Es irremediable, nos inquieta no saber. Es una sensaciĂłn intrĂnseca al ser humano que suele poner el foco en el futuro –quĂ© pasará mañana–. Pero la incertidumbre no vive solo en el calendario. TambiĂ©n se instala en los porquĂ©s, en la comprensiĂłn de los procesos que desembocan en lo que sucede: Âżpor quĂ© mido 1,65 metros? ÂżQuĂ© nos lleva –o no– a desarrollar un cáncer? ÂżQuĂ© genes influyen en cierta enfermedad? No es solo preguntarse si, al lanzar una moneda, saldrá cara, sino quĂ© mecanismos fĂsicos y contextuales empujan ese resultado y en quĂ© medida lo hacen.
No hay bola de cristal: la realidad es compleja, ruidosa y a veces caprichosa; y nuestro conocimiento resulta inevitablemente limitado. Lo que sĂ tenemos es un lenguaje para cuantificar esa falta de certeza y convertirla en algo con lo que podamos tomar decisiones: la probabilidad. Y contamos con una disciplina que ancla ese lenguaje a lo que observamos y medimos: la estadĂstica.