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Los médicos

Una de las profesiones más loables del mundo, también una de las más difíciles. Lidiar con la vida y con la muerte no es algo simple.

Pienso que la medicina es una vocación, se nace con alma de médico, con unas cualidades humanas de entrega, de don de servir, empatía, amor natural hacia el prójimo, curiosidad, una aguda inteligencia, entre muchas otras cosas.

Tengo muchos amigos galenos a los que aprecio y respeto mucho, reconozco en ellos esa alma especial que posee un médico de corazón. Y a mi vida han llegado muchos médicos fantásticos, que han salvado mi vida y la de mis seres queridos, gracias a su curiosidad innata, a su espíritu investigativo o a ese deseo de buscar el bienestar de sus pacientes. En mi corazón y en mis oraciones siempre están ellos.

También me he llevado muchos sinsabores con los médicos, muchísimos, tantos que en ocasiones siento desconfianza. Me duele decirlo, pero es la realidad de lo que mi corazón ha sentido en ocasiones hacia ellos. Una vez estuve enferma y visité por mi cuenta 14 especialistas y para todos yo tenía “estrés”, hasta que el número 15, un médico de corazón, son esa innata curiosidad mandó a hacer exámenes más allá de los evidentes y encontró lo que me pasaba. No era estrés, en realidad estaba enferma. Catorce médicos después tuve un diagnóstico.

Gracias a esta y otras situaciones, hace mucho tiempo tengo mi propia hipótesis sobre lo que ocurre con la medicina hoy en día. Desde hace mucho tiempo y antes del Covid-19 se escuchaban constantemente quejas sobre los médicos y el sistema de salud. Que tratan a los pacientes como ganado y de miles de errores médicos inconcebibles. Indudablemente la nefasta Ley 100 del innombrable volvió corrupto el sistema médico colombiano, pero a esto hay que sumarle la formación médica.

Yo recuerdo que, antes estudiar medicina era un honor, los mejores lo hacían, eran pocos porque los seleccionaban con lupa. Hoy y desde hace unas décadas las universidades volvieron la carrera de medicina un burdo mercado persa. Literalmente, cualquiera que tenga como pagar el semestre puede estudiar medicina en miles de universidades de medio garaje que existen en Colombia. Y ser médico ya no es una vocación, es moda.

Entran en masa a estudiar medicina, ese es el negocio de las universidades, entre más estudiantes tengan más dinero, no les importa si el estudiante tiene la vocación, por eso el filtro para estudiar medicina ya es inexistente en muchísimas universidades del país.

Pienso que la medicina no es para cualquiera, tiene que existir un alto filtro, como antes, para poder ingresar a estudiar medicina. Estos estudiantes deben tener valores morales, ética, cualidades académicas y humanas sobresalientes y diferentes a las que necesita un ingeniero o un contador.

Y como dije al inicio de este escrito, se nace con alma de médico. Pero actualmente muchos estudiantes y médicos no tienen esa alma, entran a estudiar medicina por moda, por prestigio, porque piensan que van a ganar mucho dinero y por otra cantidad de pendejadas más. Y son esos los médicos que se forman en las universidades hoy en día y que carecen de esa esencia de amor y servicio, son los que dañan y destruyen el prestigio de esta profesión.

Entonces para mí existen los médicos de corazón y los médicos de billetera. Y encuentras a ambos en las urgencias de los hospitales o en una sala de cirugía.

Yo misma dentro de mi familia tengo los dos casos, uno en el pasado y otro en el presente. Tengo una prima que es médica, cuando estaba como en sexto semestre sufrió una crisis existencial en la que decidió que no quería seguir estudiando medicina, pero luego debido a la presión social y familiar, siguió estudiando y se graduó. Ya médica le fastidiaban los pacientes, le daba asco tocarlos y le molestaba tratar con la gente. Terminó estudiando especializaciones médicas administrativas y trabaja en la parte gerencial de un hospital. Ella es un médico de billetera no de corazón.

