Animales silvestres, historia de otra industria extractiva en la Amazonia
El auge de la extracción de animales nativos de la Amazonia a mediados del siglo XX convirtió a Iquitos (Perú), Leticia (Colombia), Manaus y Belem (Brasil) en los principales centros de acopio de animales silvestres de Sudamérica, para abastecer tiendas de mascotas, zoológicos, universidades, institutos de investigación científica y laboratorios farmacéuticos.
Así lo asegura Yohana Pantevis, candidata a doctora en Estudios Amazónicos de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Amazonia, quien ha hecho una revisión documental del desarrollo de la investigación científica en la Amazonia, históricamente atractiva por su enorme riqueza natural.
En el estudio, que forma parte del trabajo del Grupo de Investigación en Historia, Ambiente y Política –dirigido por el profesor Germán Palacio–, se analiza cómo la comercialización de pieles usadas en la moda americana y europea abre las rutas de transporte que después facilitan la extracción de fauna silvestre viva para experimentación animal.
Esta demanda también se asoció –en buena medida– con la expansión de las ciencias biomédicas experimentales que se dio durante este periodo y que fue promovida por políticas económicas estatales de los países de la Amazonia, que priorizaron la extracción y exportación de sus recursos.
“Mucho de ese conocimiento científico ha determinado de manera importante el uso del suelo del departamento, pero no se ha hecho una reflexión específica de las preguntas que se hacen los nativos del porqué, cómo o para qué se realizan estudios científicos en la Amazonia”, sostiene la investigadora y añade que estas actividades también implicaron una forma de intervención externa que permitió la incorporación tardía de esta región al Estado colombiano.
Expansión económica
En Leticia, que para la década de 1950 no era más que un pequeño poblado ribereño, el desarrollo económico ocasionó una expansión urbana, económica y demográfica que coincide con la extracción de animales silvestres que eran exportados hacia los Estados Unidos, y del pescado que era comercializado Bogotá.
“La gran demanda externa de pieles y especies silvestres permitió que la aviación comercial en la ciudad fuera liderada por el sector privado que necesitaba enviar al exterior la enorme oferta de recursos naturales existente en la región”, indica la investigadora Pantevis, y agrega que en esta época la extracción y comercialización de animales silvestres era vista en la región como una bonanza extractiva.
A estos resultados se llegó después de la revisión documental de archivos de la Cancillería sobre el tráfico de especies y de los documentos que sobre la Amazonia se encuentran consignados en el Archivo General de la Nación y en el Instituto de Ciencias Naturales de la U.N.
También se adelantaron entrevistas con investigadores que han trabajado en la región, como Brigitte Baptiste, directora del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, profesores de la U.N., indígenas que han formado parte de las investigaciones e incluso con el norteamericano de origen griego Mike Tsalikis, uno de los más conocidos traficantes de especies.