Ciudad PensanteOpinón

Mercaderes de la vida

Creo que una de las situaciones más devastadoras que puede vivir una familia es tener uno de sus miembros en una Unidad de Cuidados Intensivos. Y esta situación es aún más difícil en estos tiempos de pandemia.

En momentos como estos, podríamos pensar que valores como la solidaridad y la empatía deberían estar más presentes que nunca en nuestros corazones y sobre todo en nuestras acciones.

Y suponemos, que esos dos valores, solidaridad y empatía, más comprensión y apoyo se deben encontrar en las acciones de aquellos que trabajan en el sector de la salud. Todas las personas que se enferman y sus familiares, esperan encontrar en las instituciones de salud y en los profesionales del área estos valores presentes.

No fue fácil escribir esta columna. No quiero ser injusta con el trabajo incansable, con amor y compromiso que la gran mayoría de los profesionales de la salud hacen día a día para salvar vidas.

Pero, tengo varios amigos que con dolor, tristeza e indignación me han contado las situaciones irregulares que están viviendo los familiares de las personas que ingresan a UCI en la ciudad de Cartagena de Indias, no sé si esto también está ocurriendo en otras ciudades del país.

Los familiares de los enfermos deben enfrentar muchos momentos y situaciones muy difíciles. Primero, entender la enfermedad y su complejidad. Segundo, tratar de comprender que la vida del ser que ama está en peligro, para luego aceptar que lo podemos perder, hay que tener fe, pero también comprensión de la realidad que se vive, y eso no es algo sencillo. Tercero, el gasto económico que implica tener un familiar enfermo y mucho más en una UCI.

La enfermedad llega, generalmente, de repente y en esta pandemia aún más, casi ninguna familia ni persona está preparada para enfrentar sorpresivamente una enfermedad, ni en la parte emocional ni en la parte monetaria, principalmente una tan contundente como la covid-19.

No importa que se tenga un régimen contributivo de salud o que se pague una prepagada, el sistema de salud colombiano está hecho de manera que permite que se dé corrupción e injusticias, que las familias tenga que correr con grandes gastos, que se suponen que deben ser cubiertos por el sistema de salud. Medicamentos e insumos que legalmente debería dar las EPS, indistintamente sea régimen subsidiado o contributivo.

Pero esa legalidad está en el papel, porque la realidad que viven las familias es muy distinta, deben comprar los medicamentos que las EPS deberían suministrarle al paciente, así como insumos médicos y humanos mínimos, que no se deberían pedir en un hospital. Las familias tienen que buscar de donde no tienen para poder comprar lo que les exigen.

En Cartagena de Indias, en varias clínicas está sucediendo algo inaudito, corrupto e inhumano, se está dando un tráfico de insumos médicos. Cuando llega un paciente enfermo, que debe ser internado en UCI, a los familiares le exigen una gran cantidad de cosas, como requisitos para poder, primero ingresarlo y segundo sostenerlo, no niegan de frente el ingreso a la UCI si los familiares no traen los insumos, pero ejercen una presión muy fuerte sobre las familias, haciéndoles entender de manera indirecta que no pueden tener a su pariente en una UCI, a menos que traiga todo lo requerido.

Y es aquí donde comienza el otro calvario y angustia que viven los familiares, comprar todo lo exigido, que va desde medicamentos, la gran mayoría los debe dar la EPS, pero no los hay, están escasos, no los autoriza, así que para que tu familiar no fallezca por falta de medicamentos debes comprarlos. Las familias corren a comprarlos cueste lo que cueste.

En el caso de ingresar a UCI por covid-19, el estado colombiano subsidia el gasto.

Pero esto no termina ahí, les piden a los familiares la compra de batas, ropa de cama, pañales y otros implementos, que debería tener un hospital o clínica, que nunca se le deberían solicitar al paciente o sus familiares, pero que a raíz a la realidad corrupta en la que vivimos, las familias deben comprarlos.

