Economías colaborativas estarían formando neoinstituciones
El uso de plataformas web como medio de trabajo colaborativo —Uber y Airbnb (AirBed & Breakfast) — abre el debate sobre la formación de nuevas instituciones y cómo deben ser controladas.
La economía colaborativa utiliza las nuevas tecnologías para realizar interacciones, a veces comerciales, en las que el ciudadano del común se puede convertir de repente en un emprendedor.
En el caso colombiano, mientras Uber ofrece servicios de transporte público de pasajeros y cobra por ellos sin autorización de las autoridades del Estado; los anfitriones inscritos en Airbnb no están registrados ante la Dian, por lo tanto no facturan con IVA ni pagan el 8 % de impuesto al consumo, lo cual deteriora las finanzas públicas.
Según Libardo Steven Acosta, estudiante de Administración de Empresas de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Palmira, “las personas empezaron a usar esas plataformas como trabajo pero no se ha evaluado mucho sobre el punto de vista de la institucionalidad”.
En su opinión, el debate se dirige a que se está formando una nueva institución sobre esas economías colaborativas, las cuales se han fortalecido por aspectos como la confianza que genera su uso o la posibilidad de interactuar a través de redes sociales e internet.
“Desde el enfoque institucional, la dinámica de confiar en una persona sin conocerla es exactamente una neoinstitución; tecnologías como el celular, los datos móviles y las redes inalámbricas, entre otras, conforman una nueva institución tecnológica, una innovación que las produce”, explica el investigador.
En ese sentido, las economías informales ayudan a que las personas y ciudades tengan mayores ingresos pero institucionalmente hay variables que se deben plantear para que la administración de organizaciones moldee el manejo que se va a dar a estas.
El estudiante Acosta trabajó con dos tipos de instituciones en su estudio: ceremoniales y tecnológicas. Las primeras se refieren a todos los aspectos sociales, a las relaciones entre personas; mientras que las tecnológicas se enfocan en cuestiones de producción y desarrollo.
Estas dos entran en un choque: “Por eso las instituciones ceremoniales, en donde se debe ofrecer un mejor servicio por el tema de la confianza entre las personas, chocan con instituciones tecnológicas, en este caso, el servicio de taxi, porque sirve para transportarme pero no dice la forma en que debe hacerlo”, explica el estudiante.
Reto para la academia
Las economías informales generan una nueva institución que nunca se había estudiado dentro de la academia. Desde la teoría organizacional, que estudia el diseño de las organizaciones, debe empezarse a evaluar esta neoinstitución.
“No sabemos cómo es el diseño organizacional de Uber o Airbnb, no se identifica claramente quiénes son sus dueños o si pueden generar una gestión de recursos humanos de las personas que trabajan ahí. Eso debe hacerse desde la academia”, expresa el investigador.
También, la administración de empresas —que reúne disciplinas como la economía, contabilidad y psicología— debe empezar a proponer estrategias de marketing, diseño organizacional y dirección. A sí mismo, reglamentarlas es un debate a nivel jurídico.
La investigación es dirigida por el profesor Carlos Tello Castrillón, de la U.N. Sede Palmira, y forma parte del Grupo de Estudios Neoinstitucionales – GEN.