Salud

El estrés no es el responsable del acné pero ayuda a su aparición

Ramon Grimalt, Universitat Internacional de Catalunya

El acné es una erupción generalmente papular (granitos rojizos aumentados en la piel) o pustular (acné con pequeños puntos blancos rodeados por un área rojiza hinchada) que afecta a la cara y, en ocasiones, a la parte superior del tórax. Su origen reside en la obstrucción, colonización bacteriana e inflamación del folículo pilosebáceo.

El acné es una condición común en la adolescencia (afecta al 85 % de jóvenes) pero puede persistir hasta la edad adulta. Además, existe una tendencia hereditaria que implicaría a varios genes. Es decir, los hijos de progenitores que han padecido de acné severo tendrán mayor tendencia a padecer formas graves del mismo.

En general, las mujeres presentan una edad de inicio más precoz (entre los 12 y los 13 años), aunque la duración del acné es mayor en el caso de los varones. Éstos, por su parte, presentan una afectación clínica más intensa, con mayor probabilidad de presentar lesiones quísticas en el tronco.

Causas de la aparición de acné

Se han barajado diferentes hipótesis para explicar la aparición de acné. En primer lugar, estudios epidemiológicos recientes apuntan que el consumo excesivo de leche y azucares refinados podrían desempeñar un papel en la patogenia del acné. Esto se debe a las conexiones existentes entre la insulina y las hormonas esteroideas.

Sin embargo, en la práctica clínica, determinadas restricciones dietéticas, además de tener una difícil implementación en la edad adolescente, no parecen ser claves en la buena evolución del paciente.

La causa principal de los granos son los cambios hormonales que se dan en la pubertad. Sin embargo, se ha discutido durante años sobre la relación del estrés y la ansiedad en la aparición de este. De hecho, muchos estudiantes notan que padecen más acné en época de exámenes que durante las vacaciones. Pero, ¿se puede afirmar que la ansiedad provoca acné?

La relación entre el acné y la ansiedad

Recordemos que muchas enfermedades dermatológicas pueden empeorar con la aparición de ansiedad o estrés pero ello no indica que sean la causa. Ocurre algo similar con el uso de mascarillas durante la pandemia de covid-19, pues de ningún modo son las responsables de la aparición de pequeños granos en la piel, pero sí pueden ayudar a su erupción.

De hecho, los adultos que usan mascarillas a diario y durante muchas horas no desarrollan tanto acné en la cara. Sin embargo, en personas con tendencia acneica (como ocurre con los adolescentes) las mascarillas pueden desencadenar y empeorar los brotes que por sí mismos ya tienden a padecer.

Por tanto, el estrés o la mascarilla, como sucede con los cosméticos grasientos, pueden empeorar el cuadro clínico o, incluso, desencadenar algún brote, pero en ningún caso se podría afirmar que son causa.

Por qué culpamos al estrés de la aparición de acné

A lo largo del tiempo, se han barajado muchas hipótesis en este sentido y existen diferentes teorías sobre cómo el estrés puede influir en las afecciones cutáneas. ¿Cual sería el mecanismo por el cual el estrés puede inducir a la aparición del acné?

Algunos investigadores creen que las hormonas que se liberan con el estrés, como la CRH (hormona hipotalámica liberadora de corticotropina), que a su vez estimula la secreción de ACTH (hormona adeno cortico trópica), podrían estar relacionadas con el aumento de la secreción sebácea estimulada por el estrés.

Otros opinan que los cambios emocionales influyen de forma directa en el microbioma de la piel y este sería el motivo por el que la tendencia acneica empeora en momentos de estrés.

Asimismo, algunas hipótesis incluyen que la ansiedad y el estrés pueden modificar la secreción de la glándula sebácea a partir de discretas modificaciones hormonales en el perfil androgénico de los pacientes. Por ende, al aumentar el sebo, aumenta la infección de la glándula y el acné.

Todas ellas son hipótesis posibles pero todavía no existe consenso sobre las razones que vinculan el estrés y la ansiedad con la aparición de granos en la piel.

Acné o estrés: ¿quién va primero?

Aunque es una patología frecuente y generalmente leve, no debemos olvidar que el acné puede conllevar componentes psicosociales significativos, entre ellos depresión, ansiedad e incluso fobia social.

No es raro para el dermatólogo observar cómo pacientes con psoriasis, con dermatitis atópica, con urticaria, con liquen plano o con dermatitis seborreica, entre muchas otras condiciones cutáneas, padecen brotes en momentos de mayor tensión emocional.

Por eso, muchos dermatólogos nos vemos obligados a practicar psicodermatología en nuestras consultas, ya que resulta muy frecuente observar pacientes que solo padecen problemas dermatológicos cuando no se encuentran emocionalmente estables.

Las alteraciones psicológicas más frecuentes en los pacientes que atienden las consultas dermatológicas son dos: ansiedad y estado depresivo. También, pero con mucha menor incidencia, las conductas obsesivas.

Cuando los pacientes tienen ansiedad, normalmente tienen consciencia de su problema. Sin embargo, el estado depresivo suele presentarse de manera enmascarada (el paciente no es consciente de que está deprimido). Los trastornos depresivos enmascarados tienden a somatizar (disfunciones digestivas, respiratorias, cardíacas, del aparato locomotor), es decir, convierten un trastorno psíquico en síntomas físicos.

En todos estos casos se ha reconocido la importancia de realizar un tratamiento conjunto (psico/dermatológico) que contribuya a la mejoría de las alteraciones dermatológicas.

No olvidemos que los problemas dermatológicos, como el mismo acné, la psoriasis, eczemas o la alopecia androgenética, producen un impacto psicológico que condiciona la calidad de vida de los afectados. Por tanto, en algunos casos se trata de un círculo vicioso: el estrés provoca acné y el acné facial provoca estrés.

En definitiva, si bien las personas con tendencia acneica pueden empeorar su condición en épocas de estrés, no se puede afirmar que el estrés sea la causa de la enfermedad.The Conversation

Ramon Grimalt, Profesor agregado del Departamento de Medicina. Facultat de Medicina i Ciències de la Salut., Universitat Internacional de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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