América Latina no es pobre, es desigual
“Lo que tenemos que analizar es la relación pobreza – riqueza en el país, para ver cómo se distribuyen jurídica y legítimamente las utilidades que son de todos, del colectivo, y así atacar la desigualdad, no la pobreza”.
Así lo considera José Manuel del Val Blanco, antropólogo y miembro del Programa Universitario de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para quien hablar de ‘atacar la pobreza’ es equivalente a no hacer nada. Ello, debido a que el Estado deja a los ciudadanos por fuera del ejercicio de los derechos de la constitución. Frente a esto, el cambio debería empezar en la academia, en su concepto, desde las clases de economía.
“La interculturalidad en la región se caracteriza por el racismo y el sexismo, prácticas que solo afloran en situaciones de desigualdad económica”, agregó.
El experto, invitado por la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) a la Jornada de Estudios – Interculturalidad y Derechos Humanos, manifiesta que en Latinoamérica existen diferentes conflictos entre grupos sociales, por ejemplo, por causas raciales, de género, de nivel socioeconómico, religioso, alimentario, entre otros, los cuales hacen que la región sea catalogada como pobre.
“El problema nace socialmente, porque se ha creado una sociedad para subordinar. Si no se rompen los esquemas de subordinación, que es la base del racismo y de la discriminación, no se puede hacer nada”, asegura el académico de la UNAM.
Agrega que la interculturalidad significa tomar conciencia de las relaciones sociales y sus procesos. Con este fin, se busca entender a los distintos sectores sociales y su relación, para así trabajar en ellos, fórmula esencial para analizar la pobreza.
“La gente no es pobre, la gente es desigual. Desde la interculturalidad se muestran varios ejemplos de países que en 30 años no han cambiado sus índices de pobreza, como México o Colombia. No obstante, sus economías han creado y hecho figuras empresariales importantes, que están entre las más ricas del mundo”, expone el antropólogo.
Afirma el docente de la UNAM que ese fenómeno de las riquezas emergentes en manos de unos pocos es creado con los mismos insumos del territorio, el mismo dinero y con el mismo tiempo. “Esto quiere decir que la lógica en que los Estados han construido su legitimidad y legalidad produce desigualdad estructural” asegura.
“Ese es el problema de la región latinoamericana, que aunque tiene recursos importantes, no pueden ser distribuidos adecuadamente”, expone el experto en interculturalidad.
Cambios en la academia
Para el académico, es importante establecer desde las universidades la observación e identificación de los hechos sociales, pues las instituciones educativas, como colectivos, influyen en la manera de pensar y actuar de los ciudadanos, por lo cual pueden dar lugar a transformaciones sociales, señala el invitado de la UNAM.
Asegura que la academia tiene que replantearse, porque, por ejemplo, conceptos como ‘realidad relacional’, que es todo un hecho, ocurren por expresiones sociales, como dice el argot popular: “para que haya pobres tiene que haber ricos”.
“Las facultades de economía no trabajan sobre la desigualdad, no la estudian y no proponen cómo combatirla, porque solo hablan de clases sociales, de explotación, olvidando conceptos marxistas del trabajo, la unidad, la prosperidad social, fundamentales en las ciencias sociales”, argumenta.
El docente cree que en algunas facultades no hablan de desigualdad, explotación ni lucha de clases – porque dicen que no hay clases sociales –, sesgando así a una parte de los ciudadanos. “Otros ven que en nuestra sociedad sí hay clases sociales, se habla de conjuntos, encuentros y de allí nacen ejemplos como la comunidad LGTB; sin embargo, la realidad no está cambiando”.
“Lo que hay que hacer con los pueblos es escucharlos, porque nadie habla por ellos, solo los interpretan. Hay que responder con proyectos de escucha e interculturalidad”, concluye.