estudios e investigaciones profundas sobre esta situación que afrontan las personas con diagnósticos psiquiátricos. La problemática ha sido abordada y estudiada de manera detallada en Brasil y Chile, países en Latinoamérica con mayores avances sobre el tema.

*Los nombres de los entrevistados han sido omitidos y cambiados a petición de ellos mismos.

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