En época de escasez, indígenas del Vaupés se alimentan con ranas
Entre febrero y abril, las ranas Osteocephalus taurinus, O. yasuni y O. cabrerai forman parte de las pocas presas que les quedan disponibles a los indígenas de las comunidades Bella Vista de Abiyú y Puerto Loro de Macucú, al suroriente del Vaupés.
BOGOTÁ D. C., 23 de enero de 2017 — Agencia de Noticias UN-
La mayoría de estos anfibios se utilizan para preparar sopas, aunque algunos se comen ahumados.
En las comunidades mencionas, que habitan cerca a la frontera con Brasil, se consumen unas 2.000 ranas en los tres meses de la temporada de lluvias, lo cual equivale a unos 60 kilogramos de carne, explica Juan Camilo Bonilla González, magíster en Ciencias y Biología de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.).
La investigación reportó que el 96 % de los anfibios consumidos pertenece a la especie Osteocephalus taurinus, y el 4% restante a las dos nuevas especies: O. yasuni y O. cabrerai.
La mayoría de los individuos recolectados son machos, aunque los indígenas prefieren las hembras, ya que son más grandes –miden entre 8 y 11 centímetros, en comparación con los machos, que miden entre 6 y 8– y tienen huevos, cuyo sabor les encanta, indica el investigador Bonilla.
Normalmente en Bella Vista y Puerto Loro se consumen unas 50 especies de fauna, pero en la temporada de lluvias, cuando los niveles de agua suben, no quedan muchos recursos disponibles, por lo que la rana se convierte en un alimento fundamental.
Entre febrero y abril, aproximadamente, los anfibios bajan de la parte alta del bosque para buscar charcos o pozos para reproducirse.
En horas de la madrugada, los machos empiezan a cantar para atraer a las hembras; con linternas, los pobladores de la comunidad de Bella Vista entran al bosque, se acercan a los charcos y las cogen con la mano.
Entre tanto, los indígenas de la comunidad de Puerto Loro usan un método tradicional, que consiste en cavar un hueco, el cual se llena naturalmente de agua a causa de las lluvias o la filtración de los suelos, y donde caen las ranas.
El investigador Bonilla encontró que este método es más eficaz y garantiza un consumo sostenible que favorece la preservación de la especie, ya que en el agua del hoyo se desarrollan las primeras etapas de vida de los renacuajos que nacen de los huevos depositados por las ranas que caen en este lugar.
Cabe señalar que los anfibios Osteocephalus taurinus ponen unos 3.000 huevos, y para preservar la especie se debe respetar el crecimiento de los renacuajos, de tal forma que estos se puedan desarrollar y reproducir, aproximadamente un año después, explica el magíster.
“Por suerte, los indígenas saben eso. Las ranas son fundamentales para ellos, no solo por el alimento sino también porque ellas les avisan, con sus cantos, que se avecina la temporada de lluvia, con lo cual empiezan a trabajar en sus cultivos”, complementa.
No obstante, al científico le preocupa que los desequilibrios causados por el cambio climático afecten este ciclo natural, toda vez que las temporadas de lluvias se desfasan o duran menos generando sequías.
Por otro lado, el investigador Bonilla destaca que “este es el primer reporte que se hace sobre los hábitos de consumo de ranas en dichas comunidades indígenas. Aunque algunos científicos, como el alemán Theodor Koch-Grünberg –en el que se inspira la película El abrazo de la serpiente–, ya habían hecho algunos apuntes al respecto.
Esta investigación se llevó a cabo en la zona aledaña al río Tiquié, uno de los afluentes del río Vaupés.
El estudio contó con el apoyo de la Asociación de Autoridades Tradicionales Indígenas de la Zona del Tiquié (AATIZOT), la cual se interesó en determinar si los hábitos de consumo de rana eran sostenibles.
Además, la investigadora Mariela Osorno Muñoz, del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi, gestionó el proyecto, que fue financiado por Colciencias. La tesis del investigador Bonilla fue dirigida por la profesora Olga Lucía Montenegro Díaz, del Instituto de Ciencias Naturales de la U.N.