Resignadas y sin chistar, corren a comprar todo lo necesario. Prestando el dinero, haciendo recolecta, sacando de donde no tienen, porque Cartagena de Indias y Colombia es un país de pobres, el 42% de las personas son pobres, ganan menos de la mitad del mínimo y el otro resto de colombianos sobrevive con poco. Y no se nos debe olvidar que nadie está preparado para enfrentar repentinamente una enfermedad, muy pocos ahorran plata “por si me enfermo”, guardando recursos para ese tipo de eventualidad, así que esto siempre toma por sorpresa a las familias.

Los familiares viven angustias por diferentes motivos y en todos los niveles, y es aquí cuando se me han acercado muchas personas a contarme las experiencias crueles que han vivido con el personal de enfermería y administrativo de muchos centros hospitalarios de Cartagena.

He escuchado con tristeza, horror y sorpresa, como me relatan la crueldad y falta de humanidad con la que las enfermeras le exigen un numero de batas, ropa de cama e implementos que parece excesivo… quince batas, 10 juegos de ropa de cama… Las cifras son distintas, de acuerdo a la clínica, pero rondan en esos números… una persona me narró que le pidieron cien paquetes de pañales, quedé aterrada.

De acuerdo a lo que investigué, a un paciente se le debe cambiar el pañal entre dos y cinco veces al día, un paquete tiene entre 8 y 10 pañales, un paquete alcanzaría para dos días, en promedio. Cien paquetes alcanzarían para 200 días. Un paquete de pañales cuesta en promedio $30 mil pesos, es decir, esa amiga mía se gasto $3.000.000 de pesos en pañales. Y ese gasto no fue paulatino, le exigieron los pañales una vez ingresaron a su familiar en UCI, los cien completos. Ella casi enloqueció buscando donde prestar la millonada en medicamentos e insumos que le exigían en el hospital, porque además de pañales le pidieron medicamentos, batas, ropa de cama…

Pero este asunto no termina ahí, un amigo me manifestó que, tristemente, muchos pacientes en UCI no son tratados con dignidad, con la dignidad y el respeto que debe dársele a un ser humano en todas las circunstancias y más aún, cuando una persona está enferma y en UCI, porque es absolutamente vulnerable y dependiente del personal de la salud que lo atiende, aún más en las situaciones actuales de esta pandemia. Muchos han encontrado a sus familiares con peladuras en la piel, quemados debido a estar en cama tanto tiempo. También, los encuentran sucios en sus propios excrementos y orines. Desnudos y sin nada que los cubra, sometidos al frio que pueden sentir dentro de la UCI. Y esto es absolutamente inaudito.

Mi amigo me decía ¿Entonces para qué se compran los pañales? ¿Dónde están los pañales? ¿Dónde están los elementos de aseo que compré y me exigieron? ¿Quién tiene las batas y ropa de cama que me exigieron y que entregué?

Nadie da una respuesta clara y las enfermeras se molestan, la actitud es agresiva. Y si desafortunadamente el familiar fallece, todo lo comprado se pierde, se desaparece misteriosamente. Mi amigo me contó que luego que su familiar falleció solicito que le fuera devuelto todo lo que compró y entregó, porque sabía que eso no había sido gastado y casi que ni usado. Es ahí donde nadie sabe nada, ni el personal de enfermería al que se le entregó los productos y medicamentos ni los médicos ni la parte administrativa. Se hacen, literalmente los locos, no responden, hay agresividad y molestia cuando esto se exige.

Mi amigo quería donar todo eso a una familia que no tenía como comprar lo que le estaban exigiendo. Pero, nada de lo que compró y entregó a la clínica le fue devuelto, nadie le dio respuesta, todo desapareció.

