Medio Ambiente

¿Están las soluciones a la crisis climática en la naturaleza?

Ángel Enrique Salvo Tierra, Universidad de Málaga y Antonio Flores Moya, Universidad de Málaga

Recientemente hemos oído a responsables de distintas instituciones hablar de un nuevo concepto enmarcado en la nueva economía verde. Se trata de las soluciones basadas en la naturaleza (SbN).

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lanza este 23 de julio una Norma Mundial sobre las Soluciones basadas en la Naturaleza, la primera iniciativa global para estandarizar el diseño y la verificación de las SbN. Pero ¿en qué consisten exactamente?

Tras la búsqueda de soluciones

En la última década, a tenor de las evidencias cada vez mayores del calentamiento global de origen antrópico, se ha avanzado en nuevas estrategias. Estas se enmarcan, principalmente, en tres líneas de actuación:

En ambos casos es importantísima la búsqueda de soluciones que provengan de la naturaleza. Estas serán en última instancia menos costosas y tendrán un impacto menor que las de carácter ingenieril, sobre todo si hubiese que implantarlas a gran escala territorial.

En este nuevo marco se encuadran las soluciones basadas en la naturaleza y las infraestructuras verdes y azules. Estas acciones están ya integradas en políticas nacionales, internacionales y más recientemente en la estrategia de adaptación basada en el ecosistema del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Sin embargo, más allá de amplios documentos declaratorios, son aun escasas las experiencias apoyadas en evidencias científicas que demuestren la eficacia de innovaciones basadas en procesos sistémicos.

También se echa en falta la evaluación de aquellas experiencias tradicionales que han demostrado una alta eficiencia constatada durante su aplicación a lo largo del tiempo.

¿Qué es una solución basada en la naturaleza?

Una SbN es la forma de atajar un problema que afecta al medioambiente mediante técnicas basadas en los conocimientos de los procesos naturales.

Un ejemplo son la estrategias que históricamente se han utilizado en la región mediterránea para prevenir los desprendimientos de tierra: el tratamiento de taludes con muretes de piedra seca sin cemento, los bancales, balates o marjades.

Además de contener los deslizamientos de tierra, estas estructuras naturales favorecen la creación de un suelo de alta riqueza en nutrientes y humedad.

Las fisuras que quedan entre los bloques de piedra permiten la filtración controlada de agua. Facilitan así el asentamiento de una flora y una fauna encargadas de importantes servicios a los agrosistemas que soportan (polinizadores, lombrices, etc.). Por otro lado, esos microhábitats serán de enorme importancia para la conservación de la biodiversidad.

Ejemplos de SbN para la gestión del agua. UNESCO
¿Todo lo que sea natural es una SbN?

Aunque la UICN ha establecido una definición y unos criterios para las SbN, lo cierto es que su aplicación es difícil de llevar a la práctica.

Por ejemplo: ¿una maceta de geranio es una SbN? ¿Y una extensa repoblación con eucaliptos es una SbN? Pues ni una ni otra lo son. El tamaño no importa. Lo realmente importante es que el valor de los servicios ecosistémicos que proveen sea mayor que las necesidades que requieran o los costes derivados de su implantación o de los impactos generados.

Es evidente que el cultivo extensivo de eucalipto va a ser útil, además de para la producción de celulosa, para el secuestro de gases de efecto invernadero. Pero ¿a qué precio? El coste será elevadísimo siempre que se necesiten ingentes cantidades de agua –en especial, del subsuelo– para lograr el crecimiento rápido del árbol.

Cabe recordar que el cultivo del eucalipto en nuestro entorno estuvo vinculado, antes que a la producción de papel, a la desecación de lagunas y charcas para evitar la propagación de enfermedades como el paludismo que tuvieran como vector de contagio a los mosquitos.

Además del estrés hídrico que genera en el suelo, la materia orgánica que aporta este árbol está enriquecida en sustancias alopáticas que impiden el crecimiento de otras especies.

La explicación es aún más comprensible en el caso de la maceta de geranio. Nos aporta servicios ecosistémicos, ya sean de tipo cultural o como repelente de insectos en algunos casos (como el del geranio limón). Sin embargo, el coste de mantenimiento y cuidados es muchísimo más elevado que el valor de sus prestaciones ecosistémicas. Es decir, su plantación tiene interés ornamental, pero no se puede considerar una SbN.

El coste ambiental de las plantaciones de eucaliptos es mayor que sus beneficios. José Antonio Gil Martínez/Flickr, CC BY
La necesidad de verdaderas SbN

Hoy es más necesario que nunca el desarrollo de SbN nuevas y tradicionales mediante protocolos que recojan los siguientes aspectos:

  • Descripción.
  • Diagnóstico de su eficiencia.
  • Bases científicas en las que se fundamenta.
  • Formulación técnica del modelo.
  • Evaluación de sus servicios ecosistémicos para la diversidad y la sociedad.
  • Evaluación coste beneficio del modelo.
  • Prospectiva de implantación en otras localizaciones.

Para la elaboración de la Norma Mundial sobre las Soluciones basadas en la Naturaleza, la UICN ha realizado un llamamiento a actores clave gubernamentales, de la sociedad civil y el sector privado para que participen en un debate sobre las oportunidades y medidas que deben adoptarse en el contexto de las crisis climática y de la biodiversidad. Apuestan, además, por una recuperación orientada hacia la transición ecológica en respuesta a la pandemia de la COVID-19.

Las soluciones a esta crisis climática están en la naturaleza. La humanidad en estos seis mil años ha aprendido lecciones magistrales de ella, pero aún nos queda mucho que aprender de sus mecanismos y de cómo pueden servirnos para construir un mundo más habitable. Pero no lo entendamos como favores, sino como generosidad. Como afirmaba Jenofonte: “Solo a fuerza de favores se conquista a los espíritus mezquinos, a los corazones generosos se les gana con afecto”.The Conversation

Ángel Enrique Salvo Tierra, Profesor de Botánica y Planificación y Ordenación Territorial, Universidad de Málaga y Antonio Flores Moya, Catedrático de Botánica, Universidad de Málaga

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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