Cultura

Eusebio Leal, el católico y fidelista que rescató La Habana

La HabanaCuba | AFP |

Obseso con La Habana, por la que trabajó febrilmente y de la que hablaba en torrente incontenible, Eusebio Leal murió a los 77 años dejando un legado innegable a la cultura cubana. Pero también agotado por el peso de la figura pública que encarnó por más de medio siglo como Historiador de esa ciudad.

“Lo único que lamento es que me ha quedado poco espacio para mi mismo. Me ha pesado mucho el personaje que creé”, admitió en una de sus entrevistas. Cabeza de la Oficina del Historiador, reconstruyó palacios, fortalezas, casas y plazas, de manera que la Unesco reconoció a La Habana Vieja como Patrimonio de la Humanidad en 1982.

“Hay que seguir por sobre esas huellas, la paciente e infinita labor de salvar el patrimonio de nuestra Cuba a la que tanto amó y consagró su vida”, dijo tras la noticia del deceso el presidente Miguel Díaz-Canel.

En su esfuerzo Leal gestionó donaciones y creó un modelo de autogestión, con una cadena hotelera, ademas de desarrollar una fuerte obra social a favor de los vecinos del lugar.

Vistió de gris desde mediados de los 60, color elegido para comunicarse mejor con los presos (de uniforme gris) que lo ayudaron a convertir el antiguo Palacio de los Capitanes Generales en el Museo de la Ciudad.

Pudo vérsele durante décadas recorriendo cada mañana La Habana Vieja con paso corto y rápido del seminarista que siempre albergó en su alma. De estatura media, escaso cabello y lentes, fue controvertido, polémico, elogiado y vituperado.

“Me duele la ciudad con ese velo decadente que la hace encantadora para muchos. Se han ganado muchas cosas, pero otras se han perdido”, sostuvo una vez.

Se veía a si mismo como “un guardián de la memoria” aunque reconoció que “le faltarían otras vidas” para concluir “la faena de mis desvelos”.

De traje azul en días especiales, su verbo culto y apasionado seducía a reyes, papas, presidentes, ministros, académicos y gente de pueblo. En sus actividades públicas más recientes fue el guía turístico de lujo del príncipe Carlos de Inglaterra y de los reyes Felipe y Letizia de España, cuando visitaron la capital de la isla.

-Bodeguero, inspector-

Eusebio Leal Spengler , hijo de campesinos, nieto de patriotas y bisnieto de inmigrantes franco-alemanes llegados desde Haití, nació en La Habana el 11 de septiembre de 1942.

No terminó el 5to grado escolar, su madre se lo encomendó a un comerciante asturiano de víveres (bodega), pero si le inculcó una fe cristiana que, moldeada en la Iglesia, forjó su carácter y fomentó una vocación sacerdotal.

Sin embargo, no siguió esa vocación: “Yo he amado extraordinariamente a la mujer” y el celibato lo privaba de eso.

“Patria y Fe” fue el lema de este lector insaciable desde la infancia, que además confesó que si marchara a la soledad de una isla con un único libro “me llevaría la Biblia”.

Militante de la Juventud de Acción Católica, comenzó a tener inquietudes políticas. Inspector de impuestos de la alcaldía a los 16 años, conoce a quien sería su maestro, Emilio Roig de Leuchsenring (1889-64), entonces Historiador de La Habana.

Empezó a estudiar y alcanzó su certificado de 6to grado. Participó de la campaña de Alfabetización de 1961, tras el triunfo de la Revolución cubana.

-Más fidelista que marxista-

Empleado en la Oficina del Historiador, sustituyó a Roig después de su muerte, pese a no estar respaldado por títulos universitarios. Sus críticos, a los que llamó sus “amistades difíciles” lo acusaron de falta de rigor, improvisador, advenedizo.

Examinado por un tribunal universitario a mediados de los 70, estudió Licenciatura en Historia. Acumuló numerosos títulos y reconocimientos de 18 universidades, como respuesta a sus detractores.

“Más que marxista fui fidelista”, afirmó en el plano político.

Consideró “un privilegio” contar con el “reconocimiento y la amistad” de Fidel y Raúl Castro. Fidel falleció el 25 de noviembre de 2016. “Ahora, cuando ya no está, vuelve en sueños”, dijo Leal en 2018.

Miembro del Partido Comunista (PCC, único) desde 1991 y diputado en el Parlamento desde 1993, estimó que en Cuba fue “muy difícil compatibilizar religiosidad y revolución”, pero en su caso “nunca existió esa incompatibilidad”.

Su cercana madre Silvia, murió centenaria, pero de la ausencia temprana del hogar de Eusebio, el padre, nunca hablaba en público. “Tuvimos una relación distante”,-dijo- pues “mi padre fue un fugitivo de la Revolución; yo soy hijo de ella”, admitió.

Con varios matrimonios a cuestas, tuvo cinco hijos, dos de los cuales residen en España. Quería ser recordado, declaró, como “un cubano que fue fiel a su sueño, ese que en gran medida pudo realizar, a expensas de laceraciones y vilezas, sacrificando su vida privada”.

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