Hablando con él y con otras personas que me contaron situaciones similares, todos me dijeron que tuvieron la percepción de que esos productos se estaban comerciando, revendiendo, que hay un mercado negro con esos insumos. Por eso se piden cantidades exageradas de estos elementos y por la misma razón desaparecen si el familiar fallece. Esto explicaría por qué, cínicamente, ni siquiera los utilizan en sus familiares. Las personas que me han contado todas estas historias que motivan mi escrito, manifiestan que es con el personal de enfermería con el que suceden todas estas situaciones.

Para mí siempre ha sido muy difícil comprender porque algunas clínicas y profesionales de la salud se convierten en mercaderes de la salud ¿Dónde queda la sensibilidad humana que debe poseer un profesional de la salud? ¿Dónde está la ética y la moral que deberían tener aquellos que se dedican a salvar la vida? ¿Dónde está la ética que debería primar en un centro hospitalario?

Cuando las enfermeras se gradúan hacen el Juramento para enfermeras/os de Florence Nightingale, que dice:

«Juro solemnemente ante Dios y en presencia de esta asamblea llevar una vida digna y ejercer mi profesión honradamente.

Me abstendré de todo cuanto sea nocivo o dañino, y no tomaré ni suministraré cualquier sustancia o producto que sea perjudicial para la salud.

Haré todo lo que esté a mi alcance para elevar el nivel de la enfermería y consideraré como confidencial toda información que me sea revelada en el ejercicio de mi profesión, así como todos los asuntos familiares en mis pacientes.

Dedicaré mi vida al bienestar de las personas confiadas a mi cuidado».

Quiero hacer énfasis en esta ultima frase: «Dedicaré mi vida al bienestar de las personas confiadas a mi cuidado». Así es, cuando dejamos un familiar en UCI, le confiamos el ser que amamos a las enfermeras y enfermeros para que lo cuiden con toda la responsabilidad que esto requiere, suponemos que estos profesionales comprenden el valor de la vida, de protegerla y brindar bienestar. Damos por hecho, que para el personal de enfermería nuestro familiar enfermo no representa una cifra o la posibilidad de sacar dinero a los parientes. Creemos que será cuidado con la dignidad que merece. Y debe ser terrible para los familiares enfrentarse a una realidad completamente contraria.

Creo que al personal de enfermería y administrativo que está comercializando la salud de los enfermos en UCI y que convirtieron la enfermedad en un mercado negro de insumos y medicamentos, se les olvida que son tan humanos como el enfermo que no cuidan. Ninguno de ellos está en una burbuja, protegidos de la enfermedad y exentos de toda adversidad. Que en cualquier momento de su vida pueden estar ellos mismos o sus familiares en situaciones de enfermedad, enfrentando las mismas angustias que las familias que en algún momento explotaron, aprovechándose de la situación vulnerable que vivían ¿Será que ellos no piensan en eso?

No creo que exista un castigo divino, creo que la vida es un constante proceso de acción – consecuencia, que recibimos lo que damos y lo que somos ¿Qué creen que pueden estas personas esperar de la vida después de actuar de manera tan corrupta?

Este escrito no tiene la intención de ser una denuncia, si fuera así me atrevería a decir nombres e instituciones, pero por petición de aquellos que me contaron estas historias está columna no tiene esa intención.

Quiero ir un poco más allá, apelar a los valores, a la ética que estos profesionales deberían tener, ese amor, solidaridad y deseos de ayudar a los enfermos, que se supone los motivó a estudiar su profesión. Lograr una reflexión sobre este tema. Siempre he pensado que podemos lograr cambios individuales y colectivos cuando se enciende en nuestros corazones la chispa de la reflexión. Deseo encender esa chispa y que se convierta en un gran incendio.

Estamos en tiempos donde requerimos ser más solidarios y empáticos entre nosotros mismos, en los que la ética y la moral deben prevalecer.

Por cierto ¿Y el DADIS? ¿Será que sabe? ¿Le importa? ¿Se están haciendo los pendejos?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *