Análisis

ANÁLISIS – ¿Qué ha pasado en Myanmar luego del golpe de Estado?

Más de tres meses después de la toma del poder por parte de la junta militar no hay una solución cercana a la violenta represión de las protestas y el regreso de la democracia parece lejano.

Por: Maria Paula Triviño / Anadolu

La “Revolución de la Primavera” se ha apoderado de Myanmar tres meses después de que las fuerzas militares al mando del general Min Aung Hlaing propiciaran un golpe de Estado al Gobierno de Aung San Suu Kyi, elegida democráticamente en noviembre de 2020.

Jóvenes birmanos, muchos de los cuales votaron por primera vez en esas elecciones, conforman la resistencia como parte de lo que se ha catalogado como la Revolución de la Primavera que vigila las calles de las principales ciudades del país para evitar que el Tatmadaw, como se le conoce al Ejército, capture ilegalmente a manifestantes. Y es que cada noche, la televisión estatal muestra una lista de personas que van a ser arrestadas mientras la junta militar bloquea el acceso a internet, las líneas telefónicas y las fronteras nacionales.

En Rangún, la ciudad más grande del país, es donde más se aprecia cómo se está organizando la resistencia, pero lo cierto es que el terror a una nueva dictadura militar se ha apoderado de todo Myanmar.

Los antecedentes del golpe

Después de su independencia del colonialismo británico en 1948 Myanmar experimentó por primera vez un golpe de Estado en 1962 cuando el Tatmadaw, bajo el liderazgo del general Ne Win, derrocó al Gobierno civil. En 1988 ocurrió la última dictadura que se extendió hasta el 2011 cuando San Suu Kyi fue electa como parlamentaria.

Suu Kyi, de 75 años, estuvo detenida entre 1989 y 2010, y se convirtió en un símbolo internacional de resistencia pacífica en 1991 cuando le fue otorgado el Premio Nobel de Paz. En 2015, ganó las primeras elecciones democráticas para la presidencia del país pero no pudo juramentarse ya que la Constitución birmana prohíbe ocupar el puesto a quienes tengan hijos con pasaporte extranjero y los suyos tienen nacionalidad británica, lo que la convirtió en la líder de facto del país y una de las mujeres más poderosas del mundo.

En noviembre de 2020, los birmanos volvieron a elegirla para ocupar la presidencia y su partido Liga Nacional para la Democracia (LND) ganó las votaciones con 346 escaños en el Parlamento, lo que lo haría gobernar en solitario, pero acompañado por la presencia casi absoluta que tienen los militares en todo el aparato político.

En febrero de este año, el Tatmadaw aseguró que Suu Kyi y la LND habían cometido fraude electoral y el golpe militar tuvo lugar horas antes de que se convocara la primera sesión del nuevo Parlamento. A ella la detuvieron y en este momento enfrenta cargos de incitación al desorden público, soborno, y de violar las leyes de secretos de Estado, de desastres naturales y de importación y exportación del país.

A pesar de que fue retenida más de 21 años por el Ejército, para muchos Suu Kyi permitió que el Tatmadaw siguiera acumulando su poder y riqueza y hoy ese poder se volteó en su contra mientras luce como una cómplice del genocidio de la etnia rohinyá que suma 1,2 millones de refugiados en Bangladés.

Desobediencia civil

La brutal violencia cometida por las fuerzas armadas desde el 1 de febrero de 2021, día en que se perpetró el golpe, ha sido respondida con un levantamiento popular que no se veía desde 1988 cuando el Levantamiento 8888 compuesto por jóvenes entre los que se encontraba Suu Kyi luchó en las calles contra la dictadura del general Saw Maung en enfrentamientos que dejaron cerca de 3.000 muertos.

Durante los últimos tres meses desde que médicos y enfermeras iniciaron el movimiento de desobediencia civil en hospitales gubernamentales, cientos de miles de empleados estatales en varios ministerios han renunciado a sus salarios y eligieron ser desalojados de las viviendas del Gobierno, enfrentándose a dificultades económicas. Además, la junta militar ha despedido, destituido o suspendido a más de 3.000 funcionarios públicos, y casi el 70% de los afectados han sido mujeres.

Asimismo, la resistencia civil se está empezando a formar en guerrillas con el apoyo de las resistencias de las etnias rohinyá, shan y kokang. De hecho la KNLA, la guerrilla más antigua del mundo fundada en 1947 en el corazón de la minoría étnica karen y que cuenta con 7.000 miembros, está uniendo fuerzas con otras organizaciones étnicas armadas como el Consejo de Restauración del Estado de Shan y el Ejército de Arakan con el objetivo de “luchar contra un enemigo común, el Tatmadaw”.

En marzo, algunos de los miembros del Parlamento que no se pudo posesionar afirmaron que se necesitaba una “revolución” para salvar el país y pidieron la formación de un Ejército federal.

Por su parte el general Min Aung Hlaing, de 65 años, encabeza las fuerzas militares birmanas desde 2011 y comanda a 549.000 hombres y mujeres que, antes del golpe de Estado de febrero y pese a su historial dictatorial, gozaba del estatus de ser la institución más apreciada por los birmanos.

Comunidad internacional

La primera imagen que el mundo tuvo del golpe de Estado fue el video viral de Khing Hnin Wai, una instructora de aeróbicos que realizaba una rutina de ejercicios a las afueras del complejo parlamentario de la capital Naipyidó, sin percatarse que los militares estaban entrando a la sede parlamentaria para tomar el poder político.

Después de 16 semanas, muchos consideran que la comunidad internacional ha tomado deliberadamente la actitud de esta instructora ante la violencia que deja 805 muertos y 4.146 personas detenidas de acuerdo con la Asociación de Asistencia a Presos Políticos.

“Está claro que debe haber una mayor participación internacional para evitar que la situación de los derechos humanos en Myanmar se deteriore aún más”, dijo Rupert Colville, portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el 13 de mayo.

Desde febrero, Estados Unidos y la Unión Europea han impuesto sanciones al general Hlaing y a otros miembros y entidades dependientes del Tatmadaw pero la acción internacional no ha dado frutos a la hora de cesar los ataques contra los civiles.

Además, China, al compartir una frontera de 2.129 km es el principal inversionista del país y ha defendido en varias ocasiones al Ejército en reuniones de alto nivel como el Consejo de Seguridad de la ONU, mientras que países como Rusia, Pakistán e India continúan dando entrenamiento miliar a oficiales militares birmanos en temas como ingeniería de armas e inteligencia.

Igualmente, mientras continúa la represión, la oposición en países vecinos como Tailandia sigue creciendo gracias a los refugiados de las dictaduras anteriores que están dando apoyo económico y digital a la ‘Revolución de la Primavera’.

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