Política y Sociedad

Perros y gatos: de seres domésticos a seres políticos

Los ataques de perros a humanos y el debate sobre el maltrato animal son ejemplos del carácter político que los animales de compañía han adquirido en la sociedad colombiana.

BOGOTÁ D. C., 03 de febrero de 2017 — Agencia de Noticias UN-

En su tesis “La relación humano-animal de compañía como un fenómeno sociocultural. Perspectivas para la salud pública”, la aspirante a doctora en Salud Pública, Myriam Acero Aguilar, planteó el cambio que ha tenido la representación de los animales de compañía a lo largo de la historia y los debates actuales frente a su tenencia en Bogotá.

Según la investigadora, fue en Inglaterra a mediados del siglo XIX cuando la tenencia de “mascotas” (perro y gato) surgió como la conocemos hoy en día, por placer y compañía unida a una serie de prácticas de cuidado.

Para que esto ocurriera, perros y gatos tuvieron que sobrepasar muchos momentos en su accidentada historia con los humanos. Entre dioses y demonios, estas especies han transitado en la cultura occidental. Había que superar el oscurantismo de la Edad Media europea y las prohibiciones de tenencia de estos animales de la Iglesia católica –por considerar esta práctica como trasgresora de la frontera humano animal y diabólica– para que perros y gatos fueran aceptados como parte de las sociedades humanas, práctica que se dio inicialmente entre la aristocracia victoriana como símbolo de distinción y de estatus.

En Bogotá, y en general en Colombia, la “mascota” viene ligada al proceso de urbanización. En las ciudades, y seguramente influenciadas por la tendencia europea, las funciones útiles de estos animales como guardianes o cazadores fueron no solamente valoradas sino que poco a poco se transformaron en un vínculo afectivo mucho más estrecho. En este sentido, lentamente estos animales fueron ocupando un lugar más importante en los hogares de los bogotanos, al punto de convertirse en un integrante más de la familia.

Este evento tiene unas repercusiones sociopolíticas de gran importancia que van desde lo cotidiano hasta lo político y económico. Para esta investigación, la médica veterinaria, docente de la U.N., hizo un trabajo de análisis en refugios para animales, tiendas para mascotas, consultorios veterinarios, centro de zoonosis, hogares bogotanos y otros lugares para determinar esas nuevas relaciones entre animales de compañía y humanos.

Mucho más que mascotas

En su investigación, la docente pudo determinar que se ha abierto una brecha entre quienes consideran que los animales de compañía representan un peligro para la sociedad y los que creen que deben ser miembros del hogar y tratarse como tal.

La investigadora demostró además que los animales de compañía no solo pertenecen al ámbito de lo doméstico, sino que adquieren un carácter social y político. Registró por ejemplo el caso de una madre y su hija que hace algunos años fueron mordidas por un perro pitbull en el sur de Bogotá, y las contradicciones entre quienes consideran al animal como un peligro y quienes creen que el peligroso es el humano por su irresponsabilidad frente a la tenencia. Estos últimos se movilizaron con protestas para pedir que la vida del animal fuera perdonada.

En sentido social y político estos animales transitan como culpables o como víctimas en la intersección entre el Estado y la sociedad. Al respecto, habla de los casos de envenenamiento masivo de animales que se vienen dando en la ciudad, los cuales presenta como responsabilidad del mercado que incentiva la tenencia de “mascotas” y de manera indirecta el abandono de las personas por la poca observancia de prácticas que favorezcan la convivencia y por descuido estatal al no poder controlar efectivamente el crecimiento poblacional, ante una problemática que requiere de mayor inversión.

“Este sentido social y político de los animales de compañía puede ser aprovechado para hacer conexiones frente al maltrato de otras especies, como por ejemplo la tortura que se ejerce en el toreo, esto a propósito de la reapertura de la Plaza de Toros de Bogotá. El afecto por los perros y los gatos puede sensibilizar a las personas, y de hecho creo que así está ocurriendo, frente a la condición animal en sentido general”, anota la investigadora en su tesis.

La humanización del animal

Lo que más se visualiza en la relación contemporánea con los animales es el vínculo afectivo. A propósito, la investigadora resalta que esta condición aunque muy importante y positiva, puede ser problemática por la tendencia a la humanización de los animales. “Por ejemplo hay casos en los que se les da alimentos como helados o dulces pensando que merecen disfrutar de los mismos gustos humanos llevándolos a problemas de sobrealimentación”.

Sin embargo, asegura, que es diferente antromofizar a humanizar. “Está bien que se les hable, porque esa es la forma que usamos los humanos para expresar sentimientos y establecer un vínculo afectivo, pero no por eso debemos vestirlos o darles alimentos que no son de su tipo. […] La humanización también puede llevar a problemas de conducta a los animales por apego exagerado a los humanos y a sufrimiento de las personas”.

Otro caso que expone la doctora es el de los costosos tratamientos a los que se deben someter algunos animales de compañía cuando se enferman, y hasta qué punto las familias pueden asumir ese gasto. “Es muy complicado por falta de recursos tener que hacerle eutanasia a un miembro de la familia”. De modo que demuestra una vez más toda la complejidad que hay en esta relación, y el carácter social y político.

Además, hace una fuerte crítica a la industria para mascotas por utilizar los animales como mercancía en una sociedad cada vez más consumista como la nuestra, y esto lo presenta como una tendencia global. “La sola venta de alimentos concentrados para mascotas es un negocio que en el 2015 alcanzó una ganancia de 24 billones de dólares en los Estados Unidos, país con la mayor población de perros y de gatos en el mundo”.

“En Bogotá esta tendencia se puede ver en la transformación de las ferias de animales; antes Agroexpo dejaba un estand para ‘mascotas’, después un pabellón, ahora tenemos una feria completa para este fin como los es Expopet, lo cual tiene consecuencias en el aumento de la población”.

Finalmente, resaltó la importancia del papel femenino en el cuidado de las mascotas. Los refugios, por ejemplo, son manejados en su mayoría por mujeres, y en los hogares son ellas las encargadas de los cuidados del animal. Aunque en este último punto advierte que cada vez es más común ver hombres involucrados en prácticas como el paseo de los animales.

Frente a los debates de la humanización y la importancia de los derechos de los animales, esta investigación muestra que las “mascotas” han adquirido esta posición de seres políticos.

En su tesis, la investigadora recibió mención meritoria, entre otros aspectos, por visualizar a través de la relación que los bogotanos tienen con los perros y los gatos la complejidad del entendimiento de la naturaleza y de la cultura. Desde esa perspectiva hace un llamado a la salud pública para que amplíe su comprensión del riesgo y lo posicione como un fenómeno social complejo con múltiples dimensiones.

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