Uno de mis tatarabuelos maternos fue médico, uno de los primeros médicos de Caldas, de donde es originaria la familia de mi mamá. Y mi tatarabuelo fue un médico muy popular y reconocido, dedicó su vida entera a andar de pueblo en pueblo, de vereda en vereda a lo largo de la región cafetera, atendiendo gratis y regalando medicina. Su vida giraba en torno a sanar al que lo necesitara. Fue inquieto, estudioso, de gran corazón, vivía para servir. Él nació con alma de médico, un médico de corazón.

Y es así como, tenemos en nuestro sistema médico una combinación peligrosa, muchísimos médicos de billetera que trabajan y administran un sistema médico corrupto, amparado por la Ley 100 y demás que favorecen los actos corruptos, permite que todo lo malo se dé dentro del sistema médico colombiano.

Mi pregunta es, en un semestre de 40 futuros médicos que ingresan, casi sin ningún filtro a estudiar medicina ¿Cuántos son médicos de corazón y cuántos de billetera? Temo decir que siempre van a ser más los de billetera que los de corazón, porque con esa alma especial no se nace al por mayor.

Y se me olvidaba mencionar, ya las universidades no forman en valores, no les importa la humanidad, el alma del estudiante, se enfocan en los conocimientos académicos, olvidando que somos seres integrales, somos un todo.

En este momento de pandemia, aunque me duela decirlo y me genere desasosiego escribirlo, el común denominador de los ciudadanos siente temor a los médicos y a los hospitales, no sólo por la posibilidad de un contagio, sino por todo lo que está ocurriendo a lo largo y ancho del país con pacientes con dudosas muertes, cadáveres desaparecidos, diagnósticos falsos o errados… vídeos, audios, fotos, noticias en todas partes de centenas de casos al respecto. El Cartel del Covid-19, el Cartel de las UCIS, el Cartel del Crematorio…

La gente está aterrada, los médicos y los hospitales asustan, ya no se lee ni se escuchan casi comentarios de respeto hacia los médicos, sino de temor y muchísima desconfianza. Y tristemente está ocurriendo que están juzgando a todos los médicos igual y eso no es justo.

Por supuesto que existen médicos corruptos, que ejercen malas prácticas y que en este momento tan critico no están obrando correctamente, pero también existen muchos, muchísimos médicos que se exponen a diario para salvar a vida de otros, muchos médicos con alma de médico.

¿Y por qué esos no denuncian? Es lo que muchos dicen. Es fácil decir, “denuncia” y cuán difícil es hacerlo. Trabajan dentro de un sistema corrupto, si denuncian lo que sucede en esta clínica los despiden y no los van a contratar en ninguna otra, porque casi todas hacen parte del sistema mafioso. Eso sucede en el mejor de los casos, porque hasta un tiro se pueden llevar si denuncian lo que no le conviene a muchos.

Y sino trabajan no comen. Las decisiones que estos médicos tomen afectan directamente la vida de sus familias y su vida entera.

Supongo que lo que muchos hacen es, dentro del sistema hacer su trabajo lo mejor posible, para evitar que se de pie a situaciones corruptas.

Los médicos son sometidos a situaciones laborales injustas, malos salarios, condiciones no apropiadas de trabajo, no les dan los elementos de protección, les prohíben que gasten recursos en los pacientes… Y cuando denuncian casi no tienen eco en los medios de comunicación, los despiden y luego los vetan por revoltosos.

Los médicos que se la luchan a diario son mal pagos, no son los que se benefician de ninguno de los dineros de los carteles mafiosos de la salud.

En un hospital hay cada día una batalla entre los médicos de corazón y los de billetera. Unos por hacer las cosas bien y los otros para impedirlo para poder robar.

El problema radica en ¿Cómo sabemos si nos tocó un médico de corazón o uno de billetera? Confiar en Dios y afinar el instinto, porque no hay más.

Quizás también podría suceder el milagro que se dé un estallido social médico, que todos se levanten en contra del sistema que los oprime, que desprestigia su profesión, que los somete malos salarios y pésimas condiciones, que promueve las malas prácticas médicas. Creo que necesitamos urgentemente esa revolución, la revolución de las batas blancas.

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